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El barrio de Marchalenes se menciona en los registros del siglo XII como "Marchiliena", por los marjales usados para cultivo fuera de las murallas cercanas al río Turia. Ahí confluían conventos y alquerías hasta que la apertura de la ciudad lo convirtió en un ensanche proletario, salpicado por pequeñas industrias. La recuperación de una de estas fábricas como centro de arte ha integrado el barrio al ritmo de la ciudad de Valencia.
En 2017, la Fundació Per Amor a l´Art invitó a diversas asociaciones y entidades de Marchalenes a conocer el proyecto en el que habían estado trabajando dos años, tras las molestias que toda obra conlleva para los vecinos. Se trataba de un centro cultural y social en sintonía con las necesidades del barrio, erigido en las abandonadas instalaciones de 'Bombas Gens'. Esta fábrica de válvulas y bombas hidráulicas, de bello y funcional diseño art déco, fue construida en 1930 con unas comodidades inusuales en la época: vestuarios, duchas y un comedor.
Sin actividad desde 1990, abandonada hasta el devastador incendio del año 2014, la fábrica no se empezó a desescombrar hasta un año después. En ese estado, hubiera sido más fácil obtener los permisos para derribarla que para mantenerla. Pero a principios del año 2015 este raro conjunto industrial completo se convirtió en Bien de Relevancia Local y tras una aplicada intervención, el año 2017 el edificio se consolidó. El remate de la fachada, unas estilizadas alegorías de chorros de agua ascendentes referentes a su actividad fabril, cobra un nuevo sentido.
Susana Lloret, junto a su marido, José Luis Soler, fueron los impulsores de la Fundación Per Amor a l´Art, y han llevado a cabo este proyecto que abarca arte, ayuda social e investigación de enfermedades raras. Además de interesarse por la situación de personas desfavorecidas, el matrimonio Soler-Lloret es propietario de la gran colección artística que se expone y de un interés más allá de lo personal en el estudio de dolencias poco comunes, como la enfermedad de Wilson. La cuarta idea, la parte patrimonial, surgió a partir de los hallazgos realizados durante las obras: conservar para todos el edificio, el refugio y una bodega medieval, por su importancia histórica y social.
Compartiendo el recinto en las naves anexas al centro de arte, poco visibles para los visitantes –solo su exterior– pero muy importantes para la fundación, se encuentran el centro de día, que acoge a menores en riesgo de exclusión social y el centro de investigación de enfermedades raras.
La Sala de Coordinación del Equipo Wilson es el espacio donde equipos de investigadores y especialistas de toda España ponen en común y coordinan los proyectos para comprender mejor las enfermedades congénitas. Su objetivo: conseguir diagnósticos precoces, divulgar conocimientos y conseguir tratamientos para que sus usuarios puedan llevar mejor calidad de vida.
Por su parte, el Centre Jove, que funciona en horario extraescolar, es donde se utilizan todas las herramientas educativas y emocionales para aliviar la situación de chavales del barrio de familias sin recursos, desatendidos o víctimas de malos tratos, para que puedan llevar adelante una vida propia una vez cumplidos los 16 años y recuperada su autoestima. Es importante resaltar que aquí todo se hace de manera altruista, con financiación cien por cien privada y las relaciones con otros organismos no son en términos económicos, sino de colaboración.
Nada más entrar al recinto se descubren las dos chimeneas de fundición gris que permanecen en el mismo lugar donde se construyeron. Dan testimonio de la solidez y solvencia de las actividades que se llevan a cabo aquí, con tanta sensibilidad humana y artística que hasta la madera que no ardió del todo durante el incendio se reutilizó para los marcos de los ventanales de las naves.
El museo está abierto en horario de miércoles a domingo, (el miércoles por la mañana solo visitas escolares) de 11.00 a 14.00 y de 16.00 a 20.00, y su entrada es totalmente gratuita. En verano los horarios varían, por lo que se recomienda consultar la web. Se reserva con antelación solo para visitar el jardín, el refugio y la bodega, que son espacios más pequeños que necesitan acompañante. Y están en marcha, como experimentación, visitas más flexibles, tipo exprés, para los que están ya presentes en las exposiciones del museo. La visita de los tres elementos históricos suele durar alrededor de una hora y cuarto.
Se puede entrar libremente a las dos exposiciones que siempre hay programadas en las cuatro naves relacionadas con la colección de artes visuales Per Amor a l'Art. Las dos primeras exhiben los contenidos de la colección que van rotando anualmente. Las otras dos muestran exposiciones temporales vinculadas a esta colección de arte. Otra nave está dedicada a proyectos específicos y todas las exposiciones actuales, pasadas y futuras están reseñadas en su página web en español, inglés y valenciano. La filosofía es ser una colección de exposiciones para contribuir a que se conozca globalmente el trabajo de cada artista, que es la verdadera misión del mecenazgo.
Mediante la visita al refugio, la memoria local de la fábrica se une a la colectiva de nuestra Guerra Civil, preludio de los bombardeos a poblaciones en la Segunda Guerra Mundial, poniendo un nuevo prisma personal e íntimo en lo que realmente pasó durante esa época. Tiene capacidad para 50 hombres y mujeres, todo el personal del complejo, y el visitante accede por una escalera situada en un casetón de ladrillo recubierto de acero del patio interior. Durante la visita se recorre el pasillo en rampa que daba al interior de la fábrica, pero los visitantes no salen por él, se asoman a la trampilla de vidrio que da a la nave 4 para regresar al punto de partida.
Un robusto pilar defensivo de hormigón, la ventilación y el cableado eléctrico de la iluminación, perfectamente conservados, dan como antaño tranquilidad a los que están en su interior. Los ataques se debían a que los hornos de la fábrica, incautada por el ejército alrededor de 1938, dejaron de hacer bombas hidráulicas para construir bombas para el ejército.
El interior es una sala abovedada casi intacta, estimula reflexiones que uno no se haría de no estar ahí: paredes pintadas con indicaciones de "no fumar" o "no escupir" con tipografía de la época que dan cuenta de las normas a las que había que someterse para respetar el espacio de supervivencia compartido. Este espacio tan solo era uno de los 300, entre públicos y privados, que se construyeron en toda la ciudad.
Ya casi desaparecidos en el barrio, en el museo podemos disfrutar del valioso legado de los antiguos edificios de producción agrícola de tiempos de la Marchiliena. En el terreno adquirido detrás de la fachada trasera de la fábrica, una excavadora descubrió, durante las obras, una bodega que data aproximadamente del año 1500. Se encuentra en los cimientos casi intactos de una alquería que existió desde el siglo XIV hasta el XX, conocida como la Casa Comeig, derribada en el año 1992 para abrir la calle del doctor Machí.
Este hallazgo retroalimenta ahora parte de la memoria viva del barrio, pues tiene aún mucho que ver con los recuerdos cercanos de los que conocieron la alquería aún en pie: niños que jugaban juntos en la calle o se bañaban en las acequias, cenas en la calle, vida en los campos. De la vivienda medieval y renacentista, además del espacio de la bodega, se conservan azulejos de la época, tinajas y una balsa de obra para recoger el mosto. Todo protegido por una moderna construcción hecha con celosía de ladrillo que genera una agradable luz natural, como la de un secadero.
La visita a la bodega va precedida por un relajante paseo por el nuevo jardín que recuerda los gustos modernistas, construído sobre lo que fue el patio trasero de la fábrica. Cien especies de plantas autóctonas y especiales, frutales, que quieren recordarnos los antiguos huertos con palmeras, presidida por una jacaranda de flores moradas como la que era conocida en el barrio como l’arbre, el árbol.
Una importante pieza de arte del museo, especialmente hecha para este lugar, se expone aquí, tan integrada con conjunto que cuesta descubrirla: la escultura titulada A través, dos acequias cuya curva evoca el cauce del Turia. Su interior de bronce forma raíces sobre el lecho abstracto del cauce. Un sistema hidráulico –qué mejor homenaje a esta fábrica de bombas de agua– hace que el sonido del agua invite a la reflexión para estar más cerca del cielo, como hacían los persas. Como expresó la artista autora de esta obra de arte, Cristina Iglesias, sepamos que la vida, aunque la tapemos, vuelve a salir.
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