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Cuenta Luis Buñuel en Mi último suspiro, su libro de memorias, cómo, al final de su vida, cuando no solo es que tuviera prohibido el alcohol sino que ya no lo toleraba de ninguna manera, seguía haciendo el ritual de preparar su dry martini diario para tan solo llevárselo a los labios, olerlo y después tirarlo. Cuando uno está retirado de la montaña por necesidades familiares o laborales, por impedimentos físicos o sencillamente por la edad, igual que Buñuel uno puede seguir llevándose a los labios una magnífica montaña desde la incomparable explanada de Vegabaño en la pedanía de Soto de Sajambre (municipio de Oseja de Sajambre).
El valle de Sajambre es una rareza leonesa incrustada en un extremo de los Picos de Europa. Desde el pueblo de Soto podemos coger una pista que en unos 20 minutos nos coloca a una altura nada despreciable, desde la cual dejaremos el coche y después de caminar 10 minutos, pasando un portillón que ya solo permite el paso a los profesionales de la ganadería, nos plantaremos en el magnífico refugio de Vegabaño, punto de partida de la gran escalada que se puede llevar a cabo en los Picos de Europa: el acceso a la cumbre de Peña Santa de Castilla.
Una vez en el refugio es un placer echarse la siesta al lado de uno de los arroyos que por allí se desatan. Enfría la botella de sidra y da un ligero paseíto por todos los prados que rodean el refugio. Antes de volver, con la luz de la tarde, hazte un autoretrato a la altura de Edmund Hillary: tú delante y los magníficos molares de Peña Beza riéndose de su incapacidad para subirse a horcajadas de ella, detrás.
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