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Cada vez que el protagonista de una teleserie o una película llega a casa lo primero que hace es servirse una copa de tinto como antídoto al estrés de la jornada. Pero hace décadas no era así. El actor o la actriz se dirigía al salón y, en su bar particular, se servía un copazo de licor en un estupendo –y caro– vaso de cristal de roca tallado.
La moda de la copa de vino ha venido impuesta principalmente por dos importantes razones. La primera es que los apartamentos en las ciudades disponen de poco espacio para montar un set bar y, por ende, se opta por una pequeña vinoteca o unas cervezas en la cocina. El otro motivo es que en estos tiempos se prefiere tomar un copazo socializando en la barra de un local. Pero estas semanas de confinamiento han vuelto a poner en valor el mueble bar, sobre todo, en pleno auge de los combinados. Además, nos permiten ahorrar en consumiciones y cuentan con el plus de ser altamente decorativos.
En el intrépido y estimulante concurso televisivo Batalla de Antigüedades dos parejas norteamericanas tienen que adquirir muebles vetustos en un mercadillo y darles una nueva utilidad. Pues bien, la mayoría de ellos eligen hacer un mueble bar. Y es que, si se es un poco mañoso, se pueden crear auténticas joyas que se conviertan en el foco central de nuestro salón. Ahora que se pasa más tiempo en casa, el aperitivo, la hora feliz o el afterwork los hacemos recostados en el sofá y estos enseres demuestran su gran utilidad para almacenar vasos de todos los tamaños, licoreras, botellas, cocteleras, medidores, hieleras… amén de otros enseres necesarios y adecuados para hacer nuestra preparación favorita. Eso sí, al final depende siempre del espacio que se disponga para colocarlo.
En los años 60 y 70 era muy habitual en las casas españolas tener en la librería del salón un apartado –con puertas y llave para que los niños de la casa no accedieran fácilmente– donde se guardaban todo tipo de licores. Hoy, aquellos espacios –casi siempre forrados de espejo y de olor característico– han desaparecido. Pero que no cunda el pánico, porque tanto si se tiene una pared amplia o un rincón más o menos espacioso siempre hay opciones llamativas e interesantes.
Se puede elegir, por ejemplo, un mueble bar en toda regla, con su barra y sus taburetes incluidos. Su origen está en las décadas de los veinte y treinta del siglo XX en Estados Unidos y no cabe duda que aún en tiendas vintage –o que recrean muebles de otras épocas– se pueden encontrar piezas de estilo retro en las que no faltan baldas, espejos y hasta luces interiores. Aunque hay modelos mucho más en boga con las corrientes estéticas actuales, por lo que podemos encontrar barras minimalistas o de estilo industrial, e incluso imaginativas, como las que transforman la carrocería de una scooter o un bidón.
Los aparadores son aquellos muebles recios donde se guardaba la vajilla, la cubertería de plata y la mantelería bordada a mano heredada de la bisabuela. Hoy, aquellos impresionantes muebles que ocupaban buena parte de la pared del salón se han visto reducidos a la mínima expresión y sus funciones se limitan –oh, destino– al mueble bar. Los hay metálicos de aire industrial, de madera con rollo rústico… pero todos ellos tienen un tamaño pensado para las viviendas modernas.
Otra de las alternativas es un carrito de bebidas o, como su popular nombre define, una camarera. En un principio, se utilizó para llevar el menaje desde la cocina al comedor, ahorrando así tiempo en viajes. Ahora, se ha convertido en el perfecto carrito de bebidas, ya que ocupa poco espacio y puede llenarse con copas bonitas y aquellos licores que se descubrieron durante la última escapada de fin de semana. El mercado ofrece múltiples modelos, desde las elegantes en metal dorado hasta las profesionales, pasando por las de exterior o las que recrean modelos de otras épocas. Es más, en las almonedas hay auténticos tesoros dignos de recuperar.
También se puede optar por un mueble bar pop up, o sea, elegir una mesita auxiliar que se pueda utilizar para otros menesteres sobre la que colocar una bonita y amplia bandeja –si es de materiales naturales estilo étnico o metálicas pintadas, mejor que mejor–, una cubitera para el hielo –preferiblemente vintage– y, por supuesto, una magnífica cristalería: copas para gin-tonic o para cóctel, una elegante coctelera y unas damajuanas o licoreras de cristal –tallado o no– tan decorativas.
Una vez que hemos colocado el mueble bar en casa… ¿Con qué se llena? "Con la bebida espirituosa favorita, azúcar, algún cítrico en la nevera y una bolsa de hielo en el congelador", asegura Hugo Díez, de la escuela de coctelería malagueña 359 Cocktail. Ahora que los combinados se han puesto de moda, no está de más hacerse con el equipo básico para hacer los mixes favoritos.
Existen estuches que se pueden guardar en cualquier parte e, incluso, llevar de viaje. Jorge Morán, director de la Escuela de Coctelería de Madrid (ESCOM) desvela cuál es el utillaje que no puede faltar en casa. "El kit básico de bartender suele ser muy asequible e incluye un vaso medidor de gran capacidad, que es esencial para hacer mezclas, un jigger o vaso dosificador que posee dos medidas –conos–, generalmente una pequeña para alcoholes y otra para otros líquidos como zumos, agua y demás; una bar spoon o cuchara de bar de gran longitud que permite llegar al fondo de los vasos para poder realizar las mezclas adecuadamente, además, tiene una característica forma en espiral, para que durante el removido no se pierda gran cantidad de burbujas, sobre todo de las bebidas carbonatadas" enumera Morán.
Este kit debe incluir otros elementos, según indica el director de ESCOM, "un mortero para machacar determinados ingredientes y extraer sus sabores –esencial para hacer un buen mojito–. Un shaker, que es la herramienta icónica de un bartender, que sirve para mezclar y enfriar los preparados. Está compuesto por tres utensilios que son el vaso, la tapa o cubre vaso y el tapón. Para terminar, un colador: aunque todos tenemos coladores en casa, en coctelería utilizamos uno en concreto que ofrece grandes ventajas, se trata del colador de gusanillo o Hawthorne".
En cuestión de bebidas prima el paladar de cada uno. Un vermú, seco o dulce, que se pueda enfriar con unos hielos; unos licores, como el brandy o el coñac, para saborear sin prisas y servido en una copa grande de cristal; un whisky como aperitivo solo, con soda o agua y servido en vaso amplio y corto –no en el de las discotecas–; ron para elaborar mojitos o ginebra para preparar el gin-tonic del afterwork. La cuestión es organizarse y ver cuáles son las bebidas preferidas de cada uno. Eso sí, se puede tener en el mueble bar un recipiente donde guardar frutos secos, deshidratados o algún otro acompañamiento gastronómico.