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Tras dos años sin celebrarse a causa de la pandemia, las fiestas de San Pedro regresan al calendario lúdico de Zamora incluyendo uno de sus platos fuertes: la Feria de la Cerámica y Alfarería Popular. Y había muchas ganas, no sólo por parte de los profesionales que suelen acudir año tras año, si no también de los múltiples aficionados al arte del barro. Artistas y artesanos de Valencia, de Extremadura, de Asturias, de Andalucía, de Castilla-La Mancha, de Cantabria, de Madrid, de Galicia e incluso de Portugal han querido estar presentes en este encuentro que impulsó Herminio Ramos Pérez hace ya cincuenta años.
“El barro sigue siendo ese valor que, de cuando en cuando, salta con manifestaciones, obras y proyectos que hay que salvaguardar”, asegura este nonagenario -personaje entrañable en la ciudad- en el folleto de esta edición llevada a cabo del 25 al 29 de junio. Herminio puede sentirse orgulloso porque el evento que ayudó a poner en marcha tiene su continuidad asegurada, ya que cantera y talento no le falta.
Acompañados siempre por una curiosa banda sonora -los trinos surgidos de los silbatos con forma de pájaro que hacen furor entre la chiquillería-, la feria ocupa dos plazas muy cercanas a la Plaza Mayor. Por un lado la de Viriato, donde una enrejada de plátanos de sombra dan cobijo a vendedores y visitantes. Un consejo: no se puede llegar a la plaza en coche, por lo que hay que aparcar fuera del casco histórico y llevar zapato cómodo, porque a esta feria merece dedicarle tiempo y paseos.
En esta parte se aglutina toda la alfarería tradicional, centrada principalmente en botijos, tinajas, jarras, maceteros, ollas, tazas, fuentes… de múltiples tamaños, formas y decoraciones. Para honrar la tierra de acogida hay que destacar, por ejemplo, la alfarería de Pereruela, que gracias a las cualidades refractarias de sus barros son perfectos para usar en la cocina. Las piezas de Mari Carmen Pascual, de Mari Sol Garrote Ramos, de Ramón García Casado, Francisco Pascual Prieto o El Alfar de Pereruela están especializadas en este funcional menaje.
La identidad de las piezas se nota tanto en los tipos de arcillas como en los acabados y dibujos. Ahí está el llamado mosca, típico en la cerámica de Arroyo de la Luz (Cáceres), donde la casa ‘Alfarería Pajares’ es todo un referente. Las vistosas filigranas de la cerámica de Alba de Torres (Salamanca), representada por ‘Tomás Pérez Alfarería’, los tonos verdes del esmaltado de la procedente de Úbeda (Jaén), con ‘Cerámica Alameda’ como ejemplo, y por supuesto, la famosa cerámica de Toledo, con ceramistas tan relevantes como Francisco Moreno Benito, de Talavera de la Reina, o Marcial Carrasco Díaz, de Puente del Arzobispo. Incluso Portugal se presenta en esta feria con algunos de los estilos más representativos de su artesanía como la cerámica de Coimbra, caracterizada por sus pintura minuciosa y detallada, o de Alcobaça, decorada a mano con motivos florales.
Las caras nuevas siempre son bienvenidas y, en la edición del 2022, el taller Juan Brito ha llegado desde Lanzarote con una interesante selección de la cerámica aborigen de la isla, todas ellas elaboradas a mano y con las increíbles tonalidades de las diferentes tierras de la isla. “Tienes que andar metiéndote por todos los barrancos para encontrar barros que mejoren la calidad de las pastas”, cuentan mientras pintan una de sus vasijas.
“Los colores son increíbles, del negro al amarillo… Llevamos cuatro años probando diferentes barros y a veces descubrimos mezclas que reaccionan muy bien al fuego”. Entre sus piezas destaca también una muestra de la cerámica del Mojón, identitario trabajo de las Ioceras, mujeres que se dedicaban al torno y que pasaban el arte de generación en generación.
La feria de Cerámica y Alfarería Popular de Zamora es, sin duda, la más importante del sector en España, sobre todo porque se centra única y exclusivamente en este área. Es el escaparate perfecto para que pervivan habilidades y diseños ancestrales y también para presentar técnicas y acabados diferentes. Eso se puede admirar en la segunda plaza protagonista de esta feria, la de de Claudio Moyano, justo al lado de un mirador donde se puede contemplar un nido de cigüeñas. Esta parte aglutina la cerámica de autor con obras increíbles tanto en pequeñas como en grandes dimensiones.
A diferencia de los alfareros, que suelen estar menos conectados al mundo, ellos sí son fácilmente localizables a través de redes sociales e internet. “Ha habido personas que han reconocido mis trabajos porque las habían visto en Instagram”, comenta la artista Nuria Martín López, cuyo taller se localiza en Gamones de Sayago (Zamora). Ella es un ejemplo de esos pioneros que dejaron la gran ciudad para establecerse en un pueblo pequeño. Ella, su marido y sus dos hijos salieron de Madrid hace 20 años y la experiencia de instalarse en una localidad de 50 habitantes ha sido “dura, pero gratificante, porque vivimos en una comunidad donde todos nos conocemos”, comenta la ceramista.
Para ella internet supone la ventana “donde expongo mi filosofía y mi personalidad”. Nuria es muy sensitiva a la hora de producir para su firma ‘Numa Cerámica’. “Me inspiro en la naturaleza, en ver a la gente del pueblo y en su sabiduría…”. Una de las singularidades de los jarrones o vasos de ‘Numa’ son las texturas. “Cuando voy al campo me llevo barro blando y cuando veo un roble viejo, lo pongo y así queda grabada su corteza”. Pero el contacto con lo natural tiene otras ventajas: “la lentitud, el silencio, volver a caminar descalza en la tierra, tocar con las manos… eso es un privilegio. Estar inmersos en el mundo del teclado nos quita sensibilidad a la hora de apreciar otras superficies”. Lola Velasco también echa mano de la vegetación para crear elegantes piezas en blanco en las que imprime de una forma sutil las hojas de pino que encuentra por los campos de Cuéllar (Segovia), donde tiene su taller. “Cuando el esmalte está aún fresco imprimo la hoja de pino”. El resultado es sorprendente.
La exhibición se ha convertido en la mejor plataforma para ver la cerámica que se hace en la península, pero también para conocer las técnicas más novedosas y sorprendentes, como la aplicada por Nieves Alonso Iglesias, de cuyo taller en Siero (Asturias) surgen increíbles floreros realizados con una técnica de acabado que consiste en “introducir las piezas en una hoguera en reducción, para que reaccionen los sulfatos de cobre o de hierro”, por lo que la pieza queda [bañada] en un tono metalizado impresionante. En los puestos se exhiben hasta esas piezas de gran tamaño que resaltan sobre cualquier mueble pero, además, portavelas, tazas, centros de mesa, jaboneras, figuras… hasta bisutería. “La cerámica utilitaria está ahora muy de moda”, comenta Enar, cuyo estudio ‘Zonacerámica’ se sitúa en la localidad leonesa de Orzonaga.
Sus lámparas y apliques en porcelana son admirables, lo mismo que sus fuentes y platos decorados. Además de los feriantes, el público también suele repetir. “Vienen una edición y ahorran durante todo el año para volver al siguiente para buscarte y comprarte una pieza”, comenta la ceramista que, además, ha preferido ajustar los precios a los tiempos que corren. “Tenemos los pies en el suelo y los tiempos son malos para todos”.
No es de extrañar que algunos de estos ceramistas estén muy solicitados a la hora de vestir las mesas de importantes restaurantes, como Nuria, que ha hecho las valijas para el ‘Restaurante Lera’ (2 Soles Guía Repsol) o de ‘La Bien Aparecida’ (1 Sol Guía Repsol). Para muchos de ellos acudir a esta feria es casi una obligación, como para Iñigo Dueñas, que viene desde Alba de Tormes (Salamanca) desde que tiene uso de razón. “Mi padre era alfarero y me traía todos los años. Me acuerdo de venir aquí desde que tenía 14 años, pero seguro que había venido antes”. Sus estudios en Bellas Artes le han ayudado a crear cuadros a partir de barro de Manises aplicando una técnica pictórica similar a la acuarela. “Lo bonito de este oficio es la creatividad”. Y siempre suele llevar productos novedosos, como la bisutería: anillos y pendientes en porcelana pintada a mano.
Como ha ocurrido en otros sectores, el de la cerámica ha tenido que reinventarse y, por supuesto, también la feria. “En esta ocasión ha habido varios puestos que no se han ocupado. Algunos de ellos porque se han jubilado y sus descendientes no han querido seguir con el oficio y otros, porque han dejado la actividad”, comenta Nuria. “Existe un boom de la cerámica como hobby gracias a su lado terapéutico, pero dedicarse a ella profesionalmente requiere tener y mantener una maquinaria adecuada, hacer frente a una serie de pedidos… que necesitan de una inversión grande”.
La cerámica y la alfarería son una fuente de riqueza no sólo industrial, también cultural y artística, que es necesario potenciar y dar visibilidad mediante la digitalización de este sector. Desde la procedencia e historia que hay detrás de cada uno de los estilos cerámicos hasta garantizar la continuidad de técnicas y saberes. En definitiva, poner en valor y respetar lo hecho a mano porque, como apuntilla Nuria, “por cada puesto por el que pasas, cada pieza que admiras, nace de una persona o familia. Son proyectos de vida”.
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