Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
Un señor japonés paseaba con su familia por los jardines del Louvre en París cuando le pidió a un niño que les hiciera una foto. Al entregarle la cámara el chaval salió corriendo con ella. Aquel japonés resultó ser Hiroshi Ueda, un ingeniero de Minolta que a raíz de ese episodio decidió que el mundo necesitaba un sistema para fotografiarse sin la ayuda de desconocidos.
Fue así como el señor Hiroshi desarrolló la cámara Minolta Disc 7 en 1983. La principal característica de este aparato es que incluía un espejo junto al objetivo para verse reflejado en él. Además, se acompañaba de una especie de palo para poder hacerse autorretratos. En este artículo de la BBC se cuenta con detalle toda la historia y se pueden ver algunos primitivos selfies del álbum familiar de Hiroshi. La palabra selfie, por cierto, no existía cuando se desarrolló aquella cámara y ese mítico accesorio.
Tuvieron que pasar años hasta que las cámaras frontales de los teléfonos móviles perdieron su función inicial, hacer videoconferencias, y se convirtieron en la principal herramienta para dar rienda suelta al narcisismo. El peso de un teléfono móvil resultaba mucho más adecuado para intentar mantenerlo en vilo con un palo mientras hacemos una foto.
Aunque en realidad el selfie nació antes que el propio palo para selfies. Los primeros en hacer autofotos alargaban el brazo para intentar que todo el mundo saliese en la imagen. De hecho, así se hizo el famoso retrato colectivo de la ceremonia de los Oscar de Hollywood que publicó Ellen Degeneres en Twitter.
Una foto viral dónde las haya y con la que Samsung, que fue la empresa que estaba detrás de ese selfie, demostró al mundo que su teléfono Galaxy Note 3 estaba dotado de un objetivo capaz de abarcar un enorme ángulo de visión. Tanto como para que aparecieran 12 personas en la foto. La técnica de alargar el brazo, casi sobra decirlo, sigue plenamente vigente cuando no se tiene a mano un palo o cualquier cosa que se le parezca.
A pesar de que el selfie ha dejado de ser algo nuevo, muchos siguen sin saber la fórmula mágica para lograr en sus viajes uno que merezca la pena. Así que explicamos las tres fórmulas magistrales para lograrlos buenos.
No deja de ser paradójico que llamemos tradicional a lo que en realidad es una tendencia que nació hace pocos años. Lo primero que debes tener en cuenta es que no estaría mal que te compres un palo para selfies de cierta calidad, y no el primero que te encuentres por la calle.
Estos últimos, por supuesto, sirven. Pero ten en cuenta que en ocasiones no sujetan con firmeza el teléfono y este puede acabar cayendo contra el suelo. Además, algunos son incómodos de plegar y no incorporan cosas como un disparador a distancia bluetooth.
Lo segundo que debes tener en cuenta es que los selfies, por muy frívolos que sean, no está mal planificarlos un poco. No se va a terminar el mundo si tienes en cuenta cosas como el mejor ángulo desde el que hacer la foto. Este puede ser un plano cenital, picado, frontal, contrapicado o nadir. Así que experimenta y pon a prueba tu creatividad. Pregúntate también si es importante el fondo de la foto. En ese caso cuanta menos gente salga en la imagen y más extendido esté el palo, mejor. También tus piernas juegan un importante papel en esto. ¡Muévete para lograr el mejor punto de vista!
Tampoco está de más que aunque uses un disparador bluetooth, bien incorporado en el palo o comprado aparte, también actives la cuenta atrás de la cámara del móvil. Así la foto no pillará a nadie con cara de póquer.
Cuida la luz. La cámara frontal de un teléfono, excepto en algún caso concreto, no hace milagros. Por lo que no es especialmente buena idea usarla a contraluz o en lugares poco iluminados. Aunque, eso sí, hay algunos teléfonos que incorporan un flash para su cámara frontal.
Finalmente, ten en cuenta que la cámara principal del teléfono suele proporcionar mucha mejor calidad. Hay algunas fundas para teléfonos con espejo o con una superficie muy reflectante. Te permitirán verte reflejado en ellas para hacer la foto. No será tan exacto como verte en la propia pantalla, pero lograrás fotos de mejor calidad. Ah, y con la cámara principal seguro que podrás usar flash.
Lo de ir cargado con un trípode suena fatal, pero en realidad existen trípodes muy ligeros y portables que te permitirán usar una cámara mejor que la del teléfono móvil. Recomendamos encarecidamente que eches un vistazo a los de Manfrotto, que es el principal fabricante y tiene una barbaridad de modelos.
También existen palos de selfie que incorporan unas patas en su parte inferior para usarlos como un trípode. Con uno de esos puedes colocar encima una cámara ligera. Eso sí, sin extender completamente el palo.
Si además cuentas con una cámara cuya pantalla se pueda girar para ver qué va a salir en la foto, mejor que mejor. Ten en cuenta que para controlar la cámara puedes usar el típico retardador que incorporan todas, un mando a distancia (que no es tan común) o si es una cámara relativamente moderna podrás emparejarla a tu móvil con wifi y disparar desde este la foto. Además podrás ver la imagen que captará la cámara e incluso enfocar y variar los parámetros de disparo.
De hecho, ya existen cámaras especialmente bien dotadas para hacer esto. Como es el caso de algunas réflex de Nikon que incorporan una conexión bluetooth de bajo consumo que va mandando al móvil las fotos que hacemos con ella sobre la marcha. ¡Incluso estando la cámara apagada!
¿Qué ventajas tiene usar una cámara que no sea la del teléfono para hacer autorretratos? Innumerables. Podrás hacer mejores fotos con poca luz, podrás encuadrar mejor porque podrás usar el zoom. Ten en cuenta que el típico ángulo que se capta con las cámaras frontales de los teléfonos móviles acaba aburriendo. Pero sobre todo, lograrás fotos de mejor calidad. Entenderás a lo que me refiero si has publicado en Instagram la típica foto hecha con móvil en un bar de noche en la que cuesta reconocer a alguien. Y no precisamente por las copas que lleva encima.
Comenzamos este artículo contando que todo este asunto de los selfies en realidad lo inició el trauma que sufrió un turista japonés por culpa de un robo infantil. Pero, seamos sinceros, una de las peores cosas de los selfies es que han terminado con esa costumbre genial que es pedirle a alguien que te haga una foto.
Este periodista incluso utilizó durante una época esa excusa para conocer a chicas viajando cuando no existían ni los teléfonos inteligentes ni Tinder. Y la verdad es que hubo momentos bastante divertidos.
Sí, sí, ya sé que en algunos sitios puede ser un riesgo pedir a alguien que te haga una foto. Pero en la mayoría de las ocasiones merece la pena. Sobre todo si tú también pones de tu parte y encuadras la foto, das algunas indicaciones y pides amablemente que te hagan unas cuantas. Porque no hay mejor truco para lograr una foto que merezca la pena que tener variedad para escoger.
Aunque dejando de lado las relaciones sociales, la ventaja de que sea una persona la que te hace la foto es que esta se mueve con mucha más soltura que un palo de selfie o un trípode, e incluso te puede avisar de que sales despeinado o de que te estás acercando demasiado a un precipicio por el que te puedes acabar cayendo.
BONUS: Casi sobra decir que los mejores selfies serán fruto de combinar estas tres fórmulas. Cada una tiene un momento. Así que deja de hacer fotos clónicas, olvídate de lo que veas en las redes sociales por un momento y disfruta de la fotografía. Y, por supuesto, de tu viaje. Que eso es lo verdaderamente importante.