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Todo lo bueno requiere algo de esfuerzo. Si tienes hambre y quieres una foto rápida antes de zamparte el plato, igual hoy no es el día de empezar con las fotos. Se trata de pasárnoslo bien, buscando la mejor composición y luz. Prueba diferentes encuadres y perspectivas, haz muchas fotos para poder elegir las mejores. Pero tampoco te eternices, ten en cuenta que hay platos que según va pasando el tiempo, van cambiando su apariencia y dejan de ser apetitosos. Piensa por ejemplo en un helado o un plato con queso fundido recién sacado del horno. Diez minutos después ya no serán los mismos.
Es importante que organices bien todo lo que se va a ver en la imagen y que esté ordenado y limpio. Se tiene que entender visualmente qué es lo más importante de la fotografía y cuáles son los objetos que lo apoyan o nos hacen dirigir la mirada hacia ellos. Piensa en el encuadre, si lo quieres horinzontal –para tu blog o para Facebook– o vertical –si vas a publicar una storie en Instagram–. Busca un equilibrio en todos los elementos que aparecen en la foto. No recargues las imágenes con cosas que distraigan: no puede resaltar más el mantel que el plato. Y cuidado con las manchas o las migas de pan, te pueden estropear una foto.
Elige una vajilla bonita y cubiertos o mantelería que apoyen tu imagen. Juega con las formas, los tamaños y el contraste en los colores. Puedes utilizar cazuelitas, cucharas y tenedores modernos o de estilo antiguo y servilletas bonitas. También las tablas de madera, la pizarra o el mármol son muy fotogénicos en fotos foodies. Recuerda que los elementos que acompañan al plato pueden contar también una historia sin quitarle protagonismo a la comida.
Coloca tu plato o composición cerca de una ventana de manera que encuentres la luz más favorecedora. Cuidado con las sombras, los contraluces o con estar tapando la luz que entra por la ventana con tu propio cuerpo. No uses nunca el flash y evita la luz de las bombillas y los fluorescentes. Recuerda que fotografía significa, literalmente, escritura con luz.
El mundo es absolutamente diferente si lo miramos como una hormiga o como un águila. Prueba a tomar la foto desde el mismo plano en el que está el plato o desde arriba y verás como son fotos totalmente diferentes. Los planos cenitales (flatlay en inglés) están ahora muy de moda pero para que sea cenital de verdad, súbete a una silla o un taburete para que quede bien. Intenta que todo esté enfocado. En los planos horizontales ten cuidado con los fondos, es decir con lo que aparece detrás del plato.
Las fotos de gastronomía no tienen porqué ser estáticas. Una mano cogiendo una canapé, un tenedor enrollando unos espaguetis, un cuchillo cortando un filete, el humo que sale de un guiso, una salsa volcándose en el plato o incluso la llama de un soplete de cocina son algunos ejemplos que darán dinamismo a tu fotografía.
Las mejores fotos a veces son las que se toman de cerca y casi podemos oler el plato. Incluso en ocasiones con solo sacar un fragmento es suficiente, que parezca que puedes dar un mordisco a la fotografía, que te haga babear. También puedes jugar con la profundidad de campo, poniendo el punto de enfoque en lo que te interesa destacar –por ejemplo, la textura de la carne– y que lo demás aparezca desenfocado.
Elige las fotos que más te gusten y edítalas. Evita los filtros prefabricados, es mejor retocar un poquito con un programa de edición, siempre buscando la naturalidad (un poco de enfoque, contraste, las luces, quizás recortarla y ponerla recta y poco más). Photoshop o Lightroom van muy bien si trabajas con el ordenador. Si tienes que editar con el teléfono, Snapseed es buena opción.
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