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Asegura el mensaje publicitario que “el mejor viaje empieza en Fitur”. El recorrido por la segunda feria turística más importante del mundo descubre que es mucho más. La visita estos días de los pabellones del IFEMA (Madrid) es un viaje en sí misma. Lleva desde los lugares conocidos y tantas veces visitados a aquellos otros que, de momento, solo residen en nuestra imaginación. Un viaje de recuerdos y deseos que, al final, deja dos cosas a partes iguales: el buen sabor de boca por todo lo visto y la ansiedad de pensar en cuándo podremos conocer esos destinos.
A lo largo y ancho de ocho pabellones, Fitur ofrece un recorrido por dentro y fuera de España a través de todas las Comunidades Autónomas y por todos los continentes del mundo. La 42ª edición de la Feria de Turismo ha logrado reunir, a pesar de las limitaciones que obliga la pandemia, a 107 países y 7.000 expositores.
Junto a la oferta tradicional se han hecho hueco tendencias novedosas, alineadas bajo la bandera de la sostenibilidad. Es el caso del turismo cinematográfico, la creciente oferta de turismo LGTBIQ+, el turismo de caravaning, el castigadísimo crucerismo -que cuenta con un espacio exclusivo- y ofertas tan interesantes como la del primer operador privado español de trenes de alta velocidad, que conecta nueve grandes ciudades españolas.
La presencia de la pandemia se nota en la falta de importantes destinos internacionales, destacando la puesta en escena de otros países, por lo general menos relevante que en ediciones anteriores a la pandemia, salvo excepciones como es el caso Tailandia, Corea, Costa Rica y, por supuesto, República Dominicana, país socio de la presente edición. La parte del león se la llevan los expositores españoles. Los destinos nacionales han echado el resto. Muestran sus ofertas y novedades en tres pabellones completos donde no falta ninguna Comunidad Autónoma y se dan cita todos los destinos más recurrentes de nuestra geografía. Empezamos el viaje.
Galicia este año lo tiene fácil. Xacobeo manda. La enorme réplica, tamaño natural y de brillante metal plateado, del botafumeiro de la Catedral de Santiago es el epicentro de un pabellón en el que todo gira en torno al Camino de Santiago. Siluetas metálicas de peregrinos de los de antes, concha, calabaza, bordón y sombrero de ala amplia conviven con visitantes que anhelan eso de “a ver si este año lo hacemos”.
La edición de Fitur más digitalizada de la historia -covid y abaratamiento de costes obligan- se lo han puesto difícil a los cazadores de folletos y merchandising típico de la feria. No faltan y lo señalamos aquí, pues hay que ponerse a salvo de estos especímenes que viajan por la feria a bordo de sus irrenunciables trolleys pisando callos sin miramientos. Conviene, sin embargo, seguirlos a una distancia prudencial, pues su olfato es insuperable. Saben a la hora exacta en la que empieza el buffet de perretxikos que da el pabellón de Navarra, cuál es el rincón del inabarcable pabellón de Andalucía, donde cortan con más arte el pata negra y en qué momento empiezan a repartir sombreros de paja en Fuerteventura.
Los cazadores de selfies también tienen trabajo en Fitur. El que no tenga miedo de pasar desapercibido debe hacerse uno con la hermosísima troupe de drag queens que anima el estand de Canarias. Por los pasillos es fácil echarse una foto entre tortugas andantes, con la legión en Melilla, rodeado de una pandilla de cartagineses y junto a un séquito sacerdotal que desfila rumbo a una pirámide maya.
Seguimos. Uno de los más recurrentes selfies este año es con Coco Bongo, muñecote digno protagonista de Ghostbusters. Es un inabarcable pato, mascota de una conocida beach party dominicana sita en Punta Cana. En la cercana Colombia, y al tiempo que uno se toma un insuperable café, es lugar para tirarse otra foto al tiempo que se entona la consabida canción No se habla de Bruno, de la superactual película de animación de Pixar ambientada en el país latinoamericano.
A quien no le guste el café, puede degustar un humeante té en el estand de Marruecos, tan de moda por la visita que ayer hicieron los reyes de España, y charlar con Mohamed Sofi, director de la Oficina de Turismo del país vecino. “Esta Fitur muestra que estamos empezando a salir del bache de la pandemia. Teníamos ganas de volver, pero vemos que la gente lo desea más que nosotros”, señala esperanzado.
Fiel a la consigna de los últimos tiempos, Madrid saca músculo en la entrada del pabellón 9. Muestra su doble cara: ciudad turística de remarcable gancho urbanita y región con una naturaleza punto y aparte. Lo señala la consejera de Cultura Turismo y Deportes de la CAM, Marta Rivera: “Mostramos el Madrid de las ciudades Patrimonio y el de los espacios naturales, todo a menos de una hora de la capital”.
El estand de la región-ciudad madrileña es un guiño al aire castizo que las representa: con forma de gigantesco abanico chulapo de 1.500 metros cuadrados, comparten su diseño futurista el Ayuntamiento y la Comunidad. No podía faltar. Una terraza ocupa el segundo piso del espacio. A sus pies un vivero, que representa a la vegetación autóctona regional, pasa desapercibido, eclipsado por la pantalla del simulador de realidad virtual que permite pasear por los lugares madrileños más emblemáticos.
Un recorrido por Fitur es un viaje sin fronteras y, ya se sabe, este tipo de viajes expone a que te pase de todo. Pegar la hebra, por ejemplo, con un torcedor de puros cubanos y, si hay suerte, que te lo regale. Entusiasmado, te unes al tropel de fumadores compulsivos que ahuma el pasillo central de los pabellones, mientras despiertan las furibundas miradas de los no fumadores, obligados a atravesar las perniciosas neblinas que exhalan como si se estuviera en Grand Central Station en los tiempos de las locomotoras de vapor.
De regreso a los multitudinarios pabellones, en Corea ofrecen la posibilidad de participar en una versión light e interactiva de El juego del calamar, adaptado a la feria. Está bien para hacer un poco de ejercicio moviendo el cuerpo. Encima, el ganador se lleva un luminoso pai-pai con los colores del país oriental.
Para descansar de tanta emoción, nada mejor que tener la experiencia que se vive en la reproducción de un hotel domotizado que ya funciona en España. Cuenta con camas de software sensorial, televisiones integradas en los espejos y un recepcionista que es un robot capaz de saber la opinión que te merece el establecimiento y su propio servicio.
Por seguir con las sorpresas y dado el carácter de esta página web, es interesante recalar en Georgia. El estand, algo apartado como el país del Cáucaso, es buen lugar para tomarse un respiro, pero también para degustar unos vinos traídos ex profeso desde allí para la feria. Los simpáticos georgianos aseguran que son mejor que los riojas. Dejamos que la valoración la hagan nuestros lectores.
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