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Dilo muy alto y con propiedad, porque aunque lo parezca, caballa no es un insulto sino todo lo contrario. Sí, así son conocidos los ceutíes, como los caballas y a mucha honra. Hace más de un siglo que a los integrantes de la flota pesquera de Ceuta se les denominaba caballas por la abundancia de este pez entre sus capturas. En 2010, para alegría de los ceutíes, la RAE decidió agregarlo al diccionario como gentilicio coloquial de los nacidos en la ciudad autónoma.
Si quieres dar el golpe del todo, añade otra acepción súper ceutí. A 'sus' gaviotas llámalas pavanas. Al parecer más queridas en este lugar que en cualquier otro del mundo debido al personaje de ficción que protagoniza una tira cómica en el diario local: El Faro de Ceuta. Vicente Álvarez da vida a unos dibujos conocidos por los ceutíes como Pepe Caballa y la Pavana, a través de los cuales se conoce la idiosincrasia de los habitantes de la ciudad. Una escultura en bronce recuerda a estos dos personajes de ficción en la última rotonda del Muelle de España. Otro motivo de orgullo ceutí.
Y está tan admitido, que hasta las calles tienen dos placas, una debajo de otra para que nadie se llame a engaño cuando preguntas por un sitio y luego encuentras que no se llama así. Los ceutíes tienen calles, plazas, playas o locales que aparecen de una forma en los mapas y de otra muy distinta en el vocabulario popular. Toma nota porque esto es importante: la válida será siempre la del pueblo. Hasta tal punto, que es muy probable que si preguntas por el nombre oficial el ceutí no sepa indicarte hasta no tener todas las pistas de "cómo se conoce aquí". Así por ejemplo escucharás como llaman La Ribera a la calle de la Independencia; la del Mercado a la avenida Alcalde José Victori Goñalons; al barrio de San José, simplemente Hadú; o al 'Chiringuito de la Ribera' como 'el Hussain', dueño del restaurante. Y así, casi todo.
Levante y poniente monopolizan conversaciones y no solo en el ascensor. Si hay algo que influya en la vida de la ciudad son los vientos. Tan importantes son, que sería difícil imaginar un encuentro entre ceutíes en el que no se mencione cómo está el levante o si para la semana siguiente se prevé poniente. Especialmente si se avecina una boda. El levante, "mucho más húmedo, deja el pelo encrespado, la ropa no se seca, no estás confortable, notas la humedad constantemente", cuenta Dolores García Pérez-Regadora, gerente de la Biblioteca y de la agenda cultural de la misma. "Nosotros lo vivimos al revés que en Cádiz. Allí es malo el poniente y aquí, el levante". En lo referente al cuerpo, las personas que tienen cicatrices perciben peor el poniente, porque es más seco y tiende a contraer la piel, mientras que el levante dificulta la curación de las heridas, por poner un ejemplo de cómo afecta a la salud sin entrar en reumas o lesiones óseas, que también.
Los vientos llegan hasta la despensa ceutí, incluido el pan, por lo que los panaderos tienen que tenerlos en cuenta siempre. En el tema de las salazones, levante seca el pescado más lentamente y más rápido si es poniente. Pequeñas cosas, que se hacen grandes para la vida cotidiana.
El deporte es el rey de la ciudad y como a tal se le venera. La presencia militar ha influido en los hábitos saludables de los ceutíes que no desperdician los paseos que se han construido en las playas o alrededor de los dos montes de la ciudad para caminar o correr. También hay parques habilitados para practicar todo tipo de ejercicios y mantenerse en forma.
Eso sí, el domingo es el día por excelencia para plantarse las mallas y fomentar, con energía caballa, esa afición deportiva. "Hay tres escuelas de senderismo, una de montaña y otra de piragüismo", cuenta Dolores como una evidencia clara de la actividad deportiva de la ciudad a la que ella misma se suma.
Son pocos los ceutíes, independientemente de la religión, que no se persignan al pasar ante la imagen del Cristo que custodia Ceuta desde el puente que atraviesa el foso de las Murallas Reales. Antiguamente, este paso era levadizo y se usaba para salvaguardar a la ciudad de posibles ataques o entradas indeseables. Traspasar ese umbral y salir al campo de Ceuta –como se sigue llamando hoy en día a esa zona al margen del nombre oficial del barrio– te exponía a situaciones para las que mejor persignarse por si las moscas. Relacionado con este detalle, se mantiene 'el cañonazo de las 12', hora en la que el Regimiento de Artillería Mixto de la Comandancia de Ceuta lanza desde el Monte Hacho un disparo que se escucha prácticamente en toda la ciudad.
Hace años, este zambombazo anunciaba precisamente la apertura o cierra de las puertas de la urbe a través del puente. Hoy es una tradición más que se ha mantenido con el paso del tiempo, como el propio saludo religioso al Cristo de los Afligidos.
Si por casualidad pasas el Día de Todos los Santos en Ceuta prepárate para instalarte en el campo, al más puro estilo caballa. Solo necesitas una mochila, productos de temporada –distintas frutas, nueces y castañas para asar–, una tienda de campaña si la intención es dormir la noche del 31 fuera y acoplarte a algún grupo de amigos o familiares. Lo importante es compartir el día 1 de noviembre rodeado de seres queridos y rememorar esta tradición local de origen confuso.
Algunos dicen que se remonta a la época de la Guerra de África y aquella jornada que se conoce como la Loma de las Mochilas; otros lo asocian a las visitas que hacían los ceutíes al cementerio, siempre con un morral cargado de provisiones por si las mareas los dejaban aislados y tenían que pasar allí la noche. Sea como fuere, hoy en día es un ritual del que participa la mayoría de los caballas. Los niños reciben su bolsa emocionados para cantar por las calles el estribillo que se repite desde hace años: "Mi mochila no se la come ni el gallo ni la gallina, se la come mi barriga".
La devoción en Ceuta a este médico, que a principios del siglo pasado atendía a quienes más lo necesitaban y compraba a sus pacientes las medicinas para que se curasen, es la que más consenso suscita entre la población. Da igual a cuál de las cuatro religiones que se practican se pertenezca. Casi todo el mundo tiene en su casa una estampita de este santo civil al que se le atribuyen numerosos milagros.
El 18 de julio del 36, le detuvo la Legión y fue asesinado en la playa del Tarajal posteriormente. Hasta en el informe del Consejo de Guerra se reconocía su dedicación a la gente humilde. 60 años más tarde, un alcalde del PP inauguró una estatua suya en bronce delante del Ayuntamiento y se le construyó un mausoleo, donde siempre hay flores. Hasta se ha institucionalizado un día en su memoria como si formase parte del santoral. No hay ceutí que no te hable de él y te regale una estampita para compartir una fe, que trasciende a todos los credos.
Hay figuras que solo se pueden encontrar en Ceuta: el vitaminas y el meble. Los dos deben el mote a la palabra que gritan para atraer a sus clientes. El primero se mueve por las playas vociferando "¡vitamina, vitamina!" entre toallas y sombrillas. Sus productos son frutos secos y chucherías, no sabemos si tan necesarios para el organismo como las propias vitaminas pero con mucho éxito entre los caballas playeros.
El meble es un marroquí que se pasea por las calles anunciándose tal que así: "Meble, meble", que en realidad sería una variante de la palabra española "mueble". Con esta llamada se le identifica tan fácilmente como en tantas partes del mundo se sabe que se acerca el afilador por la música de su flauta de pan. Este personaje ambulante intercambia mobiliario, vajillas u otros enseres caseros de los que uno se quiera deshacer por otros que lleva él mismo. El trueque se cierra cuando las dos partes alcanzan un consenso.
Si pretendes comportarte como un ceutí de pura cepa, pide un campero. Además de en brochetas o en tapa, los típicos corazones de pollo aderezados con especias morunas, se comen aquí entre pan y pan. Concretamente dentro de un mollete, más grande que los que se ven en la vecina Andalucía, acompañados de una base de lechuga, tomate, cebolla, queso y mayonesa. Para los más reticentes a la casquería, tienen mucho éxito en las numerosas bocaterías que salpican la ciudad autónoma los de pechuga de pollo o el de pinchito de ternera. La mayoría lo pide a domicilio o en autoservicio para darle un buen bocado en la playa o sentados en alguna plaza.
Cuando los caballas van al centro de la ciudad dicen: "Voy a Ceuta". Como si los barrios de los alrededores y cualquier casa que se construye fuera del núcleo estuviese muy lejos, aunque no se tarde ni 10 minutos en coche. La vida se cuece en el corazón de la urbe y hay calles casi construidas para mirar y ser visto: Paseo Revellín, Camoens y Real. Zona de bares y tiendas dan movimiento al centro neurálgico, que rebosa mañana, tarde y parte de la noche.
Revellín se inicia con el espectacular edificio Trujillo, cuya escalera helicoidal es digna del instagramer más exigente, si miras al cielo desde la planta baja el sol ilumina una estrella de Salomón. Paseo hacia arriba uno se va encontrando con plazas perfectas para un garbeo, como la de Nelson Mandela construida por el arquitecto Álvaro Siza, blanca y diáfana. También atrae las miradas la Casa de los Dragones. Pero aquí, el atractivo primordial está en las terrazas, que se llenan al atardecer y se convierten en una paseíllo de saludos y charlas cortas entre los vecinos.
La noche ceutí se inicia en la plaza del Teniente Ruiz, donde tres locales reciben a jóvenes y maduros con ganas de fiesta. Todos se unen y mezclan en esos momentos que dan la bienvenida a la marcha en el 'Pub Tokio', el 'Miró' o el 'Dylan Café'. Cuando las horas avanzan, la masa se divide para bajar hasta el Poblado Marinero, zona de bares y discotecas, donde los principiantes van a la 'Sala Velvet' y los veteranos al 'Pub La Nuit'. O ya fuera de esta zona, al 'Dublín'.
La noche acaba o el día empieza, según cómo se viva, con un buen desayuno en la 'Cafetería Manhattan', el primer local que amanece con la ciudad a las 6.30 de la mañana y que sirve dos de sus especiales: el batido zah zah y un crep salado, capaz de resucitar a un muerto. Una buena despedida para los que ya se marchan a dormir o un empuje vital para los que están dando los buenos días.
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