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Cuánto paseante, cuánto runner y cuánta bicicleta. Nunca nos vimos en otra y nunca recorrer y descubrir espacios urbanos cercanos fue tan divertido, ni tan importante. A Coruña es una ciudad creada sobre el mar, cuyo centro se encuentra literalmente entre dos aguas y cuya extensión creció hacia las laderas y montes cercanos. Aquí, como en cualquier otra ciudad de España, los vecinos se calzan las deportivas y salen patear en una nueva costumbre que nos obliga, aunque sea para no cansarnos de ver siempre lo mismo, a innovar recorridos y abrir mucho más los ojos de lo que la rapidez de nuestra otra vida, la antigua, nos permitía.
A continuación, algún que otro recorrido e idea apto para paseantes y familias, con o sin equipamiento deportivo, residentes (o visitantes, cuando la desescalada lo permita) en A Coruña.
Lo sentimos por los no coruñeses pero aquí tenemos mucho mar alrededor. A Coruña está situada en un pequeño istmo, es decir, está rodeada de mar por todas partes menos por una. Los barrios privilegiados lo tienen a tiro de piedra, es decir, de kilómetro, y los que menos, a golpe de vista de pájaro o de paseo en bicicleta.
Nuestro recorrido de favoritos marítimos tiene que empezar por la zona de la Torre de Hércules. No por típica es menos bella, ni puede que encuentres un enclave de mar más salvaje a la par que cercano a un núcleo urbano. Pasear asomada al mar por los senderos que rodean la torre que, según cuenta la leyenda escrita por el rey Alfonso X el Sabio, fue construida por Hércules para conmemorar su victoria sobre el gigante Gerión, sin duda despeja una mente cargada de pandemias. También asomarse hasta los acantilados de la punta Herminia, presidida por la Caracola de Moncho Amigo recientemente restaurada, o pasear por senderos de césped, árboles y rocas hasta llegar los Menhires. Bajarte a una de las pequeñas calas a tocar la arena y mojarte los pies. Un auténtico lujo.
El Paseo Marítimo que rodea gran parte de la ciudad es otro de los grandes puntos de paseo en estos días. Bordea las playas urbanas de Orzán y Riazor, aunque estas zonas suelen estar bastante transitadas por paseantes estos días de semiencierro. De poder, con permiso de la zona de la torre, el tramo entre la urbanización Adormideras y el Castillo de San Antón, antigua cárcel y hoy museo, es muy buena opción para respirar mar y otear la vecina punta de Mera. La ruta incluye también el dique de abrigo, con su mítica torre de control marítimo, acristalada y en forma de H, y los pantalanes del Naútico plagados de barcos de recreo.
En la zona opuesta de la ciudad, al otro lado de la bahía que preside la Torre de Hércules, el paseo marítimo se extiende desde la torre Milenium hasta O Portiño, otra zona de paseo totalmente peatonizada estos días, que rivaliza en belleza y brisa marina con la torre, es menos transitada, y presume de una de las puestas de sol más bonitas de toda la ciudad.
Mientras los museos tradicionales no vuelven a la normalidad, ¿por qué no disfrutar de otro tipo de arte, en plena calle y a plena luz? Es el llamado arte urbano –no confundir con el grafiti ya que no recurre a letras–,un movimiento que, a rasgos generales, permite a sus seguidores salirse del lienzo a la calle, expresarse a lo grande e intervenir espacios públicos y privados. Como Erre con Erre (@errewitherre), que convierte con nocturnidad y alevosía fotografías de A Coruña o de autores coruñeses en obras en blanco y negro sobre muros abandonados, puertas descascarilladas o cajetines de la luz. Prueba a buscar su obra por la Ciudad Vieja (en la calle de la Sinagoga, en la plazuela de la Cortaduría o en la calle Zapatería), por la zona de la Torre de Hércules o en el mismísimo paseo marítimo (Av. de Francisco Vázquez), donde por encargo pintó a una icónica mujer y su cámara en la puerta de un garaje.
En el contiguo barrio de Montealto, también por encargo –en este caso del Ayuntamiento, dentro del programa de revitalización de espacios públicos Ruarte–, los vecinos conviven con una preciosa representación del río Eume en un muro de la calle Antonio Santiago, obra del colectivo Kasomiso e iniciativa del Colectivo Sen Ánimo de Nome. La huella del proyecto Ruarte se extiende también en el céntrico barrio de Ensanche, por ejemplo, en la Marineda soñada de Lugrís, una obra restaurada por Kse que descansa sobre un muro exterior del Eusebio da Guarda, un emblemático edificio de finales del siglo XIX que acogió entre sus aulas al mismísimo Picasso. Si continuamos paseando por el barrio, en el viaducto de la calle Costa Rica, la pintora Paula Fraile dejó su particular explosión de color y, en las escaleras de la calle Falperra a la Ronda de Nelle, Eva Seoan plasmó a unas atareadas y coloridas lavandeiras.
Algo más alejado del centro, entre el hospital C.H.U.A.C. y Matogrande, en el amplio parque Eiris, podrás ver los caracoles integrados en la naturaleza de Vicente Salvador Aneiros y el estudio Malasombra. Ambos artistas también dejaron su particular y mecánica visión de unos aseos públicos en la Plaza da Cubela, próxima a El Corte Inglés.
Otro parque que merece la pena visitar es el de San Diego, en cuyo viaducto de entrada la artista Iria Fafián imaginó fondos marinos con rocas, algas y piececitos colgando mientras que Lidia Cao se inspiró en la pajarera del parque para intervenir un amplio muro. También por la zona, en la calle Caballeros, frente a la estación de autobuses, el famoso viento coruñés se lleva por delante a viandantes con paraguas, perros y hasta una ardilla, por obra y gracia de Xulia Pisón (diseño) y Leo (ejecución).
Pasearse calle arriba y calle abajo por esta urbanización de chalés, situada en una colina sobre el mar y al lado del estadio de Riazor, puede ser una opción divertida en estos tiempos en los que a nadie amarga una pizquita de imaginación. Sus torreones y sus diferentes y antiguos chalés asomados al mar, sus muros de piedra y las hortensias que salpican sus calles tienen algo de antiguo, de cinematográfico y de especial.
No sorprenderá a nadie decir que esta almendra, impulsada por arquitectos como Eduardo Rodríguez Losada o Santiago Rey Pereira a principios del siglo XX en un área que, en principio, iba a ser un parque, es una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Vivir en un chalé con jardín y en pleno centro puede no estar al alcance de muchos. Pero todos, sin excepción, podemos disfrutar de las diferentes muestras de arquitectura que dejaron para la posteridad.
Un ejemplo lo vemos en la propia casa de Rodríguez Losada, Villa Felisa, situada en la Avenida de la Habana 23, que también fue hogar del mismísimo Camilo José Cela y se encuentra actualmente a la venta. Además de su casa, Rodríguez Losada diseño 76 chalés en la zona del Paseo de la Habana, que se completarían con otras construcciones, como los 28 pareados de Rey Pedreira en el paseo de Ronda, la calle Valle Inclán y la calle Filantropía.
También en la avenida de la Habana, en el número 1, dejó su huella el arquitecto y urbanista coruñés Rafal González Villar, autor de edificios míticos coruñeses como el kiosko Alfonso. Se trata de Villa Molina, una curiosa construcción de estilo ecléctico, que se olvida de la simetría y bebe de influencias austríacas, escocesas e incluso de la decoración del metro. A otro de los grandes de la arquitectura coruñesa, Antonio Tenreiro, autor de edificio del Banco Pastor, se le atribuye otra construcción en la urbanización. La casa y las dos parcelas sobre las que se ubican, están también actualmente a la venta. Ahí lo dejamos caer.
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