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Relajante y satisfactorio. Es como volver a la infancia, cuando en el colegio te hacían plantar una judía y ver cómo se desarrollaba, solo que ahora tú decides si prefieres pepinos o sandías. Mientras te centras en vigilar si han salido las hojitas y es hora de trasplantar la semilla germinada, no ocupas tu cabeza en dar vueltas y más vueltas a asuntos que solo te generan inquietud.
En breve podrás probar el fruto de tu primera cosecha y enviar la foto a todos tus contactos o presumir orgulloso en redes de la proeza. Así valorarás mejor la pera o las patatas que comes, sabiendo el esfuerzo que hay detrás, y conocerás las temporadas de cada cultivo. Advertimos que engancha e igual acabas con la casa reconvertida en un huerto en toda regla. Pedimos consejo al experto en jardinería, Fernando Urquiola, para que nos guíe en esta primera vez. Empezamos la faena.
Puedes usar envases de yogures o cartones de leche cortados por la mitad, totalmente ecológico, y convertirlos en maceta haciendo agujeritos en la base para que tengan drenaje. Tendrás que pedir sustrato –tierra– o turba para cultivar. Y las semillas. Tomates, pimientos, hierbas aromáticas o fresas son una elección acertada para iniciarse. Ahora hay que rellenar los envases con turba fertilizada y hacer una pequeña incisión con la yema del dedo en la tierra, colocar las semillitas y cubrir muy ligeramente, para que no quede muy profunda la semilla porque a la planta le costaría brotar cuando germine.
Hay que colocar el semillero en un lugar que reciba sol unas horas al día. No es imprescindible que incidan los rayos directamente pero sí que haya bastante luz. Dependiendo de la insolación, habrá que elegir un cultivo u otro. Tomates y pimientos requieren más luz y fresas o lechugas se conforman con menos. Al principio, lo ideal es mantener el grado de humedad sin encharcar el semillero. Se trata de realizar pequeños riegos pero con bastante frecuencia, porque la semilla está viva y la humedad es necesaria en la zona superior.
Cuando empiezan a salir las primeras hojitas (cotiledones), que son como los dientes de leche que luego se caerán al brotar las hojas definitivas, llega el momento de exponerla más al sol. Son recomendables un par de horas. No dudes en ir moviéndola de lugar, si es preciso, para que pueda captarlo y regar previamente para que no se deshidrate pues necesita humedad. Para comprobar que la planta ya ha ido cogiendo fuerza en ese primer envase, hay que probar a sacarla volteándolo con cuidado y sustraer el envase hacia arriba comprobando que el cepellón está formado y se sujeta bien por el desarrollo de las raíces. Es hora de trasladarla a una maceta grande o al suelo.
El proceso sería el mismo que se ha llevado a cabo en el semillero pero ahora con sustrato. Buscamos un tiesto adecuado. Cuanto mayor sea mejor será la evolución de nuestra planta, pues tendrá más espacio para su desarrollo. Incluso si el tamaño lo permite se podría trasplantar más de una planta de nuestro semillero. Hacemos un agujero más grande, en función al tamaño del cepellón, introducimos, cubrimos y compactamos ligeramente la tierra y a regar. Ahora es conveniente realizar riegos mas intensos pero espaciados en el tiempo pues las raíces van a tener impulso para ir buscando la humedad. Recordad que la jardinera debe tener drenaje para evacuar el agua sobrante.
Si se dispone de un pequeño jardín y se planta en el suelo, es necesario preparar el terrero. Cavarlo para que esté suelto porque suele estar muy compactado y duro y a las raíces les va a costar prosperar en esa situación. Luego se agrega mantillo y se remueve con la tierra. A continuación se hacen surcos a unos 50 cm de distancia. Con los tomates hay que tener en cuenta que la mayoría de las plantas de tomates son trepadoras, crecen mucho pero su tallo no es rígido, por lo que se precisan unas cañas de bambú como guía.
Ay, el tiempo. La de quebraderos de cabeza que procura en el campo. Hay que tenerlo en cuenta pero sin obsesionarse. Es crucial tanto en el desarrollo del semillero como en el de la planta. Si ves que van a bajar las temperaturas hay que protegerlas cubriéndolas con plástico o cambiar a una terraza cubierta, según las condiciones que tenga cada uno.
Así que darle cariño y tener el ojo puesto encima es esencial, aunque tampoco hay que prestarles atención en exceso porque sería contraproducente. A los principiantes nos suele pasar que dices "¡ay, que está seco, voy a echar más agua!". Error. Hay que dejar que la naturaleza actúe y que cada paso consuma sus tiempos.
Con estos cinco pasos verás que no es complicado iniciarse y comprobarás que la experiencia de cultivar es muy recomendable. El subidón y la satisfacción que produce ir viendo progresar el cultivo compensa los cuidados previos. La emoción cuando salen las flores y ya sabes que vas a tener fruto, pues cada flor será un fruto, hay que vivirla.
No te olvides de elaborar tus propios insecticidas caseros para combatir las plagas, a base de infusiones de ajo, cebolla o lavanda. En webs especializadas en jardinería hay decenas de fórmulas para combatir cada problema concreto.
No pierdas tiempo y ponte ya a cultivar los tomates que te comerás este verano. Aunque hay una lista de hortalizas y frutas que puedes plantar justo en esta época y son bastante fáciles de sacar a flote: berenjenas, calabacines, calabazas, cebollino, melón, sandía, pimiento, apio, albahaca, romero, lavanda y tomillo.
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