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Ya están aquí esas deseadas y ansiadas vacaciones. Un paréntesis para romper con lo cotidiano, explorar un nuevo lugar, caras diferentes, sin horarios que cumplir y relajarse hasta decir basta. Aunque son momentos tremendamente esperados, un gran número de personas no logra disfrutar y desconectar, al llevar en su equipaje las presiones y obligaciones de su día a día: tensión en el ámbito laboral, una sobrecarga de actividades físicas y mentales para acabar todo a tiempo o gestionar problemas familiares.
Esta situación puede ser agotadora, con el resultado de regresar con más cansancio del que te fuiste. Es lo que se llama estrés vacacional. "En muchas ocasiones la dificultad para delegar las responsabilidades laborales en otros compañeros y confiar en su capacidad es fruto de querer tener todo bajo control. Así como en el caso de personas que tienen a su cargo familiares dependientes o enfermos, poderse evadir por unos días sin preocupaciones es todo un reto", explica el psiquiatra Benito Peral Ríos.
"Aunque parezca una paradoja, periodos que deberían ser de verdadero relax y desconexión resultan a veces de una gran presión, hasta el punto de que hay personas que prefieren no disfrutar unos días fuera de su propia casa", añade la experta en inteligencia emocional Nuria Caballero Valentín.
La presión puede aumentar con la preocupación derivada de invertir un dinero en su relax que tal vez haga falta para otras cosas, como hacer obras en casa, los estudios de los hijos o cambiar de coche. También surge el hándicap del tiempo, porque nos parece poco por mucho del que dispongamos y se tiende a querer aprovechar al máximo estos días llenando la agenda de visitas, excursiones, sin apenas parar.
El desencuentro es una de las principales causas de estrés. "Es muy agradable viajar acompañado en lugar de solo, pero a la hora de hacer planes –como poner hora para ir a la playa, decidir si cenamos en casa o en el chiringuito, si madrugamos o trasnochamos, si vamos en coche o tren– surgen las diferentes posturas o intereses de cada uno", cuanta Caballero. "Y eso a veces hace que se acabe discutiendo e incluso rompiendo alguna relación". Una buena dosis de paciencia, unido a ser capaz de ver las cosas con otra perspectiva, es esencial para dar el paso que conduzca a unas vacaciones en paz, logrando así que todo sea más sencillo y las broncas den paso a estar en sintonía.
Para la experta, hay tres claves para conseguir unas vacaciones sin sobresaltos. La primera: "Tener claro qué tipo de vacaciones se quieren: si de puro descanso –como estar tirado en la playa–, de turismo urbano, de contacto con la naturaleza, de deportes, etc.". También es importante "saber con quién se quiere ir y conciliar con los acompañantes el tipo de vacaciones que se va a hacer". Y por último, "reservar con tiempo vuelos, hoteles, apartamentos, etc. e incluso planificar cuanto antes las excursiones para evitar el estrés y las sorpresas de última hora".
Los periodos vacacionales traen consigo un cambio de ambiente, entorno, hábitos alimenticios, de sueño o de rutinas, que pueden crear ciertas molestias en nuestro cuerpo y mente. Por ello, es fundamental realizar actividades relajantes y placenteras para las que normalmente no se tiene ocasión, dejando atrás las responsabilidades.
Las vacaciones son la oportunidad de leer esa novela que desde hace meses estaba guardada en un cajón, de pasar más tiempo con la familia, amigos o contigo mismo; de disfrutar de experiencias sensoriales que están al alcance de nuestra mano como bañarnos en la playa, pasear, respirar el aire de la montaña o iniciarse en algún deporte. Hay que saber aprovecharlas y gozar del instante.
En ocasiones se espera que, con las vacaciones, todos los problemas y el cansancio acumulados desaparezcan como arte de magia, pudiendo estar en armonía sin que haya situaciones incómodas ni obstáculos. Estas creencias pueden generar malestar, frustración y llevan a preguntarse por qué no es posible sentirse a gusto y desconectar.
"Es recomendable que al comienzo de las vacaciones te reserves instantes para que tanto el cuerpo como la mente se adapten al entorno y al cambio de ritmo, equilibrando actividades y reposo. Hay que albergar expectativas más realistas y menos exigentes para abrirse con naturalidad a la nueva experiencia que se presenta. Una actitud positiva ante los posibles imprevistos, escucharse a uno mismo para desentrañar qué es lo que se desea y poder valorar todo el enriquecimiento sensorial y emocional que ofrece la ocasión, contribuirá a que sea más placentero", asegura Marta Giménez Páez, doctora en psicología.
El verdadero descanso está en conseguir que nada sea agobiante, en gozar del instante presente sin buscar estímulos y pasarlo bien sin hacer nada.