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Las 6.000 cigarreras que llegaron a trabajar dentro de este inmenso edificio de 40.000 metros cuadrados de la glorieta de Embajadores probablemente nunca imaginaron que algún día sus muros lucirían teñidos del talento de un gran número de artistas callejeros. Ni que de sus techos colgarían zapatillas, cadenas y todo tipo de creaciones bizarras. Ni que los mayores del barrio se juntarían allí a mover las caderas, los niños podrían dibujar o hacer yoga, y los jóvenes disfrutarían de un concierto o una exposición en el mismo espacio en el que ellas pasaban horas liando cigarrillos y promoviendo activamente la lucha sindical.
Todo ello tiene lugar hoy en día en los 8.000 metros cuadrados que ocupa el CSA. El área fue cedida por el Ministerio de Cultura, que está a cargo de todo el edificio desde 2003, y que, en otras salas de similar extensión, también celebra exposiciones y eventos culturales de todo tipo.
El lugar conserva aún su estructura fabril de finales del siglo XVIII, cuando fue construida la Real Fábrica de Aguardientes y Naipes, que unos años después pasaría a ser la emblemática Fábrica de Tabacos. El negocio estatal se mantuvo casi 200 años, hasta su privatización y consiguiente clausura en el 2000. "A partir de ese momento, comenzó una lucha vecinal por abrir el espacio a los usos alternativos que requiere un barrio algo peculiar: conviven aquí 90 nacionalidades diferentes y las dotaciones socioculturales no eran abundantes", cuenta Luis Calderón, de la Comisión de Comunicación y Relaciones Institucionales de 'La Tabacalera', mientras recorre la estancia.
La presión de asociaciones y activistas para tratar de aprovechar un lugar abandonado y ofrecer actividades gratuitas hizo que, en el 2010, se lograse un acuerdo de cesión con la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes. Entonces, el movimiento vecinal se puso manos a la obra y comenzó a rehabilitar un espacio que, recuerda Calderón, se encontraba "ruinoso".
Una estética que mantiene hoy en día pero que, como bien apunta, se trata de mero "atrezo", ya que lo visitan con regularidad arquitectos del CSA y del Ministerio para verificar que todo se encuentra en las mejores condiciones. Además, todas las obras que realizan cumplen criterios de sostenibilidad, bioconstrucción y mínima intervención, al tratarse de un Bien de Interés Cultural.
Actualmente, el Ministerio corre con los gastos de electricidad y agua, la única ayuda económica con la que cuenta 'La Tabacalera'. "No hay ninguna subvención, no se alquilan espacios y no se cobra ni un euro por las actividades. Todo es voluntariado", señala Calderón, que revela que, en 2018, acogieron 478 eventos y recibieron a unas 360.000 personas. Todo ello, a través de los 30 colectivos que conforman el CSA.
Uno de ellos es el Keller, centrado en impulsar la creación artística fuera de los circuitos oficiales. César Carrión, conocido artísticamente como Ze Carrion, es uno de sus integrantes y muestra orgulloso su lugar de trabajo mientras pinta una enredadera en la pared. Cuenta que recientemente ha comenzado a aprovechar su creatividad para "arreglar espacios abandonados y fachadas que están destrozadas, en vez de invadirlas, y ayudar a rehabilitar los barrios".
Sus obras, las de sus compañeros y las de un sinfín de artistas están por todos los rincones de 'La Tabacalera'. Esto ha hecho que, según Calderón, puedan presumir de contar con la mayor colección europea de arte urbano en un mismo sitio. Gran parte se encuentra en el sótano, donde también se ubica un pequeño cine con 50 butacas y donde se reúnen todos los colectivos musicales para crear y celebrar talleres de batucada, hip hop o jazz.
Pero no es lo único que destaca del CSA. El colectivo Metrópolis realiza actividades muy dispares: desde la elaboración de cerveza artesanal hasta el desarrollo de vehículos eléctricos, pasando por la fabricación de tablas de surf. Mientras, los fanáticos de las artes escénicas pueden participar en las clases de danzas tradicionales europeas, salsa, malabares o circo del grupo Molino Rojo.
Quienes quieran aprender otras formas de mimar el planeta encajan bien en el taller de jabones y productos de limpieza o en el colectivo Recicletos, que promueve la mejora de los espacios urbanos mediante el reciclaje o talleres de auto-reparación de bicicletas.
El respeto por el medioambiente está presente en todo el CSA 'La Tabacalera'. Es especialmente notorio en el patio, donde se halla uno de los mayores "lujos" del lugar: su huerto comunitario. En sus bancales y macetas pueden encontrarse pepinos, tomates y pimientos, con los que, cuando llega el verano, realizan "unos gazpachos sensacionales" para todos, revela Calderón.
El colectivo que lo gestiona trata de que funcione como punto de encuentro para personas que buscan mejorar la relación entre la naturaleza y el entorno urbano. Visión que comparten en el colectivo Trastocados, que aprovecha objetos y materiales en desuso para construir muebles, crear joyería o fabricar utensilios de todo tipo.
Al entrar en su sala, puede haber una persona envejeciendo una gran cadena de metal, otra diseñando unos pendientes y otra bordando las libretas que ella misma ha encuadernado. Esta última es Natalia García, que relata cómo prepara cada cuadernillo paso a paso, prestando atención a cada detalle. Algo que también enseña en un taller en 'La Tabacalera', de la que destaca su "libertad". "Es muy enriquecedor. No hay nada establecido, puedes crear y conocer realidades que en la calle ni te hubieras fijado porque piensas que tus gustos están muy definidos. Aquí convives, ves y siempre descubres cosas interesantes colaborando".
Ella, Calderón, Carrión y todas las personas que participan en el CSA llevan casi una década demostrando que es posible implementar otra forma de gestión de lo público. "Es apasionante, hay mucha ilusión. La gente está acostumbrada a pasar delante de los edificios y pensar que son del Ministerio o la Comunidad, pero son de todos: se trata de articular bien las propuestas y ponerlas a disposición de las personas en la medida en que lo necesiten", destaca Calderón.
Por eso, además de la labor cultural que allí se realiza, hay una parte fundamental de activismo por los derechos sociales y el respeto del territorio, tanto por el impacto más reciente del turismo y la gentrificación, como por los efectos de la crisis económica. "Se ha pasado muy mal durante muchos años y no todo el mundo tiene dinero para alquilarse un local y poder desarrollar su propuesta cultural. Por eso es importante que, a través de la generosidad de tantas personas, se pueda poner a disposición de la ciudadanía espacios gratuitos", señala. De ahí que también ofrezcan asesoría jurídica gratuita y psicología solidaria, y que existan colectivos dedicados a atender a colectivos en situación de exclusión.
La oferta del centro y su organización se articula dos lunes al mes en asambleas abiertas a todo el mundo. El único requisito es que la iniciativa que salga adelante respete los principios de gratuidad, sostenibilidad y cultura libre y no entre en conflicto con temas de género, raza, ideología o religión.
El espacio autogestionado convive con el del propio Ministerio, que alberga varias salas: en la Principal, de 1.200 metros cuadrados, celebra las exposiciones de mayor formato, muchas veces con un marcado perfil audiovisual; en la Fragua, se ubican los trabajos de artistas emergentes; en Ideas, se desarrollan talleres de arte contemporáneo; y, en Estudios, residencias y proyectos site-specific (diseñados para esa ubicación concreta).
Los representantes de ambas zonas se reúnen con frecuencia y su objetivo es seguir estrechando estos lazos para poder impulsar proyectos en común. Este diálogo se potenció hace tres años, cuando el Gobierno lanzó el plan Cultura 2020, en el cual 'La Tabacalera' constituye el sexto punto.
"Numerosos agentes que forman parte del Ministerio de Cultura vinieron y debatieron qué se podía hacer con las otras plantas que no se aprovechan y cómo poner en valor todo el edificio, respetando siempre al CSA", cuenta Calderón. La idea ganadora fue la del Reina Sofía, que propuso utilizar una de las plantas para celebrar sus actividades más experimentales. Por el momento, al no haberse aprobado los Presupuestos Generales del Estado, el proyecto permanece paralizado, pero se espera que después de las elecciones pueda desarrollarse.
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