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"Mamá dice que la vida es como una caja de bombones, nunca sabes el que te va a tocar". Y tanto. Quién nos hubiera dicho hace unos meses que pasaríamos semanas confinados en nuestras casas, tirando de creatividad para sacarle una sonrisa al día, emocionándonos con cada gesto solidario, intentando ver el lado bueno de las cosas… La madre de Forrest Gump tenía mucha razón, nunca sabes qué te va a tocar, y así lo lanzaba al aire con su inconfundible inocencia este mítico personaje cinematográfico sentado en el que es, seguramente, el banco más famoso de la ficción.
Mucho menos conocidos pero igual de especiales son los bancos que protagonizan estas letras, los que se salpican por las calles de San Sebastián. Testigos mudos de chismes y confidencias, guardianes de primeros besos, butacas de un teatro en el que cada día se estrena La belleza de lo cotidiano. De banco en banco, hemos trazado cinco rutas para pasear por Donosti con otra mirada.
Los jardines de Alderdi Eder se encuentran a las faldas del ayuntamiento de la ciudad y fueron diseñados por el paisajista francés Pierre Ducasse. Significa "lugar hermoso" y así lo llamaban los donostiarras mucho antes de que el 28 de mayo de 1879 se bautizara con ese nombre de manera oficial. Es el principio de la Bahía de la Concha si llegamos desde el centro histórico y el lugar donde arranca esta primera ruta. Los bancos cambian a lo largo del recorrido y no falta el modelo más representativo de la ciudad, un doble asiento pintado en azul y blanco, los colores donostiarras.
El paseo propuesto sigue el trazado marcado por la popular barandilla de La Concha, símbolo de San Sebastián, construida en el año 1910 por el arquitecto Juan Rafael Alday. ¿Un juego para el camino? Te retamos a encontrar dos partes en las que la barandilla es diferente, una en la que cambia de diseño, donde antiguamente se encontraba la caseta real –una caseta móvil para los baños de la Reina– y otra en la que una pieza está al revés.
En el recorrido, también se puede uno detener en el majestuoso 'Hotel Londres'. Abrió sus puertas en 1916 y por él han pasado personalidades como el pintor Toulouse-Lautrec, el director de cine Orson Welles o la espía Mata Hari, que da nombre a la suite más exclusiva del alojamiento. También en los baños de La Perla, una de las muestras de la Belle Epoque donostiarra, que aún conserva la estructura diseñada por el arquitecto Ramón Cortázar a principios del siglo XX.
La Concha acaba en el túnel de Miramar, cuyos 29 metros merecen ser caminados lentamente y con la vista hacia arriba. Su bóveda "te permite sumergirte en la unión subacuática entre la tierra y el mar", tal y como explica Víctor Goikoetxea, artista que dio vida a la obra que ilustra su interior. Al otro lado, unas escaleras te llevan al Palacio de Miramar, construido en 1893 por encargo de la reina María Cristina como residencia del verano al arquitecto Selden Wornum. Un lugar mágico para acabar este paseo, no sin antes empaparte de las vistas mientras descansas en cualquiera de sus privilegiados bancos blancos.
El ayuntamiento es uno de los edificios más bonitos de la ciudad, pero no siempre estuvo dedicado a tal fin. Fue construido en 1887 como el Gran Casino y su estilo sigue la estética de las ciudades balnearias francesas. Representa aquella época dorada a la que puso fin la Guerra Civil, que provocó la venta precipitada del edificio por 100.000 pesetas. Desde el 20 de enero de 1947 es la sede de la casa consistorial.
Siguiendo la ruta de la playa, dejando esta construcción a mano derecha, se llega al Naútico, una explanada de madera al filo del mar donde es costumbre sentarse. Bien en sus estructuras geométricas a modo de banco, bien en el extremo con los pies sobre el agua. Seguimos. Y damos con el puerto, cuyo trazado invita a cambiar el rumbo y dejar la ciudad a la espalda. Al final, la escalera del Aquarium, custodiada por Don Vicente Zaragüeta, quien fuera su presidente desde 1988 hasta 2015, conduce al Paseo Nuevo. Ha tenido diferentes nombres a lo largo de su historia –Paseo Príncipe de Asturias, Paseo de la República y Paseo José Antonio Primo de Rivera– hasta que finalmente el 9 de julio de 1979 se quedó con el de Paseo Nuevo, como se le llamaba popularmente en la ciudad.
Claro que de nuevo no tenía nada. Fue inaugurado por la reina María Cristina en 1916 y rehabilitado por completo en 1998. En él rompen las olas con fuerza y los muros que lo contienen son un balcón al mar que bordea el perímetro del Monte Urgull. Sus bancos están muy cotizados y lucen una imagen más moderna que otros de la ciudad, precisamente por la reciente remodelación. En esta parte de la ruta se encuentra la escultura Construcción vacía de Jorge Oteiza, una obra en acero de 1957 que es todo un referente del arte contemporáneo. Puedes aprovechar para adentrarte en el monte por cualquiera de sus entradas donde, además de naturaleza, puedes explorar y disfrutar de algunos de los bancos más demandados de la ciudad. ¿Por qué será?
Desde el Paseo Nuevo uno puede volver a adentrarse en el casco antiguo por la Plaza de Zuloaga, donde se encuentra el Museo de San Telmo, dedicado a la Sociedad Vasca. Toma el nombre del convento dominico que lo alberga, una bonita construcción que fusiona los estilos gótico y renacentista, y que curiosamente no fue su primera sede. Antes de que se inaugurara esta definitiva ubicación en 1932, pasó por la convergencia de las calles Andía y Garibai y posteriormente por la calle Urdaneta, espacios que se quedaron pequeños según crecía su colección. Más tarde se le uniría un nuevo pabellón, a cargo de los arquitectos Nieto y Sobejano, con su popular muro vegetal adosado a la caída del Monte Urgull.
Los robustos y geométricos bancos de piedra de la plaza se suceden también camino de la Iglesia de San Vicente, probablemente el monumento más antiguo de la ciudad, del siglo XVI. Conecta con Santa María por la calle 31 de agosto, que tiene un especial significado para todos los donostiarras. Es la única calle que se conserva de la antigua ciudad; la única que resistió el incendio del 31 de agosto de 1813, un trágico episodio a manos de tropas angloportuguesas durante las Guerras Napoleónicas.
La Basílica de Santa María del Coro se erige orgullosa y mira fijamente al Buen Pastor, la Catedral de San Sebastián. Esta obra de estilo barroco fue firmada por los arquitectos Lizardi e Ibero y construida a mediados del siglo XVIII. Proponemos, desde aquí, cruzar en diagonal la Parte Vieja de punta apunta, callejeando, hasta dar a la Alameda del Bulevar.
Entre las paradas que no debemos dejar pasar está la Plaza de la Constitución (1817) obra de Ugartemendia, arquitecto relevante en la reconstrucción de la ciudad, y la Plaza Sarriegi, en homenaje al compositor de la Marcha de San Sebastián, donde ondean unos originales bancos de mosaicos. Enfrente, el Mercado de la Bretxa. Y llegada al bulevar, la arteria que separa la Parte Vieja del centro de la ciudad. Antes de cruzar al otro lado, merece la pena detenerse en su kiosko, una estructura de hierro y vidrieras de estilo modernista firmado por el zaragozano Ricardo Magdalena en 1906.
El centro de San Sebastián guarda una estructura de cuadrícula y es un agradable paseo si aprovechamos las calles peatonales, salpicadas de bancos de doble asiento como los de la Bahía de la Concha, pero en este caso mantienen su color original, de madera y hierro forjado. Si se toma ElKano Kalea desembocamos en la Plaza de Gipuzkoa, donde los bancos vuelven a ser los que encontrábamos en Miramar. Presidida por la sede de la Diputación Foral de Gipuzkoa, está formada por un estanque rodeado de jardines donde hay algunos elementos curiosos, como un templete meteorológico, una mesa horaria de mármol blanco y un reloj construido con flores.
Sigue la ruta. Cruzando la Avenida de la Libertad, lo mejor es coger la calle Loiola para evitar los coches, que lleva sin pérdida a la Catedral del Buen Pastor. Data de finales del siglo XIX, es de estilo neogótico e impresiona por su gran verticalidad. A mano izquierda se encuentra la salida hacia el río Urumea donde enganchamos el Paseo del Árbol de Gernika, un agradable recorrido protegido por frondosos árboles. Lo caminamos hasta el Puente de Mundaiz. Y en él paramos. Dirigimos la vista hacia el mar y contamos los puentes que se suceden antes de la desembocadura: María Cristina, Santa Catalina y Kursaal.
Al otro lado nos espera un oasis verde, Cristina Enea, un parque boscoso con especies exóticas y donde podrás toparte con patos, cisnes y pavos reales. Fue en origen el jardín de la finca privada de los Duques de Mandas, donado a la ciudad en 1926. Perderse en él es un lujo y disfrutar de algunos de sus bancos "escondidos" un placer único en la ciudad.
La Plaza de Cataluña es el corazón del barrio de Gros, uno de los más activos de Donosti, de espíritu joven y surfero, y punto de partida de nuestra última ruta. Un espacio de descanso y entretenimiento presidido por la Iglesia de San Ignacio de Loiola del arquitecto José Goikoa, el mismo que se encargó del edificio de la Diputación. En 1897 fue inaugurada la capilla pero no fue hasta 1928 que se terminó la torre.
La zalle Zabaleta saca al mar, al extremo de la playa en los pies del Monte Ulia. Caminando hacia el final de la ciudad teniendo como referencia la costa, se encuentra uno de los grandes "bancos" de San Sebastián, el muro de Sagües. Punto de encuentro por excelencia las tardes de verano, desde donde se ven caer los mejores atardeceres. De ahí hasta el Kursaal se extiende la Zurriola, un paseo imprescindible en cualquier guía de rutas locales. Lo caminamos.
La colosal obra del artista Rafael Moneo, que alberga el Palacio de Exposiciones, es la última parada antes del puente de la desembocadura, que conecta de nuevo con el bulevar. Y si bien la cara principal es impactante, quizá lo más especial se encuentre en su parte trasera, la que da al mar. Ofrece una gran explanada, desnuda; un lugar perfecto para dedicarse un descanso. Un balcón al infinito en el que sentirse afortunado y donde cada año posan ante los flashes las personalidades del celuloide que visitan el famoso Festival Internacional de Cine de San Sebastián que acoge la ciudad desde 1953.
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