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Antorcha en mano y con una inquietante túnica blanca, casi 1.000 personas desfilan por las calles de Ponferrada con cada primera luna llena del verano. Llevan consigo, supuestamente, el Arca de la Alianza y el Santo Grial, que devuelven al castillo de esta “ciudad elegida como sede perpetua de los caballeros del Templo de Salomón”, según cuenta la cavernosa voz del speaker de la fiesta. Sucede durante la Noche Templaria, que rinde homenaje a una de las primeras órdenes militares de la historia, responsable de la construcción de la primera versión de este castillo.
¿Pero qué pintaban unos caballeros cruzados por el Bierzo? La Orden del Temple había nacido a comienzos del siglo XII para defender el recién creado Reino de Jerusalén. Su cometido era proteger los Santos Lugares y a los cristianos que peregrinaban a Jerusalén. Luego, y por extensión, también se les encargó proteger las otras dos grandes vías de peregrinaje del mundo cristiano: la romana y la jacobea. Y es que la gran afluencia de penitentes que experimentó el Camino de Santiago durante la Edad Media, sumado a los peligros que acechaban durante el recorrido, exigió de la creación de una gran red asistencial.
“A esa zona de allí la llamaban Valdeladrones porque era donde asaltaban a los cortejos, aprovechando un paso difícil”, señala Francisco Javier García Bueso, director de los museos de Ponferrada, desde una de las torres del castillo. Sin embargo, nos abre los ojos a una realidad más compleja. Cuando Fernando II de León solicitó la presencia de los templarios en Ponferrada, también buscaba protección ante una posible invasión musulmana. Pero, sobre todo, trataba de sofocar las luchas de poder entre los señores de Galicia y de León: “Los templarios son unos cascos azules, un ejército al servicio de un rey para defender sus intereses y pacificar su territorio”.
El paso por El Bierzo de la Orden del Temple fue, como su existencia, relativamente breve. Estas fuerzas de paz pronto se hicieron fuertes y empezaron a ser vistas como una amenaza por reyes y pontífices, así que unos 125 años después de su llegada, fueron expulsadas tras un singular proceso judicial. De las actas de aquella causa conservan un facsímil en el castillo. “Los acusaron de adorar a un gato, de ritos contrarios a la fe, de sodomía… Parece un proceso diseñado para no tener que pagar las deudas que el Papa y el rey de Francia habían contraído con la Orden”, cuenta García Bueso frente al documento, que estos días se expone en la biblioteca de la Sala de los Azulejos.
Lo curioso del asunto templario es que, a día de hoy, apenas quedan restos de lo que los caballeros erigieron a su llegada a Ponferrada en el año 1178. Prácticamente todo lo que vemos comenzó a construirse un siglo después de su marcha. Entre los promotores de esta segunda fase gótico-renacentista encontramos nombres tan célebres como el del conde de Lemos o los mismísimos Reyes Católicos, sin embargo, ninguno ha conseguido imponer su apellido a la fortaleza. “El Temple fascina y su leyenda sigue aumentando”, afirma por propia experiencia el director.
Pero que nadie piense que la etiqueta “templario” nace de una estrategia de marketing del Ayuntamiento de Ponferrada. La ciudad solo ha tenido la habilidad de subirse a una bola de nieve que no para de crecer para fortuna de los ponferradinos. Una bola que tiene su origen en la gran novela romántica española del XIX El Señor de Bembibre, de Enrique Gil y Carrasco, que narra una libre interpretación del final de los templarios en el Castillo de Ponferrada. García Bueso nos cuenta que fue “una lectura obligada para escolares durante décadas y eso hace que se instale en el sentir popular de todos. Así, hasta hace veinte años, la leyenda va por encima de la historia porque nadie había estudiado la historia del castillo”.
También, hasta hace veinte años, los peregrinos pasaban junto al castillo de Ponferrada sin apenas percibirlo, y eso que, con casi 10.000 metros cuadrados, estamos ante una de las fortalezas más extensas de España. Es tan vasta que, a comienzos de la década de 1920, la Sociedad Deportiva Ponferradina comenzó a construir su nuevo estadio de fútbol dentro de los límites de la muralla. Por entonces, no estaba del todo mal visto agraviar al castillo. De hecho, su muralla oriental, junto a la que discurre la milenaria traza del Camino Francés, servía de apoyo a una línea de viviendas que mantenían oculta a la fortaleza. Pero justo entonces comenzó su reconquista.
En 2024 se cumplen cien años de su declaración como Monumento Nacional. Este título se le otorgó precisamente para evitar que se culminase el campo de fútbol, cuya explanación estaba produciendo daños insalvables no solo en el castillo, sino también en los vestigios de otros asentamientos que se remontan hasta la Edad del Hierro. La declaración fue un logro, aunque el castillo seguiría durante décadas echándose a perder, y no sería hasta finales de los años 90 que la ciudad empezó a interesarse por su gran joya, de la que ni siquiera se sabía quién era el propietario.
La última vivienda que se apoyaba en la muralla no se demolió hasta el año 2002, cuando el Camino de Santiago ya era un hit turístico mundial. Los peregrinos volvían a poder disfrutar de la vista del castillo, no tan flamante como aquella que ofrecía en el Medievo, cuando estaba enlucido de blanco, pero sin duda imponente. Aquello, sin embargo, era solo un comienzo y solo una pieza de un proceso mucho más ambicioso: el de la revitalización del denostado casco antiguo de esta ciudad que, tras subirse al frenético tren de la industrialización, pedía a gritos un poco de cariño.
García Bueso nos cuenta que la ciudad buscaba integrar a la sociedad civil en su proceso de revitalización, y que se pensó que la Noche Templaria podría ser una forma de reivindicar el pasado y conectar con la gente. No cabía esperar semejante éxito. “Las entradas duran un par de horas y los hoteles se llenan. Viene gente de los lugares más insospechados”. También cuenta estupefacto cómo, después de cada Noche Templaria, recibe numerosas solicitudes en las que le piden que se les expida el título de haber ingresado en la orden. Una orden que fue suprimida a principios del siglo XIV.
La reconquista del Castillo de los Templarios de Ponferrada vio sus primeros frutos en el año 2010, cuando se abrió a visitantes la portada gótica, que es efectivamente un elemento original y extraordinariamente bien conservado, construido por el conde de Lemos en la segunda mitad del siglo XV. También abrió el Palacio Nuevo, una versión libre, moderna y funcional del palacio del mismo conde, pero que integra algunos de los elementos más antiguos del complejo, como la iglesia de Santa María del Castillo, de época templaria. En la primavera del 2022 se dio otro paso de gigante con la apertura del Castillo Viejo, que en realidad se compone de cuatro castillos construidos en cuatro momentos distintos, entre finales del siglo XIV y finales del XV, y que ahora nos permiten tanto bucear por las entrañas de la fortaleza, como conseguir algunas de sus mejores panorámicas.
Desde las torres del castillo se domina el Bierzo y se puede contar una buena parte de la historia de la conformación España. La historia de una comarca indomable que desafió el poder de los reyes de Castilla. También la historia de la construcción de una red asistencial para los peregrinos del Camino de Santiago. Lo que pocos esperan es que también se pueda contar la historia del libro gracias a una impresionante colección de facsímiles, fundamentalmente de códices medievales, que se muestran en una exposición con un título tan bello como su contenido: Templum Libri. Las páginas más bellas del conocimiento.
La apertura del castillo, con su exposición, convirtió a Ponferrada en un punto cardinal para bibliófilos y estudiosos del mundo medieval y renacentista. Su colección suma cerca de 2.000 ejemplares, 100 de los cuales se exponen en varias salas del Palacio Nuevo que, ambientadas con la música del mítico Fernando Argenta, se han convertido en un verdadero santuario del libro. En ellas vemos libros “iluminados” por algunos de los mejores artistas de la época, en su mayoría medievales, pero también cuenta con joyas más modernas como un Quijote ilustrado por Dalí o el Cántico espiritual “esculpido” por Chillida.
García Bueso parece conocer la intrahistoria de cada uno de estos ejemplares únicos como si los hubiese engendrado. También los mira con sus ojos de historiador del arte. “Todo esto es pintura impresionista. Los artistas alemanes del siglo XX insistían en todo aquello ya se había hecho diez siglos antes”. Y se vuelve sobre una biblia visigótico-mozárabe del año 960: “Picasso vio esta biblia en la exposición de Barcelona de 1929 y en la de París del 31, y el toro que representa al evangelista Lucas le sirvió de inspiración para el toro de su Guernica. Su arte bebe de las fuentes primitivas”.
Finalmente nos acercamos al facsímil del Códice Calixtino, que se ha convertido en uno de los más buscados por los visitantes a raíz del famoso robo de la Catedral de Santiago. Haciendo un guiño a nuestra visita, García Bueso nos explica que no es un libro, sino cinco distintos que fueron cosidos por el papa Calixto II, uno de los cuales “es como la Guía Repsol pero del Camino de Santiago: te decía que fueras por ahí, que por ahí no porque te iban a robar… Como vuestra guía, pero de 1160”.
CASTILLO DE LOS TEMPLARIOS DE PONFERRADA - Gil y Carrasco, 1. Ponferrada, León. Tel. 987 40 22 44.
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