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El chico de delante ha pegado un respingo cuando la iglesia se ha estremecido, y su madre ha ahogado una risa. Tarda segundos en asimilar que su cuerpo también ha vibrado con las notas del órgano de la iglesia de la Asunción, en Torrelavega, Cantabria. Después de triscar por los picos de Europa, del cocido lebaniego y del poco rato en la posada para la ducha, no le han quedado fuerzas para batallar contra el concierto de órgano.
Ahora piensa que no está mal. Pero nada mal. Es más, está alucinando viendo cómo se mueven las manos y los pies del hombre que toca esta máquina de sonidos. Mira el programa de los padres. El músico que arranca a tubos y teclas tales registros se llama Juan de la Rubia, y es para muchos el mejor organista joven de este país, de Europa y puede que del mundo. Director de orquesta, pianista y un genio.
"Apoteósico", murmura el padre del chaval (¿17 años?) al final del concierto, mientras abandonan la iglesia que ha estado abarrotada de gente, algo no tan habitual en este tipo de conciertos. "Interesante y curioso, teníais razón", concede el joven.
En una esquina de la puerta de la iglesia, Enrique Campuzano, presidente de la Asociación de Órganos y vecino de Torrelavega, sonríe al oír la conversación. "A los jóvenes hay que enseñarles lo que es un instrumento como este, no solo por fuera sino también por dentro. Las fachadas, aunque son importantes, no desvelan lo que esconde el interior, lleno de secretos".
Campuzano además es director del Museo Diocesano de Santillana del Mar, pianista, organista, amante del instrumento hasta el punto de trabajar gratis en la restauración de ellos por todo el norte, con tal de que sus maderas, sus tubos no se estropeen más en la oscuridad de iglesias o catedrales.
El órgano es un gran desconocido y, sin embargo, pocos instrumentos han estado más cerca de tantas generaciones. Durante casi 1.000 años ha estado presente en iglesias, colegiatas, catedrales, conventos, monasterios, colegios religiosos... El sacristán y el órgano, junto al armonio, están instalados ennuestra memoria y nos atrapan cada vez que asistimos a una celebración en iglesias, colegios, catedrales. Pero no forma parte de nuestros divertimentos cotidianos.
"Las nuevas generaciones no tienen rechazo al órgano. Quizá eso se dio entre los que vivimos el Franquismo y vinculamos la iglesia con aquellos tiempos. El problema entre la gente menor de 40 años es el de siempre, no sabemos enseñarles música clásica. No les brindamos la oportunidad de ir a conciertos, tampoco a los conservatorios. Se fomenta mucho más el piano, porque es más cómodo y barato para tenerlo en las academias", explica el organista y restaurador.
Lleva tiempo luchando por lograr atención por parte de Patrimonio del Estado, de Cultura y de las autoridades autonómicas con menos éxito del que él desearía. Mantener y restaurar un instrumento musical tan arraigado en nuestra cultura y que se extingue sin remedio es un reto complicado.
"Todos tenemos amigos que vienen de vacaciones del extranjero encantados porque han ido a escuchar un concierto de órgano en Praga, en Viena, en Budapest, en París... ¿A cuantos conciertos han ido aquí? ¿A ninguno? ¿A uno?", se queja Enrique. La tristeza del pianista se entiende cuando le pedimos tres pinceladas de historia.
Inventado en el antiguo Egipto, a partir del año 1000 se incorpora a la música religiosa de Occidente y comienza su evolución en tres etapas. La flamenca (por favor, no se olviden de incluir en su visita a El Escorial los órganos del monasterio); la etapa barroca, que es la clásica del órgano, y la romántica. La neoclásica surge después de la II Guerra Mundial.
Hay órganos fantásticos por todo el país, tanto de la época barroca como de la romántica. Pero una ruta del órgano romántico por el Cantábrico, mientras recorres el Norte a pie, en coche, en bici o en tren, nos parece una propuesta de lujo. "Eso pensé yo. Después de una jornada trotando y saboreando estas tierras cántabras", comenta Campuzano unos días después del concierto de De la Rubia en Torrelavega.
"Acabar la tarde en un concierto de órgano en la paz de una iglesia o de una catedral puede ser maravilloso, ¿no?". Y continúa: "Los órganos románticos repartidos por San Sebastián, Vizcaya, Cantabria, Asturias, Lugo o Santiago de Compostela son un tesoro. Mi idea era vincular la experiencia a la del viaje en el tren Transcantábrico pero... se perdió en un cajón de la burocracia", se lamenta.
Nosotros, viajeros de todos los estilos (por senderos, por raíles o por encima de las nubes o del agua) que no dependemos de la burocracia, retomamos la idea del itinerario del órgano romántico del presidente de la Asociación de Órganos de España.
Ha llegado el otoño y los conciertos se retoman en las ciudades, en las iglesias y en las catedrales de pueblos y provincias. Los que crecimos con los secretos del monasterio de El nombre de la rosa, de Umberto Eco, o con los misterios de las criptas repartidas por toda Europa, tenemos la oportunidad de arrastrar a "los otros", los de Juego de Tronos y Harry Potter a las notas del instrumento musical más completo.
"El órgano da 12 notas con las manos y dos o cuatro con los pies. Es la armonía. ¿Que como me enganché a esto? Fui el lazarillo de un organista de Torrelavega, Félix Apellaniz y me quedé atado a esta música. Cuando volví de Madrid de estudiar Historia del Arte y de la Música, ya estaba metido en esto hasta el cuello. Si Bach era capaz de recorrer 300 kilómetros a pie para escuchar a su organista preferido, nosotros, los que peleamos hoy por este patrimonio, no podemos rendirnos". Es obvio que Campuzano sigue en su idilio con el órgano.
Para quienes tienen la suerte de hacer una excursión a Madrid este otoño, o a quienes viven en la capital y quieren engancharse a este idilio, una forma con éxito de hacerlo es acudir a los Bach Vermouth del Auditorio Nacional que, por cierto, para Campuzano es la gran sala de conciertos de España con un órgano moderno como Dios manda.
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