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Hay dos Jáveas bien diferenciadas. Una es la de los visitantes, turistas ocasionales, extranjeros que acuden en barco a este enclave mediterráneo de la Marina Alta. Otra la de los habitantes de este pueblo pesquero, o la de los veraneantes de toda la vida, que acudían de niños y que convirtieron este lugar en su hábitat natural.
Los 30.000 habitantes que tiene Xàbia durante todo el año se convierten en 300.000 en plena temporada estival, que llegan atraídos por unas de las calas más bellas del país, un clima templado, y un paisaje insólitamente preservado en muchos de sus puntos.
Hemos elegido algunos lugares con historia, otros de nuevo cuño, y algunos más con solera, pero todos con un denominador común: son los que eligen siempre los que se quedan en esta parte de la Costa Blanca, cuando llega el otoño y las playas se van quedando desiertas.
Algunos tienen una historia detrás, son sitios clásicos, ilustres o viejos conocidos. Otros han llegado para quedarse, para crear una oferta gastronómica completa en este lugar donde todavía se pesca y se compra directamente a los pescadores y agricultores.
Este restaurante ocupa el lugar que antes ocupaba el trinquete de Xàbia, donde los vecinos practicaban la pilota valenciana, un deporte autóctono. Arroz, producto fresco de calidad, sartencita de atún con cebolla y buena carta de vinos. Tolo, el dueño, es un gran amante y un gran entendido de vinos. Es tan típico que incluso durante la temporada estival lo frecuentan los lugareños.
Otro sitio con historia. Antes era la farmacia del pueblo, ahora un restaurante. Decorada con esmero, con un aire antiguo, las tapas de 'La Rebotica' son muy celebradas y el restaurante muy frecuentado en invierno por los locales y por los extranjeros residentes en Xàbia, que son, por cierto, el 53 % de la población total.
Es una de las mejores propuestas del lugar en el estilo que representa. En pleno casco antiguo, este restaurante de la mano de Carlos, el cocinero, ha conseguido algo difícil: sorprender con una cocina de fusión entre la internacional y la tradicional valenciana.
Tras haber pasado por fogones de Valencia, Londres y Roma encontró aquí una antigua casa de pueblo, la restauró y se instaló aquí. Él y su mujer Maggie muestran su talento con una carta variada, muy cuidada y con productos de primera calidad. Ellos mismos nos recomendaron los coflolls de cebolla y las habitas verdes japonesas con jamón, propuesta que suscribimos sin rechistar.
En Xàbia, además de bañarte, comer, y sestear a la sombra de los pinos puedes comprar artesanía local o del mundo entero, ir al cine, o visitar lugares con historia.
En esta sala de exposiciones, en pleno paseo marítimo, se cuenta no solo la historia de este edificio, contruido en 1860 en el puerto para albergar la estación telegráfica que enlazaba la península con Ibiza mediante un cable submarino, sino también, otras historias que tienen que ver con Xábia a través de exposiciones varias.
Para los que somos de esta parte del Mediterráneo, el Cabo de la Nao es nuestro particular Finisterre: está en el extremo sur del golfo de Valencia, entre éste y el golfo de Alicante, en el término de Xàbia. Se llega hasta allí por una carretera sinuosa y las vistas desde el mirador merecen mucho la pena. Uno se siente pequeño allí, con el mundo ancho y ajeno a tus pies.
¿Ventajas de que en el municipio haya un 53 % de extranjeros? Que puedes ver películas en versión original. Este cine es muy singular. Durante la época estival, la sala convencional convive con la típica terraza de verano y la programación, contra todo pronóstico, es grata y actual. Funciona desde siempre. Nuestros compañeros de viaje ya iban de niños y es una cita casi imprescindible una noche a la semana.
Parece una tienda de cachivaches más pero no. La ropa, la artesanía, los artículos de decoración, la bisutería, los complementos... están elegidos con esmero para que no se parezcan a todo lo que puedes encontrar en las tiendecitas típicas de los sitios de playa. Hay dos, una en el paseo del puerto y otra junto a la iglesia, en lo alto del pueblo, con un balcón corrido que da al mar.
Estas aguas del Mar Mediterráneo siempre están tranquilas. Además, las primeras horas matinales o los atardeceres son realmente especiales. La calma total, el entorno despejado de sombrillas, el agua turquesa… Por algo algunos la llaman la isla. Eso sí, salvo la playa del Arenal, la más concurrida. Como su propio nombre indica es una extensión de arena diferente, ya que la roca es lo más habitual en Xàbia.
Calas de roca o canto rodado, bastante accesibles, que si en plena temporada son maravillosas, acabada ya la época estival son el paraíso perfecto: mayo, septiembre, incluso en octubre, cuando acompaña el templado clima mediterráneo, son de lo más apetecibles.
La Caleta, más familiar, La sardinera, la nudista Torre Ambolo, o la fabulosa La Granadella, son algunas de las que hemos elegido para zambullirnos. El agua está cálida y el mar en calma. Perfección absoluta y más si vienes con niños. Además de estas hay otras en las que la soledad es posible incluso en días de mucha afluencia.
De noche, al mediodía, entre baño y baño, Xàbia tiene un sinfín de lugares donde tapear. En este paseo peculiar que nos han propuesto, nos hemos quedado con uno en especial.
Es un clásico, el típico bar de mercado de calidad ideal para el aperitivo o para el almuerzo, eso que para los valencianos no es la comida, sino algo que se pica tranquilamente a las once de la mañana, sin despeinarse. Todo en la barra o en los taburetes de mesas altas.
Salva, su propietario, ha confeccionado una larga lista de tostas que son únicas. Y con ellas, las tradicionales tapas autóctonas como les coques (de cebolla, tomate y pimiento, espinacas) o la tortilla de pescado. Y algo que las hace especiales: un acompañamiento a base de hinojo marino de las costas de Xàbia.
'La Cantina', ubicada justo al lado de la Lonja de pescado (cuya subasta, por cierto, es un espectáculo recomendable) está rodeada de barcos y redes. Cuando Javier Gutiérrez, uno de nuestros guías, era niño este restaurante era un barecito de pescadores.
Si vas a una hora determinada puedes ver cómo se descarga el pescado del día, que luego, de inmediato casi, te puedes comer. Los arroces marineros y el pescado de captura son su seña de identidad. Los xabienses que viven cerca del puerto lo frecuentan mucho. Y sin duda es el lugar elegido por los pescadores a la hora del almuerzo, tras la faena en el mar.
La zona más turística de Xàbia no es el lugar más visitado por los de toda la vida, pero si tuvieran que quedarse con un bar sería 'La Fresquita', en segunda línea de playa y ya sin vistas al mar. Con mucho encanto, con duende y sencillo está capitaneada por la chef suizo-francesa Sandrine, y el don de gentes de Joan, que es el encargado del local. Ambos han sabido conectar con los xabienses y con los extranjeros que residen en la zona del puerto. Recomendación, los figatells de sepia.
Es difícil elegir, pero nos hemos dejado llevar por nuestros cicerones, que llevan toda la vida meciéndose en este lugar: 'Mezquida', un restaurante familiar que empezó siendo un pequeño negocio y que hoy es un lugar de esos a los que los veraneantes de siempre acuden domingo tras domingo, no solo a comer arroz, sino también, a llevárselo a sus hogares estivales.
Situada al final de la carretera del Pla, antes de llegar al casco antiguo, en esta masía de corte clásico se pueden comer arroces de todo tipo. Y uno especial: la paella cocinada con leña de sarmiento, cuyo aroma le da un sabor único. Desde la terraza, además, se ve el Montgó.
El 'Parador de Jávea' es lugar imprescindible aunque solo sea por su ubicación y por su singularidad. Desde sus balcones se ve el mar infinito y la playa, a tus pies.
El hotel 'Miramar', más recoleto, está también en primera línea de playa, apenas a unos diez pasos de la arena. Y si lo que queremos es alejarnos del mar, al menos para descansar, el 'Triskel' está en pleno casco histórico, entre el mercado municipal y la iglesia de San Bartolomé. El 'Café Triskel' con chimenea y música en directo, también fuera de temporada, lo convierten en una opción distinta para otro tipo de turistas.