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El uso de máscaras y caretas se popularizó en la Venecia de los siglos XII y XIII. Durante los días en los que se celebraba su histórico carnaval, el ocultar la identidad permitía a sus ciudadanos ciertas licencias como mezclarse con otras clases sociales o dejarse llevar por la líbido. Hoy contamos con otro accesorio mucho menos teatral pero fundamental para preservar nuestra salud y la de los demás: la mascarilla. Aunque –seamos sinceros– seguro que, durante estos meses, también nos ha hecho pasar desapercibidos ante encontronazos sociales callejeros no deseados.
Llegados a este punto, la mascarilla se ha convertido en el elemento clave de un disfraz triunfador hasta tal punto, que algunos organizadores de festejos (como los de Ceuta o Rivas en Madrid) han incluido en su programa de carnavales de este año, el concurso de Diseño y Decoración de Mascarillas. Eso, si llegan a celebrarse por motivos de seguridad. Si la mascarilla ha llegado para quedarse, lo mejor es sacarle el mayor partido echándole imaginación y espíritu festivo, aunque sea, para ir a trabajar. Como decía la canción: "Ay, no hay que llorar, que la vida es un carnaval y es más bello vivir cantando".
Como hemos empezado por los históricos carnavales de Venecia, veamos cómo podemos llevar su sofisticación a la mascarilla sanitaria. Las Mardi Gras Mascarquerade son una especie de braga estampada con diseños de máscaras venecianas con sus características figuras de Colombina y Polichinela. Al ser elásticas pueden colocarse encima de la homologada por lo que vamos sobradamente protegidos. Además, son multiusos ya que, después del Entierro de la Sardina, se pueden usar para el cuello o de diadema.
Las máscaras venecianas tradicionalmente se fabrican en papel maché y suelen ser profusas y lujosas en decoración: purpurina, joyas, plumas, pedrería, encajes… todo vale para dar ese toque glamuroso y rico. Las mascarillas estampadas con motivos venecianos son perfectas ya que tienen la estética de las máscaras de la Ciudad de los Canales y la protección necesaria ante el virus ya que llevan tres capas (dos de algodón y una de poliéster) y alambre para sujetar a la nariz. Además, son lavables y se puede colocar una mascarilla sanitaria debajo para mayor seguridad.
Si se quiere llamar la atención nada mejor que una mascarilla de luces led. Está confeccionada en poliéster y spandex (para un mayor ajuste facial) y dispone de luces de siete colores y cinco modos de parpadeo diferentes. No lleva pilas, la batería (oculta dentro del controlador) se recarga mediante un cable USB en una hora y funciona de forma continua entre dos y cuatro horas. Es lavable pero, como no es de uso médico, para ir más protegidos se recomienda llevar una mascarilla quirúrgica debajo.
El ingenio sale a relucir en carnaval, sobre todo, si se busca sorprender y divertir con alguna temática sacada de su contexto. Pues con las mascarillas pasa lo mismo. Desde hace meses no vemos los rictus de nuestros interlocutores, ni se usa carmín, ni vemos una sonrisa… por lo que, ¿y si reivindicamos los labios XXL en las mascarillas? Al más puro estilo Carmen de Mairena o Amanda Lepore. Esta mascarilla de tela reutilizable y lavable lleva una ranura donde introducir algún filtro homologado que proteja del covid-19.
El cosplay, término compuesto por las palabras costume y play (significa algo así como interpretar disfrazado) es una actividad representativa donde los participantes, llamados cosplayers, usan disfraces, accesorios y trajes que representan un personaje principalmente de cómic, videojuego, cine, anime o manga. Pero ahora esa iconografía clásica en el mundo del cosplay se está convirtiendo en fuente de inspiración para las firmas de moda: Sailor Moon, Totoro o Doraemon han llenado camisetas, sudaderas en Bershka, Gucci o Loewe. Pero también han llegado al mundo mascarilla por lo que no está de más sacarle algo de partido… fashion.
Lady Gaga no haría ascos a ponerse en carnaval alguna máscara que mezclara sin mesura perlas, cadenas gruesas, tachuelas en oro o plata, pasamanería o flecos de cuentas. Por sí mismas ya resultan lo suficientemente llamativas para no tener que complicarse la vida con el resto del disfraz. Eso sí, mejor colocarlas sobre alguna protección eficaz.
El que nos guste disfrazarnos, o no, depende de la mezcla de dos factores: los valores culturales y los comportamientos aprendidos. Hay gente que disfruta yendo a una fiesta de disfraces pero hay otra que solo de pensar qué ponerse, le provoca estrés. Para aquellas personas que no les gusta adoptar un rol diferente al habitual, lo mejor es optar por un atuendo que aporte seguridad más que incomodidad. Una idea es hacerse con una americana, corbata y estampada con alguna temática divertida como leopardo, billetes o confeti.
Carla Fernández es una diseñadora de moda con sede en Ciudad de México cuya labor se centra en preservar y revitalizar el legado textil de las comunidades indígenas y mestizas del país. En esta ocasión, Carla ha creado una colección de mascarillas que reinterpreta los rostros de los personajes del folclore mexicano para rendir homenaje a los artesanos que, desde generaciones, crean máscaras de madera tradicionales en las localidades mexicanas de Mochoacán, Colima, Oaxaca, Chiapas y Guerrero. Cada mascarilla, lavable y reutilizable, está cosida a mano e impresa con tintas ecológicas. Además, son solidarias porque los artesanos han percibido el 25 % de las ventas.
El fenómeno rave (o multitudinario sarao de música electrónica) ha estado siempre ligado a la utilización de luces para la ambientación y decoración del espacio donde se celebran. También es típico entre los ravers (o asistentes a estos eventos) la utilización de todo tipo de elementos fluorescentes y de colores ácidos. Unas mascarillas con la sonrisa de Smile (que, por cierto, en 2021 cumple la friolera de 50 años) o con el símbolo de riesgo biológico en amarillo o verde flúor pueden ser el accesorio perfecto para un disfraz de raver.