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El Centro de Arte y Naturaleza (CDAN) es una propuesta cultural tan singular como desconocida. Desde su apertura en 2006 es un vínculo entre el paisaje oscense y el arte más rabiosamente actual. ¿Cómo inspira un territorio a un creador? ¿Cómo un remoto paraje es tanto telón de fondo como protagonista de una obra de arte? ¿Por qué contemplamos con diferentes ojos un paisaje y una escultura de vanguardia? Montañas, sendas de pastores, piedras, bosques, ¿son modernidad, son historia, cultura...? ¿Pueden ser arte?
Provocar reflexiones semejantes es el objetivo de este espacio expositivo a las afueras de Huesca. Y todo ello tiene como germen la colección privada de arte contemporáneo del matrimonio Beulas-Sarrate, quiénes legaron a las instituciones locales sus obras y la finca donde se asienta el CDAN. El lugar aún guarda viñas que recuerdan su origen agrícola. Si bien su aspecto ha cambiado mucho, gracias a la presencia del edificio diseñado por Rafael Moneo.
Obarra Nagore, responsable de exposiciones del CDAN, afirma que “teniendo en cuenta los objetivos de nuestro centro, pasando el Camino Francés por los Pirineos de Huesca y siendo Año Santo, era de justicia que aterrizara por aquí el fotógrafo Jesús Madriñán y su moderna visión del Camino de Santiago”. En la sala 2 se expone en versión reducida la muestra I Am Light, cuyo comisario fue Santiago Olmo, director del Centro Gallego de Arte Contemporáneo, institución donde se colgaron estas fotos por primera vez y que ahora comienzan una itinerancia que las mantendrá en Huesca hasta el próximo 26 de septiembre.
Madriñán, compostelano del 84, nunca se había lanzado a la ruta jacobea. Pero un buen día de 2019 se calzó las botas para transitar por un proyecto distinto a lo que había hecho hasta entonces. Sus trabajos anteriores poseían un carácter más nocturno. Retrató a los jóvenes de clubs londinenses, ciudad en la que hizo el máster. Y de regreso, replicó la idea en las madrugadas de las discotecas rurales gallegas. E incluso decidió alargar un poquito más la noche e inmortalizar la estampa de los más trasnochadores que salían de los after de Roma.
A todos esos lugares han viajado Jesús Madriñán y su asistente con un auténtico estudio fotográfico ambulante. Igual que en su periplo jacobeo. Es el sello distintivo de este apasionado del retrato que halló la pareja perfecta en una vieja cámara de gran formato. Una cámara más que centenaria y con un fuelle que desplegado alcanza el metro de longitud, un artilugio de otros tiempos. Según el propio Madriñán, “una cámara del siglo XIX para retratar el siglo XXI”.
¡Hay que imaginarse la escena! Los peregrinos giran un recodo y se topan con tal cámara apostada en su trípode de madera, apuntando hacia un paraje iluminado con grandes focos de luz blanca, nítida, potente. Elementos de otro tiempo y otro lugar. Pero no acaba ahí la sorpresa para el caminante. De pronto, aparece Madriñán bajo la sombra de un árbol o en la vereda de un trigal, y les cuenta que les gustaría retratarlos.
“La respuesta de todos fue positiva y fabulosa”, recuerda el fotógrafo. Solo elegía a aquellas personas que le seducían por su aspecto, su aura o lo que imaginaba de ellos. Y así actuó durante 200 fotos. Solo 200. Las técnicas analógicas no permiten ciertas licencias propias de la era digital. Además, el gran formato requiere de materiales y procesos muy costosos. Así que “solo hacía un disparo y, en algún caso, dos”.
La técnica permite detalles minuciosos en ampliaciones gigantes, lo que unido al juego entre luz artificial y ambiental, da como resultado unos retratos imponentes. Siempre con un denominador común: no posan, cada uno se muestra como es. De hecho, el fotógrafo confiesa que no mira cuando dispara. Dispone encuadre, luz, enfoque, distancia, etc., pero para el click definitivo da absoluta libertad de los retratados; “qué se sientan cómodos y sean naturales”.
La parafernalia de su peculiar estudio ambulante los predispone, ellos saben que esa foto será algo único. Por eso surgen anécdotas como la chica que eligió desnudarse por completo. Ella misma le contó que siempre se había sentido insegura por su cuerpo, y en aquel momento notó toda la confianza que necesitaba, dijo: “esta será una experiencia que me ayude”.
Esa es una de las conclusiones que se extraen de la muestra. El valor personal que para cada uno tiene el Camino, más allá de creencias religiosas. De hecho, el propio título, I Am Light, está extraído de una de las cartas e inscripciones que los peregrinos dejan en cruceiros, albergues o junto a los árboles de la ruta. Pequeños exvotos que también se exponen, y que en este caso permite leer: “Sé que soy bueno. Soy luz. Soy un ser humano fascinante. Ha llegado el momento de aceptarlo” (Knowing I am good. I am light. I am a amazing human. It’s time for acceptance now).
Peregrin@s divers@s
Quizás se podría pensar que Jesús Madriñán ha virado por completo el rumbo temático de su obra. ¿Qué tienen que ver los retratos de jóvenes noctámbulos, disfrutando de todo lo que ofrece la fiesta y la noche, con algo imbuido de tanta tradición y espiritualidad como el Camino compostelano? Pues bien, a tenor de las imágenes, mucho más de lo que pueda parecer.
El fotógrafo gallego se ha centrado en los jóvenes que peregrinan. Y aunque no existe la pretensión de un documental, sin duda que hay una representación de la juventud de nuestros días. De modo que en sus retratos los hay creyentes y no creyentes, con ropa de marca y también con vestimentas mucho más alternativas. Los hay que viajan solos o en grupo. Y muchos lo hacen en pareja. En ellas se evidencian las más variadas opciones sexuales, mostradas con más orgullo que tapujos, en un ámbito que quizás sorprenda.
Sin hablar con los retratados, por las fotos sabemos que no todos peregrinan por motivos religiosos. Hay tantas razones como caminantes, tantos motivos como atuendos, tantas causas como objetivos. Todo y tod@s tienen cabida, porque no deja de ser una búsqueda de cada cual consigo mismo y con los demás.
El arquitecto navarro Rafael Moneo consideró, a la hora de diseñar el edificio del CDAN que debía mimetizarse con el entorno. Buscó materializar esa comunión entre naturaleza y arte que promulga el museo. De ahí el interior orgánico hundido en el terreno. Y también integró sus fachadas en el entorno, con curvas y estrías que remiten a lugares próximos como las moles rocosas del vecino Salto de Roldán, monumental puerta de entrada a la Sierra de Guara.
No es la única referencia a enclaves de Huesca. De hecho, el centro es lugar de encuentro del Itinerario de Arte Naturaleza que transita por los valles pirenaicos o por las estepas de Monegros a través de las creaciones de artistas internacionales como el iraní Siah Armajani, el luso Alberto Carneiro o el alemán Ulrich Rückriem. Este último expone en el jardín del CDAN una estela granítica que evoca su obra Siglo XX situada entre olivos y almendros del Somontano.
Pero el CDAN nació como algo más que museo. Es un ente vivo que promueve actividades didácticas para todas las edades, se convierte en escenario de eventos teatrales o es sede del INDOC, referencia para investigadores de todo el mundo que se dedican a estudiar las mil y una interacciones que surgen entre la naturaleza y la cultura, entre el paisaje y la historia, entre el territorio y la creación artística.
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