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Para ti la nevera es una auténtica fuente de información. Guardas todos los imanes publicitarios que te puedan ser útiles, desde el de 'acierta con la orgánica' con que tirar, o no, al cubo de basura marrón, al teléfono de ese japonés al que siempre pides comida a domicilio, el del servicio técnico de tu lavadora, el del radio-taxi que igual no es ya ni ese número, o el que le regalaron a tu hijo en el colegio con el 112 de urgencias. No te gusta perder el tiempo si puedes tener toda la información a mano. Reconoce que no son los imanes más estéticos del mundo, pero tú eres así, útil por naturaleza.
"La vida es como un espejo, te sonríe si la miras sonriendo", "Cree en ti mismo con tanta fuerza que el mundo no pueda evitar creer en ti", "a veces se gana, a veces se pierde pero siempre se aprende". Ni la madre de Forrest Gump habría imaginado un apogeo tal de máximas buenrollistas cuando le dijo "la vida es como una caja de bombones, nunca sabes cuál te va a tocar".
El fenómeno Mr. Wonderfull con sus ñoños dibujos y sus frases de algodón de azúcar resulta motivador para ti y logra arrancarte una dulce sonrisa mientras notas cómo crece tu autoestima: "Estoy como un queso". "Soy la caña". "Me voy a dar un capricho porque yo lo valgo". Hay frases que te suben la moral. Y si las tienes a la vista, cuando abres la puerta de tu nevera para coger la leche para el desayuno, ya te dan ese empujoncito para comerte el mundo desde primera hora de la mañana.
No lo puedes evitar, eres un foodie a tiempo completo. También a la hora de elegir un imán en tus viajes. De Roma te traes cestas con macarrones y porciones de pizza, de Valencia una paella, de París un croissant de mantequilla y de Munich un bretzel con una buena jarra de cerveza. Ver esos imanes no solo te trae buenos recuerdos de tus escapadas, sino que también recreas esos aromas y sabores que pudiste gozar allí. Todo tipo de comida te vale: simple donut, una sartén con unos huevos fritos o unos tomates de la huerta hechos de resina ponen ese toque de color y alegría en tu nevera. Y te recuerdan la felicidad que procura pegarse un homenaje.
Eres un viajero nostálgico que vas a lo seguro, a ese imán que nunca falta en la tienda de souvernirs: el del monumento o la estampa más icónica de la ciudad que visitas. Imposible irte de Londres sin su Big Ben, de Nueva York sin tu Estatua de la Libertad, de Lisboa sin su Torre de Belém o de Moscú sin una vista de la Plaza Roja que decore tu cocina. Muchos son auténticas recreaciones en miniatura y te alucina tener un poco de todos esos rincones del mundo en la puerta de tu frigorífico. Además, cuando te visitan los amigos o la familia puedes presumir de ser un trotamundos, un moderno Willy Fog que se ha asomado a las cataratas del Niágara y en 4x4 por el desierto del Sahara.
Alabas a tus ídolos incluso en tu cocina. Mitos como Marilyn Monroe, James Dean o Paul Newman reviven en pequeños imanes vintage. Otros, como Jon Bon Jovi, Madonna o Elvis Presley recrean su época de sex symbol en pequeños trozos de plástico, mientras las portadas más míticas de cantantes como Freddie Mercury o los autoretratos de John Lennon se vuelven reliquias para los más fans.
Todos los personajes imaginables caben en un imán, también la reina de Inglaterra con sus mejores galas; Donald Trump con cara de serio; o el Papa Francisco en 3D. Aunque la verdadera joya, son los que juntan al ídolo con un acontecimiento. Por ejemplo, el conmemorativo de la boda de Megan y Harry o el de Hillary Clinton en campaña presidencial de 2016.
El Jardín de las Delicias de El Bosco, Las Meninas de Velázquez, El Beso de Gustav Klim, La noche estrellada de Van Gogh, El David de Miguel Ángel, el Mao de Andy Warhol. Los imanes de museo tienen su público, ese que busca en las piezas magnéticas un pedacito de arte y de historia para llevarse a casa. Hay algunos, como los del Museo Van Gogh que te incluyen hasta el marco, como si se tratase de un auténtico cuadro.
Al intelectual también le delatan los imanes literarios, esos que imprimen una frase célebre de un gran escritor, o que reproducen a personajes como Jane Austin, Frida Khalo o Edgar Allan Poe. "La mejor manera de librarse de una tentación", que diría Oscar Wilde en imán.
Reconócelo, eres un poco friki y te enganchas a todas las sagas y series de éxito. Tu nevera puede exhibir desde personajes de Star Wars como a Chewbacca haciendo surf; a la mano del Rey dorado de Juego de Tronos, el temible Demogorgon de Stranger Things o los hobbits de El Señor de los Anillos.
Tienes hasta el Bella Ciao, aunque crees que es un tema de La casa de papel, en vez de un himno italiano de la resistencia. También te gusta volver a la niñez con esas series de Oliver y Benji, Bola de Dragón o Mazinger Z convertidas en pequeñas piezas magnéticas. Eres una víctima de la cultura pop, igual en breve acabas convertido en personaje.
Eres un nostálgico de los juegos de mesa de toda la vida y toda ficha o carta que puedas convertir en imán, termina colgado en tu nevera. Desde piezas de scrabble o dominó a peones de ajedrez, dados de colores y tarjetas de Trivial. Los tableros de damas en miniatura, los naipes, el cubo de rubik y las fichas de casino tampoco se te resisten. Cada vez que abres la nevera piensas que tienes que echarte una partida ya. Lo malo es que hace años que no agitas los dados. Sin embargo, te sirven para pensar que sigues siendo ese chaval que encadenaba partidas.
Te gustas mucho a ti mismo. Tienes toda la superficie posible de tu nevera forrada de fotos tuyas, y para disimular colocas también las de tu gente. Guardas en las que mejor te ves de tu móvil –cientos y cientos– para luego imprimirlas en imágenes imantadas que rescaten esos recuerdos familiares y de amigos que tienes en la cabeza, desde la graduación de tu hijo, a esa escapada romántica a París o la despedida de soltera de tu mejor amiga.
Gritando como un poseso en la montaña rusa o haciendo una uve con los dedos ante cualquier situación. Siempre tú en primer plano, el resto es secundario. La nevera sería un escaparate vivo de tu vida, año tras año sino fuera porque sigues igual en todas las fotos. ¿Pacto con el diablo o aquí me planto?
Tu afición por el deporte también llega a tu hogar en forma de imán. Eres un auténtico forofo y los colores de tu equipo ocupan el mejor lugar de tu nevera, bien en forma de abrelatas con el nombre pintado, con relieve, troquelados con la forma del escudo o con el rostro de su entrenador favorito.
Hay quien va más alla y opta por lucir el estadio de fútbol a pequeña escala, la cara de un jugador de los Lakers, un imán pop art de Rossi o de Marc Marquez –de Moto GP–, o una pelota de rugby de la Super Bowl americana. El merchandising deportivo ofrece posibilidades infitinas.