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Si bien quedan solo unos días para que el sonido de la batucada, los trajes de lentejuelas y el olor a perrito caliente inunden Santa Cruz de Tenerife, para los más carnavaleros los preparativos comenzaron mucho antes. El día a día de los diseñadores de las candidatas a reina, murgueros y comparseros está tan ligado a las carnestolendas que suele decirse que los chicharreros -gentilicio de la capital tinerfeña- son esas personas que dedican un mes a estar de fiesta y los once restantes a preparar la siguiente. Algunos han logrado que el Carnaval se convierta, incluso, en su modo de vida. Mientras que otros han transformado a sus compañeros de juerga en su familia -y viceversa-.
De lazos de sangre con Don Carnal sabe mucho Tomás Carvajal (Santa Cruz de Tenerife, 1996), director de la veterana murga Diablos Locos. Más conocido como Tomy Carvajal, comparte nombre, apellido y agrupación con su padre -Masi Carvajal- y su abuelo -el desaparecido Tom Carby-. Estos días nos recibe en el local del grupo, una casa que es un ejemplo de arquitectura tradicional canaria del siglo XIX, ubicada en pleno centro de Santa Cruz y cedida por el Ayuntamiento. Este “campamento base” a la par que “zona de ensayos” le trae muchos recuerdos: “En este lugar me cambiaban los pañales y sus vigas me han visto crecer. Si yo no venía aquí es porque la murga había ido a mi casa”.
Cuando tenía poco más de un año, subía por primera vez al escenario en brazos de uno de los componentes de la agrupación. Y a partir de entonces se han sucedido los momentos juntos: desde partidos de fútbol por las tardes, hasta almuerzos en el monte los domingos o vacaciones de verano al extranjero. Rodeado de los premios que Diablos Locos acumula desde su fundación, en 1979, y delante del mural en recuerdo a su abuelo, Carvajal insiste en el “orgullo” y la “responsabilidad” que le suponen pertenecer a su murga.
Diablos Locos tiene 85 integrantes y un número mayor de seguidores. Personas que, sin pertenecer al grupo, les apoyan a través de la compra de las entradas para ver sus presentaciones y su merchandising. Es por eso que desde mayo -tres meses después de terminar la fiesta- comienzan a pensar en el disfraz y las letras de la siguiente edición. “Aunque la primera canción suele estar terminada en septiembre, siempre estamos pendientes de la actualidad porque la murga debe ser la voz del pueblo”, explica.
Pero no solo de la crítica bebe una murga, también del humor: “Bastantes desgracias vemos en las noticias como para incidir en ellas durante el Carnaval. Nos gusta que el rato que vienen a vernos lo pasen bien y se olviden de todo”. A partir de este viernes -día en el que comienza el jolgorio en las calles con la Cabalgata Anunciadora como pistoletazo de salida-, será posible escuchar a Diablos Locos cantar sus pasacalles en cualquier esquina de la capital tinerfeña.
Su disfraz este año alude a los soldados de juguete de la película Toy Story. Y lejos de la rigidez que les impone la competición, cantar fuera del concurso es el momento que más “ilusión” les hace, especialmente cuando ven cómo algunos transeúntes se paran a escucharles y hasta se saben letras que vieron la luz tan solo una semana antes.
Para los diseñadores de las candidatas a reina del Carnaval, el pico de emoción llega cuando se abren las puertas del escenario y aparece la fantasía -nombre que reciben estos trajes de grandes dimensiones- en la que llevan trabajando más de medio año. Es el caso de Alfonso Baute (La Orotava, 1976), que esta semana acumula los “nervios” de todo el año: “Sé cómo quiero que salga cada cosa, al milímetro. Desde el diseño, hasta la música y el baile de la candidata. Por eso cuando me preguntan algo que para mí es obvio, me sale contestar mal”. A pegar casi 2.000 plumas y un número mayor de cristales le ayudan casi a tiempo completo su hermana y, de forma ocasional, sus amigos. “Menos mal que tienen paciencia conmigo”, bromea.
Con el nombre de ‘Etna’, Alfonso Baute y su candidata Isabel González compiten este miércoles por hacerse con el cetro. Sin reina no puede haber Carnaval, es su símbolo más representativo. Por eso la competencia es muy elevada. Baute lleva presentando sus diseños al concurso desde 1995. Ha logrado tres damas de honor pero nunca se ha coronado en Santa Cruz. “Este año tengo un pálpito”, asegura en el garaje de su casa -ubicado en el municipio de La Orotava- mientras continúa pegando con silicona caliente una cadena de pedrería a la estructura de su fantasía.
Las carnestolendas se han convertido en su sustento. Este año presentará candidatas en cinco certámenes, un trabajo por el que empresas y ayuntamientos le apoyan económicamente. Por respeto a los patrocinadores, las fantasías son el secreto mejor guardado hasta el día de la gala -incluso se evita que haya medios de comunicación tras los bastidores-.
Aún así, el diseñador adelanta que en esta ocasión llevará su creación más ambiciosa: “Pesa en torno a 600 kilos, muy próximo al peso máximo permitido de 700”. Gracias a unas ruedas escondidas debajo del traje, las candidatas arrastran las estructuras -forjadas en hierro- de un lado a otro del escenario. Para poder lograrlo se precisan también varios meses de entrenamiento físico.
Ultimando un diseño en un garaje de la capital tinerfeña encontramos también a Dailos Barrera (Santa Cruz de Tenerife, 1984). Es el presidente de La Carroza Carnavalera, un vehículo de grandes dimensiones que, decorado con un motivo, lleva desfilando por las carnestolendas desde el año 2012. El chicharrero confiesa que el amor por la carroza le viene “de chiquito”, pues cuando estaba en edad escolar su tío le subía a la carroza para que lanzara caramelos a los asistentes a la fiesta. Ahora, él hace lo mismo con su hija Daniela.
Vestidos con una fantasía medieval, los 30 componentes de la carroza bailaron en los pasados Carnavales sobre un enorme dragón. Este año guardan en secreto la temática, en la que trabajan sin descanso para llegar a tiempo al desfile de este viernes. Entre hierro, madera, corcho, pintura, pegamento, silicona y telas reconocen que sus vidas han girado en torno a la carroza: “En estos 13 años ha pasado de todo, algunos se han hecho hasta padrinos de sus hijos”.
Y para las “peleas” también ha habido tiempo, como “sucede incluso en las mejores familias”. Aunque el buen rollo se respira en el garaje, al que cada componente acude de forma voluntaria como quien asiste a clases de baile por las tardes. “No obligamos a nadie a venir, es un pasatiempo más”, sentencia.
En lo que a drags se refiere, el Carnaval de la capital vecina de Las Palmas de Gran Canaria siempre ha sido el referente. Su certamen -transgresor, reivindicativo y especialmente divertido- tiene seguidores en todo el mundo. En Santa Cruz de Tenerife, sin embargo, el mundo drag se ha desarrollado en locales de ocio nocturno o eventos privados. Su fiesta más multitudinaria les había dado la espalda. Al menos, hasta el año pasado, cuando se estrenó Dragnaval, la primera gala drag de las carnestolendas chicharreras en sus más de cinco siglos de historia.
Para averiguar qué sorpresas incorporará este año el certamen, visitamos el Museo del Carnaval -en la capitalina calle Aguere- junto a su impulsor, el actor y transformista con más de 17 años de carrera profesional Javier Jiménez (Santa Cruz de Tenerife, 1983). En el lugar, que es una joya en la que podemos encontrar disfraces de distintas épocas y una representación de los grupos que dan vida a las carnestolendas, reparamos en la ausencia de elementos que aludan a los drags. Caracterizado como su alter ego Exhuberancia Carey, Jiménez reconoce que este lugar es “una de las escenas que tienen pendiente conquistar”, aunque celebra la visibilidad que Dragnaval está logrando para el colectivo LGTB: “Antes venían a nuestro Carnaval por la fiesta, ahora saben que tienen un espacio donde expresarse”.
A través de sus aplausos, el público elige cada Viernes de Piñata -el segundo con fiesta en las calles- al mejor drag de la edición. A diferencia del certamen grancanario, en el tinerfeño las plataformas ceden protagonismo a otras disciplinas. Para el actor lo importante es que cada participante “tenga claro su punto fuerte” -ya sea el baile, el canto o el humor- y que sea “capaz de llevarse al público al bolsillo”. El certamen se celebra en la plaza más conocida de la ciudad -la de La Candelaria- y el acceso es gratuito. “Es una forma novedosa de vivir la fiesta que recomiendo a todo el mundo. Como solemos decir los chicharreros en estas fechas, nos vemos en las calles”, se despide.
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