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Aunque ya es bien sabido que Zamora enamora, no todos conocen los mejores rincones para llenar de corazoncitos su Instagram. Las calles de la capital del Románico conforman un lienzo perfecto para los post de la red social. Sus paisajes y escenarios de leyenda son localizaciones ideales para inmortalizar las mejores fotos y triunfar en la red social. Las influencers locales, seguidas por miles de followers, lo saben bien y en sus cuentas sacan el máximo partido de estos lugares en sus sesiones de shooting. Aquí van una serie de tips para aprovechar el lado más fotogénico de Zamora:
La naturaleza brinda en Zamora paisajes absolutamente fascinantes de los que presumir en Instagram y recibir cientos de likes. Eso sí, son escenarios efímeros que es necesario aprovechar en su momento culmen. En primavera los campos de Zamora se tiñen de amarillo gracias al cultivo de la colza para la producción de aceite o forrajes. Las diminutas flores dan lugar a un espectáculo de color de gran viveza dignos de fondo de pantalla de Windows.
Árboles de carácter ornamental como el ciruelo japonés, de color granate, también contribuyen a embellecer las aceras a orillas del Duero y el casco viejo de la ciudad. Si bien el resto del año ensucian las aceras con sus pequeñas ciruelas de color rojizo, en primavera lucen en todo su esplendor al florecer en los tonos blanco y rosa pálido.
Las amapolas también se suman a esta fiesta cromática con su intenso color rojo pasión. Tras el confinamiento y sus intensas lluvias, el histórico Campo de la Verdad, situado a las afueras de la ciudad, regaló a los zamoranos una hermosa postal con la catedral de fondo. Este manto rojo de amapolas se convirtió durante unas semanas en la meca de peregrinación de los lugareños y el continuo trasiego pasó factura: el hombre que llevaba la tierra -sembrada en realidad de cebada- acabó cosechando el terreno e instalando carteles suplicando a los visitantes no entrar en la finca y realizar las fotos desde el camino.
En verano resulta un clásico imprescindible aprovechar la belleza de los campos de girasoles del alfoz o la rusticidad de las pacas o fardos de paja. Asimismo, Zamora capital también ofrece un rincón sin igual para contemplar las tonalidades del otoño en todo su esplendor en el Bosque de Valorio, el pulmón de la ciudad. Y, por supuesto, merece la pena abrigarse y salir de la cama para apreciar el encanto de la cencellada en invierno. Durante un par de días, en los meses de diciembre o enero, el hielo esculpe Zamora convirtiéndola en una hermosa ciudad de cristal que deja maravillosas y gélidas estampas. La perla del Duero se tiñe de blanco gracias a este fenómeno meteorológico producido por la congelación de la niebla, tan frecuente en Zamora.
Ubicada junto a la Plaza Mayor, es la calle más pintoresca de la ciudad. Su elevada pendiente, el color pastel de las fachadas de sus estrechas casas, sus balcones de madera, su calzada empedrada y sus edificios modernistas la convierten en uno de los rincones más fotografiados de Zamora y también en uno de los más sentidos. Su belleza contribuye a crear una atmósfera sobrecogedora en Semana Santa: las teas encendidas de los hermanos de la Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte iluminan el camino durante la noche del Lunes Santo; y al son de la Saeta, La Esperanza guía a las damas vestidas de luto hasta la Catedral el Jueves Santo, protagonizando uno de los momentos de mayor emoción de la Pasión zamorana.
Aquí encontramos dos destacados ejemplos de edificios modernistas obra del arquitecto Francesc Ferriol: la Casa de Faustina Leirado y la casa de Mariano López, esta última construida para unir las viviendas de la empinada calle con el Ayuntamiento Viejo, ahora sede de la Policía Municipal. Además, en el número 16 podemos observar el domicilio donde vivió Ramón Álvarez, imaginero del siglo XIX que dejó un trascendental legado de grupos escultóricos para la Semana Santa de Zamora.
Su nombre, Balborraz, proviene al parecer del árabe Bab al ras y significa, literalmente, puerta de la cabeza. Y es que, según cuentan los anales de la historia, la cabeza de unos asaltantes musulmanes que intentaron conquistar la ciudad fue colgada en la cuesta como señal de aviso a los invasores. La empinada vía, catalogada como una de las calles más bonitas de España, fue uno de los principales accesos a la ciudad tras cruzar el río Duero y propició el asentamiento de gremios de artesanos, como atestigua el nombre de calles cercanas: calle de Zapatería, calle Caldereros, calle del Oro o calle Plata.
Un espacio para hacerse fotos, literalmente, de portada. Se trata de la única puerta visible de las tres románicas existentes en la catedral. Lo más llamativo son los rollos zamoranos, los lóbulos cerrados de las arquivoltas de la puerta, dando pie a un fondo espectacular cargado de historia y de leyenda.
A la izquierda de la fachada, en uno de los relieves finamente tallados, encontramos a los apóstoles San Pedro y San Pablo. A la derecha, la gran riqueza de detalles del grupo escultórico de la Majestad contrasta con una cabeza totalmente erosionada que sale del muro, como si Harry Potter se hubiera atascado al intentar cruzar el Andén 9 3⁄4. Su rostro está totalmente desfigurado, por lo que su identidad no está clara. Hay dos versiones.
La primera hipótesis se remonta a la batalla conocida como el Día de Zamora, del verano del 901. En aquel año, un impostor musulmán llamado Ahmed-ben-Moawia, alias el Mahdi, trató de sitiar Zamora. Sin embargo, tras varios días de batalla, las tropas cristianas comandadas por Alfonso III lograron vencer. Los asaltantes fueron decapitados y sus cabezas colgadas: una de ellas en la calle de Balborraz y otra en la fachada sur de la Catedral, por lo que la cabeza desgastada correspondería a este príncipe omeya, petrificado en señal de condena.
La otra creencia es que se trata de un humilde y joven ladrón que entró a robar por amor en el interior de la seo durante las obras de construcción con el objetivo de conquistar a su amada. Sin embargo, cuando trataba de huir por una ventana, esta se estrechó milagrosamente, aprisionándolo en el muro como un castigo eterno. Una pena a la que, para más inri, más tarde se sumó la costumbre de los niños de tirar piedras al busto a modo de venganza, una teoría que explicaría su avanzado estado de deterioro.
Detrás de la Catedral encontramos el Palacio Episcopal, hasta ahora sede del Obispado o del Archivo Diocesano, entre otros departamentos. El inmueble, que data de la Edad Media y que próximamente acogerá el Museo de Tapices Flamencos, posee una preciosa delantera de estilo manierista con puertas y contraventanas en tonos azul grisáceo, ideales para el feed de Instagram.
Zamora es conocida como la capital del Románico gracias a las 22 iglesias románicas que posee solo en el casco histórico, ganándose el título de ciudad europea con más edificios de este estilo arquitectónico de todo el continente. Sus piedras y sillares conforman el lienzo perfecto en tonos nude para cualquier publicación, y sus vetustas puertas, un fondo de contraste perfecto. Entre ellas, destacan las portadas de la iglesia de Santa María de la Horta, San Isidoro del Carmen y, por supuesto, el pórtico de San Claudio de Olivares, el más ornamentado de la ciudad, donde podemos observar desde escenas representativas de la siembra hasta la vendimia, pasando por la trilla o la cetrería.
Los arcos aportan el encuadre perfecto para las fotografías y aquí hay muchos, con mucha historia y muy cerca unos de otros. Según recoge El Cerco de Zamora, Bellido Dolfos entró por el Portillo de la Traición en 1072 tras matar al rey Sancho II de Castilla y liberar a la ciudad del asedio al que estaba sometida. En 2010, casi mil años después, la percepción sobre su gesta cambió de forma radical y, a fin de honrar la figura de Bellido Dolfos, el Portillo de la Traición pasó a denominarse Puerta de la Lealtad.
La Puerta de doña Urraca es otro de los arcos llenos de historia y de belleza incrustados en la propia muralla, desde donde Urraca gritó al Cid aquello de: “¡Afuera, afuera, Rodrigo, el soberbio castellano! (...) Pensando casar contigo, ¡no lo quiso mi pecado!, dejaste hija de rey, para tomar la de un vasallo”.
La portada del antiguo convento de San Jerónimo es uno de los pocos vestigios que aún se conservan de este desaparecido monasterio. Una frondosa enredadera cubre el arco de medio punto junto a las columnas del extinto claustro, creando un fondo natural ideal. Como curiosidad, cabe destacar que recientemente se ha descubierto una nueva columna del antiguo templo en la reforma de una céntrica tienda de ropa.
Junto a la catedral también encontramos la Puerta de Olivares (junto a la Casa del Cid) y el angosto arco del Troncoso, cuya estrechez y vegetación combinan a la perfección con las maravillosas vistas hacia la catedral.
La estación de tren de Zamora es considerada como una de las más bellas de España. Sus casi cien metros de fachada de piedra dorada dan la bienvenida a los pasajeros que se apean en Zamora y suponen la primera parada fotográfica para muchos de los viajeros.
Este edificio histórico tardó más de treinta años en construirse, pero la espera mereció la pena a tenor de su resultado, monumental y de estilo neoplateresco. Junto a ella encontramos una pasarela peatonal sobre las vías del tren de reciente construcción, perfecta para hacer fotos de estilo urbano cuando cae la noche.
Siguiendo con la estética urbana, cabe recordar que Zamora cuenta con un sinfín de espectaculares murales distribuidos por toda la ciudad que hacen de ella un auténtico museo al aire libre. La explosión de esta nueva forma de expresión artística en Zamora comenzó con el objetivo de embellecer fachadas vacías y contrarrestar zonas degradadas —en su mayoría afeadas por pintadas—, pero se ha convertido en todo un reclamo turístico infinito que ahora se extiende por cada rincón: desde puertas de garajes, contenedores y tapas de alcantarillas, hasta cajas de registro.
Así, por ejemplo, la puerta de un pequeño garaje en la Costanilla de San Antolín nos regala una mirada al bello conjunto monumental de la Catedral a través de un ojo de gran realismo, obra del artista Woka; o un trampantojo en la calle Moreno, realizado por Alejandro Pérez Carbajal y David Sánchez, nos ofrece una ilusión óptica que sorprende al viandante a su paso por el casco antiguo.
Otros murales, además, sirven para recordar a ilustres autores como Claudio Rodríguez, homenajear a artistas como Ramón Abrantes o Delhy Tejero, ensalzar el valor del patrimonio cultural inmaterial como las mascaradas de invierno o recordar nuestra historia, con una representación del Cerco de Zamora, entre muchas otras temáticas. Un código QR que nos redirige a Google Maps nos permite descubrir la localización exacta de todos los murales incluidos en esta singular ruta llamada “Zamora variopinta”.
El Duero siempre ha servido de fuente de inspiración para los poetas zamoranos gracias a la paz que transmite. Desde su margen izquierda, en la playa de Los Pelambres, la ciudad nos ofrece su mejor versión: una imagen panorámica de la ciudad donde apreciar su armonioso skyline con la muralla, las aceñas de Olivares, la torre y el cimborrio escamado de la catedral. Además, si quieres darle un toque animal a tu fotografía, un numeroso y glotón grupo de ocas y patos, que ya no se asusta de la presencia humana, contribuirá a ganar más likes.
El mirador del Troncoso, situado encima de las peñas de Santa Marta, conforma un balcón con excelentes vistas al Duero donde lograr otra perspectiva en tus fotos y apreciar hasta cuatro puentes: el de los Poetas, a la derecha; las ruinas de un antiguo viaducto romano, casi enfrente; el puente de Piedra, a la izquierda, y más allá el puente de Hierro, toda una exhibición de ingeniería civil.
Además de la capital, la provincia ofrece maravillosos parajes con los que impresionar a tus seguidores de Instagram. A lo largo de los años, la naturaleza ha moldeado el paisaje a su antojo regalándonos formaciones como el Lago de Sanabria, el lago de origen natural y glaciar más grande de toda la Península Ibérica; los Arribes del Duero, considerados como el gran cañón del río Duero que separa España de Portugal; o el bosque del Tejedelo, un milenario cuento de hadas donde dejarte llevar por la magia del lugar.
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