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Inclinada hasta instalar en su cuerpo una línea imbatible paralela al suelo, la bailarina se sustenta solo sobre la pierna derecha. Gesto resignado, la cabeza apoyada en una mano, absoluta tensión en la otra. Al tiempo ha liberado el otro pie, la falda convertida en ala le hace volar libre, lejos del sitio que habita. Es la bailarina y coreógrafa Martha Graham tal y como aparece en un retrato de Barbara Morgan.
Esta imagen inolvidable, para muchos inexcusable en cualquier selección de la historia de la fotografía, es fruto de la intensa relación que Morgan mantuvo con la bailarina, pero sobre todo de su carácter rupturista y capacidad de expresar los sentimientos. La foto, Letter to the World, es danza contemporánea, pero por encima de esto es sentimiento intenso e irresistible, valentía e innovación. Imagen rompedora de los patrones al uso en que se hizo, ese pie en el aire es una patada a los convencionalismos de aquel tiempo. Así fue la vida, así es la obra de Barbara Morgan.
El Museo Nacional del Romanticismo de Madrid ha reunido una selección de imágenes de Barbara Morgan, no demasiadas, unas 30, pero son tan hermosas y delicadas como la sala de exposiciones temporales que las acoge. Apenas divulgada su obra en nuestro país, el festival PHotoESPAÑA quiere borrar esta carencia en una edición especialmente femenina con esta brillante exposición de una figura considerada clave en la historia del Octavo Arte, que permanecerá abierta hasta el 26 de septiembre.
El personal punto de vista de Barbara Morgan y la intensidad con que vivió la fotografía le permitió capturar algo que hasta entonces apenas había dejado huella en los negativos: la energía, el ritmo, la esencia de sus personajes. Lo señala la comisaria de la exposición, Pía Ogea, al señalar la frase tantas veces repetida por la artista: “Sea danza, fotomontaje, personas o naturaleza, en mi obra, abstracta o realista, no puede faltar el ritmo vital”.
Destacó la artista por una novedosa visión de la danza y de sus protagonistas, pero del mismo modo lo hizo en aspectos tan experimentales como los fotomontajes y los dibujos de luz. Influida por el trabajo de gente como Man Ray y László Moholy-Nagy, desarrolló un espíritu rompedor y activista en un tiempo temprano y especialmente poco favorable para la mujer: los años 30 y 40 del siglo XX.
Pintora de vocación, estudió Bellas Artes en la Universidad de los Ángeles, donde después ejercería de profesora. Durante un tiempo se dedicó a la pintura, exponiendo en diferentes ocasiones. Su matrimonio con Willard Morgan, fotógrafo y representante en Estados Unidos de las cámaras Leica, le cambió el chip y dejó los pinceles para tomar los objetivos.
Artista, esposa y madre de dos hijos, compaginó tareas domésticas y afán creativo, quedándose tantas noches sin dormir. Trasladada la familia a Nueva York, se integró en la vanguardia intelectual de la ciudad, donde falleció en 1992.
Inconformista y rompedora, la cámara de Morgan se convierte en esa arma cargada de futuro tantas veces señalada que marcó el camino de muchos fotógrafos. La belleza formal de sus retratos, como el impresionante El Penitente, junto con algunos de sus impensables fotomontajes, entre los que destaca el que dedicó al magnate Heart. Ambos expuestos en la muestra, hablan del valeroso e innovador quehacer de la creadora norteamericana.
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