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El lema con el que el Guggenheim nos invita a celebrar su XX Aniversario es 'El Arte lo cambia todo'. Aunque sería más correcto decir casi todo, porque para el maravilloso edificio que lo alberga parece que no han pasado los años. Sigue tan espectacular como aquel 19 de octubre de 1997 en que abrió al público. Solo para admirar la lozanía de esta impresionante construcción hay que acercarse a Bilbaoeste otoño.
Proyectado por el arquitecto Frank Gehry, es considerado por muchos su gran obra de madurez. El año pasado fue elegido el museo más bonito del mundo por delante de joyas como el Hermitage de San Petesburgo, los Museos Vaticanos de Roma o el de Orsay de París, entre otros.
Para el visitante la única forma de aproximarse al Guggenheim es a pie, lo que ayuda a apreciar sus rotundas formas. Siempre sorprenden los materiales con los que está recubierto, como la luz y todo lo que le rodea se refleja en las paredes de cristal y titanio haciendo que se funda magistralmente con el entorno urbano donde está ubicado. Su colosal silueta de líneas curvas se ha vuelto inseparable de la ciudad y hoy constituye todo un emblema de la misma. Cuando se inauguró decían que recordaba a un barco encallado en la ribera del Nervión; con el tiempo, se ha convertido en un faro que ilumina y atrae a millones de visitantes a Bilbao.
Una vez allí, antes de entrar, es posible recorrer íntegramente su perímetro. Muy recomendable para descubrir todas las insospechadas perspectivas que nos desvela. Este paseo regala al caminante varios de los highlights turísticos del Guggenheim: joyas de la colección permanente que han sido elegidas y colocadas estratégicamente en diferentes enclaves del exterior.
Para disfrutar de ellas no hay que pagar entrada, así que conviene no perderse ninguna, pero cuidado, porque puede que más de una pase desapercibida. Como Arcos Rojos, de Daniel Buren, situada en el gran puente que cruza la ría y que se diría que abraza una torre del museo. Consiste en un círculo rojo que enmarca la carretera que discurre encima del puente y que se prolonga hacia el cielo y hacia la ría creando un juego de reflejos y movimiento con el agua, el metal y los coches que circulan a través de ella. O la maravillosa Escultura de Niebla, de la japonesa Fukiyo Nakaya, que cada hora crea una cortina de niebla que envuelve una parte de la fachada haciendo que pared y ría se fundan en algo fluido.
Otra obra que trabaja con los elementos es Fuente de Fuego, de Ives Klein. Cinco surtidores alineados en uno de los estanques que en vez de agua escupen fuego. La sorpresa ante la aparición de las llamas se torna fascinación al ver bailar su reflejo en el agua y en la fachada.
También juegan con los reflejos Gran Árbol y el Ojo, de Anis Kapoor, formada por tres hileras de esferas reflectantes que funcionan como espejos convexos; y Tulipanes, de Jeff Koons, un ramo de flores de escala gigante fabricado en acero inoxidable de brillantes colores que imita globos de colores de una fiesta.
Uno no puede decir que ha estado en el Guggenheim si no se ha hecho una foto con sus dos "mascotas" que también forman parte de esta galería al aire libre, la araña de más de 9 metros de altura de Louise Bourgeois titulada Mamá y el inmenso cachorro cubierto de flores, Puppy, obra de Jeff Koons, que nos aguarda en la plaza por la que se accede a la puerta principal.
Con el precio de la entrada se puede ver tanto la colección permanente como las exposiciones temporales. Además incluye la audioguía, una cortesía que aporta al visitante información de las obras expuestas y también sobre el propio edificio.
Todavía nos quedan tres meses para disfrutar de toda la programación especial que el museo ha preparado a lo largo del 2017 para conmemorar sus 20 años de andadura.
Hasta el 9 de noviembre sigue abierta la Retrospectiva de Bill Viola, un recorrido temático y cronológico por la trayectoria de un relevante artista, pionero en el desarrollo del videoarte. Viola investiga figurativa y literalmente en sus obras sonoras y audiovisuales los ciclos de la vida, la muerte y el renacimiento, recurriendo a elementos primarios como el fuego y el agua. Trabajos muy emocionantes, a veces sobrecogedores, que nos plantean interrogantes sobre el sentido de nuestra existencia y nuestro sitio en el mundo, además de mostrar la evolución de las tecnologías de la imagen a lo largo de los últimos 40 años.
En octubre se inauguró Anni Albers, tocar la vista, prominente figura de la Bauhaus en la que entró como alumna y acabó dirigiendo el taller textil hasta su cierre en 1931. Artista y pedagoga, se la considera una inspiradora clave en el desarrollo del arte textil contemporáneo. En la exposición se podrán apreciar numerosos trabajos en su mayoría enmarcados dentro de los medios artísticos en los que centró su trayectoria: el tejido y el grabado. Con ejemplos que van desde sus primeros tapices alineados con los postulados de la pintura abstracta, pasando por los trabajos que realizó a partir de los sesenta investigando las técnicas de impresión modernas (serigrafía, aguatinta, off-set…) hasta las diversas colaboraciones con fabricantes industriales de telas. Una oportunidad única para disfrutar de la belleza, sutileza y modernidad de esta creadora que continuó promoviendo el ideario de la vanguardista escuela durante toda su vida.
Veinte días después de su cumpleaños, el centro abre la segunda exposición dedicada al pintor David Hockney. Sólo por recorrerla está excusada la impuntualidad a la efeméride. Tras la monumental muestra de paisajes de 2012, a sus 80 años el británico promete dejarnos boquiabiertos con 80 retratos y 1 bodegón. Este maestro de la pintura ha realizado con renovado vigor creativo, técnica intachable y magistral factura, una colección de retratos, de amigos, familiares y personajes de la esfera artística de Los Ángeles, ofreciendo una mirada íntima y vívida de la gente que se ha cruzado en su vida en el último lustro.
Antes de salir permítanse un rato de esparcimiento y -por qué no- algún capricho pasando por la tienda-librería. Es un atractivo más de este museo, que también ha cosechado halagos por la disposición del género y la amplitud de su espacio. Un sitio lleno de tentaciones donde se pasa el tiempo volando mientras uno la recorre deteniéndose a apreciar cada artículo disponible. La tienda quiere ser un reflejo del espíritu del museo: vanguardia, modernidad, originalidad, diseño, belleza y arte.
En ella se pueden encontrar desde juguetes únicos, artículos de papelería con imágenes de las obras de la colección, souvenirs del Guggenheim creados en exclusiva por artistas, piezas de diseño artesanal hechos especialmente por prestigiosos creadores como joyas, bolsos, carteras, pañuelos, piezas de porcelana, hasta reproducciones artísticas y obra gráfica original.
Todo esto, sin olvidarnos de la magnífica sección de libros especializada con su selecta oferta de títulos sobre arte, diseño, arquitectura, etc. Que incluye monografías de artista, ensayo, las últimas novedades nacionales e internacionales en revistas del sector, además de publicaciones relacionadas con las exposiciones temporales que acoge el centro.
¿A quién no le gusta regresar de un viaje con algún recuerdo? Pues, sin duda, llevarse a casa el catálogo de una de esas exposiciones que nos ha encantado, unos pendientes de Helena Rohner, una camiseta de Miriam Ocariz o un cuaderno con una reproducción de Alex Katz nos volverá a traer a la memoria todo lo que hemos disfrutado.
Pero Bilbao y sus reclamos artísticos no acaban en la ribera de Abandoibarra. A tiro de piedra se encuentra la otra gran pinacoteca de la ciudad: el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Existe una entrada conjunta que facilita el acceso a ambos. Enclavado entre parques, no desmerece en belleza a su vecino de titanio. Con reminiscencias del legado de Mies Van der Rohe, el actual edificio suma una construcción de corte clasicista de 1945 con una primera ampliación de 1970 y se remató con una remodelación definitiva inaugurada en 2001. Su colección permanente es una de las más interesantes de España. La programación de este centro con más de 100 años de historia suele ofrecer manifestaciones artísticas de primer nivel. Como la Colección de Alicia Koplovich que se enseña al público por primera vez en este museo y que se puede ver hasta el próximo 23 de octubre.
Otras sugerencias para el que se acerque a Bilbao interesado en volverse a casa con una buena panorámica de su escena de Arte Contemporáneo son:
Galería Carreras Múgica. Esta galería de arte con mas de dos décadas de historia, se trasladó hace tres años a su ubicación actual. A escasos 10 minutos del Guggenheim en la Calle Heros, número 2. La impresionante rehabilitación del local que ocupa un antiguo almacén de papelería se ha ganado la visita por meritos propios. Su programa se nutre de los más importantes artistas vascos del momento. Este otoño proponen una exposición del escultor Ángel Bados, representante del grupo de escultores vascos de los 80 en la nave central y otra en de Manu Uranga y que presenta una instalación con vídeo y escultura en el espacio del hall.
BilbaoArte. Situado en el barrio de Bilbao la vieja es una institución dependiente del ayuntamiento que nació a rebufo del efecto Guggenheim. Ubicada en las antiguas escuelas Urazurrutia ofrece equipamientos a los artistas para que realicen sus proyectos creativos y desarrolla una variada programación anual que incluye cursos, seminarios, conferencias, exposiciones, etc. Es donde hay que ir para conocer el tejido creativo más emergente de la ciudad. De él han salido algunos de los artistas más relevantes del panorama vasco. Actualmente hay una treintena de artistas trabajando en sus instalaciones. Se debe consultar su oferta de actividades abiertas al público.
Espacio Marzana. Encontramos esta galería de arte a 5 minutos andando por la calle Marzana, una de las principales de este barrio de moda y considerado el "Soho" bilbaíno, en el que han emergido locales muy apetecibles. Fundada en 2001,desde sus inicios ha compaginado propuestas de artistas emergentes con aquellos de carreras ya más consolidadas.
¡Y que cumpla muchos más!
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