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A Sofía Moro le emociona y perturba cada retrato que hace. Cuando la fotógrafa se coloca tras la cámara para el momento final, ya ha transcurrido un tiempo escurridizo, largo, desde que empezó a estudiar el rostro que la espera. La artista lo ha empleado en observar a la persona, el movimiento, el aire que se desplaza alrededor del protagonista de su cámara.
"Busco estar lo más cerca posible de lo que a mí me transmite la persona. Que sean conscientes de que es una versión de ellas mismas. Por eso miro, observo, sigo sus posturas y luego pido que posen como he percibido que son. Es un trabajo bien bonito de hacer", explica Sofía, con esa mezcla de modestia y seguridad en sí misma que gestiona lo mejor que puede.
Está feliz, porque desde el 2 al 15 de noviembre en las marquesinas de Madrid se podrán ver los retratos de 'Cuidadoras' –un título que no necesita más palabras–, siete mujeres que desempeñan ese papel con muy diferentes perfiles. Un proyecto de PhotoEspaña y el Instituto de la Mujer (Ministerio de Igualdad), con el que Moro se metió ya este verano, recién salidos de la pandemia. La idea de esta colaboración era sacar "a la luz aquello que permanecía invisibilizado, minusvalorado o incluso despreciado: aquellos empleos y labores que resultaron ser esenciales para la reproducción de la vida y que, en realidad, siempre lo fueron", según se describe en el proyecto inicial.
"Empecé en Galicia, en el mercado de Aguieira con Teresa, que cuida a sus tres nietos: Antón, Nacho y Lucas. Además de ocuparse de su huerto y de vender en el mercado sus estupendos pimientos y tomates, que yo le compro". A una profesional que ama su oficio y cada día se asombra de ser una privilegiada por tener la oportunidad de ejercerlo, que le encargaran siete fotos de mujeres anónimas y actuales le pareció fascinante, más en los momentos que vivimos.
Encontrar algunos de los perfiles que le habían encargado no ha sido fácil. "Es el caso Jennifer, ama de casa española, con una niña y de barrio obrero (Vallecas). Son una especie en extinción, porque ya no se puede ser ama de casa sin trabajar en otra cosa. De hecho, Jennifer está en paro con un bebé de año y medio".
A la abuela gallega y al ama de casa, joven y vallecana, se unen una enfermera de la sanidad pública y de nacionalidad española; una profesora de educación infantil dando clase a primero y segundo; una auxiliar de enfermería extranjera en activo; un ama de casa con hijos, que además es empleada del hogar; y una extranjera profesional y con trabajo. En este caso, una abogada brasileña. Mujeres retratadas por una de las mejores de este país, a las que la pandemia les ha dejado una marca evidente. "La precariedad las afecta, pero sobre todo se ve en la gente más joven, se palpa", reconoce la fotógrafa.
Las marquesinas vestidas con estas siete fotos son, además, la obra de una artista que al tiempo que agradece que la fotografía se haya democratizado también nos observa con cierta perplejidad no exenta de toque compasivo, como víctimas de la foto al segundo, en cada minuto de nuestra vida. Según Moro, este fenómeno de sobreexposición de la imagen "perjudica a las personas". "Me explico, yo soy una amante de la fotografía antigua. Antes entrabas en una casa y pedías una foto de la familia y aparecían maravillas. Tenían –tienen– un valor, transmiten el trabajo de aquellos fotógrafos, era una buena foto. Ahora, nadie tiene una buena foto. En serio, lo he visto incluso en mi familia. La gente debería ser consciente de lo que es una buena foto. Y sí, puede que la mayoría no sepa de lo que hablamos. Pueden tener 5.000 o 6.000 guardadas en el móvil, les pides una buena, y no la encuentran. No la tienen. Ni tampoco van a ver nunca esos miles que tienen guardadas. Eso es lo que lamento".
Recuerden, desde el martes 2 de noviembre, mientras esperan el bus, el rostro de una mujer "Cuidadora", les estará observando. Y ustedes a ella. Feliz arte en la calle.