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La segunda temporada de You es de lo más foodie. Joe –que ahora pasa a llamarse Will para huir de Candace– se traslada a Los Ángeles donde se obsesiona por una nueva chica: Love Quinn, una joven y millonaria cocinera. Se conocen en la tienda de productos delicatesen –de la que por cierto, Love es dueña–, y entre cestas de tomates ecológicos y calabazas inician su primera conversación sobre melocotones y pimientos morrones. Ya desde el primer episodio, el tonteo entre la pareja es más que evidente y salen por la ciudad en busca del plato perfecto: comen tacos mexicanos entre food trucks, comida india en un restaurante y bollos asiáticos con vistas al skyline de la ciudad. Aunque realmente el bocado que acaba conquistando a Will es el pollo asado con zanahoria y patatas crujientes que Love cocina amorosamente para él.
Año 2024. La familia es la clave de salvación y alrededor de la mesa de Muriel, la abuela que supera los 90 tacos, a los hermanos Lyons les sucede todo. Alucinan en su ciudad de Manchester. Years and Years es más que recomendable en nuestra hasta ayer distópica situación. Pese al drama, sonríen. La veremos picoteando, mientras padres, hijos y abuelos se soportan, como los protagonistas. Nada de recetas complicadas. Son ingleses, no galeses ni escoceses. Unas ensaladas sanas –apio, zanahoria, grelos o espinacas– hamburguesas, croissants rellenos y bollos británicos.
La mesa plasma el asombro las generaciones de Lyons, protagonistas de los seis capítulos de la estupenda distopia de la BBC-HBO. Los platos y las copas llenos humanizan el futuro. El alucine de lo que están viviendo se digiere mejor, alimentando el cerebro con paladar. Sin despreciar una digna cristalería para el vino y el champán. Nos servirán los vasos de plástico, tranquilos, aunque tengamos ahora tiempo para fregar. Todo ello en la casa familiar de Muriel, la matriarca, la abuela que establece relaciones cómplices con sus nietos a base de platos ricos y sencillos, como la pasta. La comba alrededor del fuego de la barbacoa del jardín es memorable. Y la convivencia de la bisnieta Bethany, bisnieta transhumana, con la anciana es esperanzadora. Que a esta adolescente que madura en la serie, le siga gustando la comida sana, trabaje con un zumo de naranja al lado y explique a sus padres sus objetivos, sentada ante una mesa con la fruta al lado, dan pistas de que no se conforma con las píldoras de plástico de otras series del futuro.
No todo podía estar pensado al milímetro por los guionistas de este éxito mundial. Se hace difícil de creer que ocho asaltantes, más 67 rehenes, sobrevivan once días recluidos dentro de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre solo con el pedido de pizzas y hamburguesas que les hacen llegar en el segundo capítulo de la primera temporada. O que ningún ginecólogo le tire de las orejas –si tiene valor– a la inspectora Alicia Sierra (interpretada por Najwa Nimri) por la cantidad de donuts, chupa-chups, regalices y chicles de melón rellenos de pica-pica que consume a lo largo de la tercera parte.
Pero si lo que realmente quieres es preparar un golpe como el de La Casa de Papel (por supuesto, en tu imaginario) lo mejor es que alquiles una casa rural en Toledo o un monasterio retirado en la Florencia donde reunirte con tu cuadrilla y asumir el papel de 'El Profesor', explicando con sumo detalle todo el operativo en torno a una mesa donde no falten las barbacoas, los embutidos, las ensaladas, las cestas de pan y los platos de paella, con copas de vino, jarras de sangría o la omnipresente cerveza gallega, esa que no hay plano donde no se le vea bien la etiqueta. Ya solo te falta encontrar a tus Tokio, Moscú, Berlín, Nairobi, Río, Denver, Oslo y Helsinki; o sumar a Lisboa, Estocolmo, Bogotá, Marsella y Palermo si el objetivo marcado es el Banco de España.
En esta serie que se desarrolla dentro del universo Star Wars, se narran las aventuras de un cazador de recompensas mandaloriano en la época que transcurre entre la caída del Imperio y la aparición de la primera orden. El tingiliar es un guiso mandaloriano con fama de desprender un aroma tan intenso y potente como para quemar los pelos de la nariz. Si algo valoran los nómadas mandalorianos es la familia y los banquetes alrededor de una mesa para los que es esencial tirar de un guiso que anime el espíritu. La mezcla de carne y verduras muy especiadas hervidas a fuego lento en una salsa que va ligando mientras se consume, es la base de este plato.
Estamos en Matheson, Massachusetts. Una familia que recientemente pierde al padre asesinado, regresa a la vieja casa donde Nina, la madre, espera volver a recuperar la normalidad. Keyhouse es el nombre de la casa de la infancia del padre, una de esas mansiones que solo con ver la fachada te dan escalofríos y cuyas paredes esconden llaves y puertas a otras dimensiones. Bobe, el pequeño de la casa, es el primero en descubrir la magia de la casa e, inocente él, libera a Dodge, el demonio que vive en el pozo y que va tras las llaves que le otorgan un gran poder.
Con tanto susto y misterio, no estamos ante una una serie en la que dediquen demasiado tiempo a la comida, sin embargo sí hay varios momentos clave relacionados con la gastronomía. El primero nos remonta a un restaurante:'The Fisherman’s Catch', junto al puerto, donde Dodge se da una buena comilona nada más ser liberada: a dos manos devora gofres, tortitas, sándwiches y hamburguesas. Se toma de un trago hasta el sirope. Lo mismo ocurre en la última escena del episodio 10 con otro protagonista (mejor no hago spoiler). La heladería en la que trabaja Scott es también uno de los escenarios recurrentes en los primeros capítulos, y el lugar donde Bobe se teletransporta con una de las llaves para pedir un helado de vainilla.
En 2019 se cumplieron 15 años del último episodio de la serie que marcó a toda una generación a finales de los 90. La vida diaria de seis amigos en Nueva York marcó tendencia y no solo por sus líos amorosos y encuentros en 'Central Perk' donde tomaban café en tazones. Si eres de los que se han puesto a verla de nuevo mientras comes o cenas, seguramente te abrirán el apetito las suculentas comidas de Mónica, que era cocinera. Aunque algunas celebraciones de Acción de Gracias acabaron regular –en una terminan comiendo sándwiches de quesos–, en las últimas temporadas, los menús de Mónica no tienen parangón con nada de lo que aparezca en esta lista.
Si no te apetece currarte una copiosa cena emulando los platos de Mónica, puedes apuntarte a otros clásicos de la serie, como los bocatas de pastrami de Joey que, como descendiente de italianos, le profesaba un especial amor a las pizzas y la lasaña, esta última mejor si estaba hecha por su amiga. La única vegetariana del grupo era Phoebe, adelantada a su tiempo. Solo durante un breve período de tiempo se saltó su dieta, cuando estuvo embarazada y le entró una horrible necesidad de comer carne. Joey ayudó a Phoebe con este dilema ético cediéndole los sándwich de pastrami a su amiga, mientras él renunciaba a la carne durante esos meses por solidaridad.
Come lo mismo que tu serie favorita I