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Creadores fundamentales del arte fotográfico, la fotografía social y el fotoperiodismo de nuestro país. El trabajo de este puñado de artistas aporta una personalísima visión de los lugares, las formas de vida, los personajes y la cultura del tiempo que les ha tocado vivir. Todos son imprescindibles, todos han tenido una influencia decisiva en el oficio de retratar el mundo en que vivimos. Antes de seguir, conviene señalar que, aunque todos los que están en este reportaje lo son, no están todos los que son. Las limitaciones del espacio y la extensa nómina de artistas reunidos este año por PHotoESPAÑA obligan a la selección. Es el caso de Isabel Muñoz y Cristina García Rodero, artistas clave de la fotografía española, cuyas exposiciones se recogen aquí.
En el centenario del nacimiento del fotógrafo catalán, la Comunidad de Madrid ha preparado en la Sala El Águila La lucidez de la mirada, intenso y amplio recorrido por la obra de Francesc Catalá-Roca. Para muchos, una de las más destacadas exposiciones de la presente edición del Festival Fotográfico y de las Artes Visuales.
Piedra angular del fotodocumento humanista de la posguerra española, la obra de Català-Roca prescinde de artificios y experimentaciones artísticas para ceñirse a la realidad que vivió. Por el contrario, hace uso de su conocimiento técnico del arte fotográfico para impregnar sus imágenes de un personalísimo punto de vista.
Picados, encuadres inusuales, control de la luz, protagonismo de claroscuros, vitalidad y dinamismo llevados a las dos dimensiones del acto fotográfico, para concluir en imágenes únicas que desbordan empatía hacia sus protagonistas y dejan el rastro de una impagable información. La mirada exclusiva del artista catalán tiene su periodo de mayor esplendor en la década de los pasados años cincuenta. Madrid y Barcelona fueron sus grandes terrenos de juego. No los únicos, recogiéndose en la muestra un buen puñado de ejemplos de sus incursiones por una España rural que a duras penas se asomaba al desarrollismo.
La Puerta del Sol y la Gran Vía madrileña, la Vía Laietana y la fuente de Canaletas barcelonesas conviven con pueblos murcianos, mallorquines y andaluces. En ellos se descubre su preferencia por personajes anónimos y cotidianos, aunque no excluye a otros más distinguidos. Barrenderos, guardias civiles, señoritas que sacan al perro de paseo, campesinos manchegos, los primeros bañistas que se acercaban a las playas de una España que aún tardaría un par de décadas en sacudirse el franquismo. Conviven con Salvador Dalí saltando a la comba y con Hemingway en una corrida de toros del peligroso verano de 1959. Personalísimo neorrealismo hispano, las fotos de Català Roca muestran a personajes, anécdotas y escenas que ya solo están en la historia.
El viaje que propone la Fundación Mapfre en sus salas madrileñas nos lleva a la tierra chica de este fotógrafo almeriense a través de casi dos centenares de fotografías. Intenso y seductor recorrido periférico que concluye en el epicentro de la modernidad fotográfica española.
Carlos Pérez Siquier supervisó esta exposición, que fue presentada en Barcelona días antes del inicio de la pandemia, lo que obligó a su clausura. El fotógrafo falleció a finales de 2021, por lo que debe considerarse su trabajo póstumo y, prácticamente, inédito. Independiente, elemental y directo, el brillante trabajo de Pérez Siquier arranca influido por severos preceptos neorrealistas en blanco y negro y concluye siete décadas después en sus imágenes a todo color del desarrollismo nacional.
Modernizador de la fotografía española y premio nacional de Fotografía, la exhaustiva muestra de la Mapfre recoge su trabajo desde los años cincuenta, en el barrio almeriense de La Chanca, hasta las coloridas playas de la década de los setenta.
Alternó Pérez Siquier el oficio fotográfico con su empleo diario en un banco. Fotógrafo, por tanto, de fin de semana, como le gustaba definirse haciendo gala de su humor socarrón. Humor que se percibe como elegante crítica social a lo largo de su trabajo. A pesar de sus circunstancias laborales y su residencia periférica, a las que nunca quiso renunciar, Carlos Siquier se convirtió en una de las figuras descollantes de la fotografía española del siglo XX.
La exposición del Museo Lázaro Galdiano (Madrid) El ojo errante es una trabajada selección de las más de 850 fotografías que atesora el Archivo la Fuente del fotógrafo madrileño. Un intenso trabajo centrado en la capital española, con incursiones por Estados Unidos, Italia, Egipto y otros lugares, que se extiende desde 1975, año de sus primeros trabajos, hasta 1987.
Los albores de la transición política y social española que siguió a la muerte del dictador, a la efervescencia social de los ochenta, quedan reflejadas en las 150 fotografías, material documental diverso y piezas audiovisuales, entre los que destacan una personal interpretación de la fotografía callejera y retratos de conocidos personajes, con hincapié en la conocida movida madrileña.
Fotógrafo autodidacta y freelance, destacan sus proyectos relacionados con la arquitectura y el urbanismo, que han dejado constancia de la vida y organización de las barriadas madrileñas en las décadas setenta y ochenta. A través de fotografías de carteles, desconchones de paredes, rincones urbanos, gente en la calle, letras y números en las calles, gentes en la ciudad, el cielo entre los edificios, Campano muestra la poesía que encierra cada rincón, la emoción de cada instante.
Una emoción que le brotó al autor en la inauguración, agradecido por poder presentar esta muestra, donde señaló la importancia de “pasar el testigo y que la gente se fije más en lo que tiene alrededor. Enseñar a mirar y a descubrir”.
Francisco Gómez se inició en la fotografía en la década de los cincuenta en la Real Sociedad Fotográfica de Madrid. Enseguida participó en colectivos tan decisivos en la fotografía española como La Palangana, Afal y la Escuela de Madrid. Su trabajo en la revista Arquitectura le permitió convertirse en notario de los cambios urbanísticos de la capital madrileña en los últimos años del franquismo, entre 1959 y 1974.
A caballo entre el realismo gráfico y una abstracción muy personal, la exposición La Mirada del Silencio, que se muestra en El Bulevar Salvador Allende de Alcobendas, es un preciso compendio del trabajo de este creador fundamental de la historia de la fotografía española de la segunda mitad del siglo XX. Considerado por colegas contemporáneos, como Ramón Masats, “el mejor de su generación”, la sensibilidad del fotógrafo navarro hace intemporales sus imágenes.
Al consagrado fotógrafo leonés lo amas o lo odias. En su más reciente proyecto, Fantasía en el Prado, que acaba de inaugurarse en el Real Jardín Botánico de Madrid, da una vuelta de tuerca a su peculiar estilo para realizar algo diferente, que sorprendió y gustó a partes iguales. Cada imagen es la confluencia de varias exposiciones, realizadas sobre el mismo negativo en blanco y negro de una cámara analógica. Con ellas, García-Alix nos ofrece su particular interpretación de importantes obras de la primera pinacoteca española.
En un trabajo que se ha prolongado los últimos tres años, el autor se convierte en singular cazafantasmas que, en vez de con un sofisticado cañón, captura espíritus con su Hasselblad analógica. Dentro de su cámara se produce una mezcla de pinturas maestras y otras imágenes, como su propio rostro, surgiendo un resultado con importantes dosis de misticismo y poesía.
Representando su conocido papel de niño bonito de la actual fotografía española, el autor más mimado de PHotoESPAÑA -suya fue la primera exposición que abrió el festival hace 25 años- habló sobre este proyecto. “Ha sido un trabajo complejo y de resultado aleatorio. Trabajaba ciego, fundiendo varias tomas y con la luz que tenían las salas. Siempre tenía dudas de cuál imagen iba a prevalecer sobre las otras”, señaló.
Ante su enorme autoretrato, fundido con el león que Elena Bonheur pintó para El Cid y que preside la exposición, García-Alix se mostró satisfecho, antes que por su trabajo, por la posibilidad de haberlo hecho: “No hay nada comparable a la emoción que sentí delante de los cuadros, en comunicación directa con la historia, con la política y el arte”.
Hay más. Para quienes deseen concluir este recorrido por los históricos de nuestra fotografía que ha rescatado la 25 edición del festival PHotoESPAÑA, les esperan las siguientes exposiciones:
Santander en su mirada, de Gerardo Vielba, en el Centro de Documentación de la Imagen de Santander.
Cualladó, de Gabriel Cualladó, en el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer en Avilés.
Cuidado con la memoria, recorrido por el trabajo de la saga de los Alfonso, en el Museo de la Fotografía, Fundación Antonio Pérez de Cuenca.
Derivaciones. Fotografía en España entre los 50 y los 80, muestra colectiva de fotógrafos españoles en el Museo Patio Herreriano de Arte Contemporáneo Español, Valladolid.
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