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Cada vez es más habitual que las librerías incorporen un espacio en el que tomarse un café, un bocadillo apañado o un menú de la vieja escuela. Allí, rodeados de libros, parece un buen momento para bajar la guardia y limitarse a disfrutar de un entorno cultural.
Las cafeterías de urgencia en librerías fueron primero un recurso financiero más, casi residual, hasta que alguien pensó que quizás el destinatario último del producto no fuera el lector, que quizás aquellos o aquellas que son reticentes a pensar en pasearse por una jungla de libros sean más receptivos a la idea de una buena comida en un entorno más silencioso de lo habitual. Sant Jordi es el día ideal para verlos en ebullición, pero si quiere gozarlos de verdad, le servirá cualquiera de los otros 365 días del año.
Al final, inevitablemente, los clientes del restaurante no podían resistir la tentación de echar un vistazo a las estanterías y estos establecimientos meta-literarios (por llamarlos de algún modo) fueron depurando sus ofertas hasta convertirse en referentes más allá de su pertenencia a una misión más "elevada" que la gastronomía.
Una de las primeras en cuidar de su espacio gastronómico fue Laie. Una librería de luz suave y aires parisinos y, además, uno de los secretos mejor escondidos de la Barcelona global. En su planta superior y con un precioso jardín interior, uno puede disfrutar de uno de los comedores más relajados de la Ciudad Condal.
De espléndido menú diario y servicio sin altibajos, Laie es uno de esos sitios en los que es fácil ver un retrato transversal del mundillo cultural barcelonés. Los platos, sencillos pero con un par de titulares (por utilizar un argot futbolístico) imprescindibles: los carpaccios de ternera y salmón y el entrecot de Girona. Otro aviso para navegantes: la repostería de la casa es excelente.
Malpaso es un recién llegado, pero la editorial barcelonesa (con librería propia) pisa fuerte y hasta se ha atrevido nada más y nada menos que con un restaurante mexicano.
Guacamole con totopos, unos nachos estupendos y una espectacular merluza con costra de amaranto al pipían verde y verduras mini al vapor o un cabrito norteño con salsa borracha, demuestran que el restaurante tiene alma propia.
A dos pasos, la librería -una de las más elegantes de Barcelona- para hacer la digestión mientras se nutre el alma. La editorial ha editado un maravilloso libro de Kurt Vonnegut llamado "El que crea en la telequinesia que levante mi mano" que podría ser el postre perfecto para los que hayan reservado un hueco.
El restaurante Glups es aún más novato que el anterior pero cuenta con un incentivo sin igual: es el local para llenarse la barriga de Norma Comics.
Para los que no conozcan este templo de la novela gráfica y el tebeo (cada uno puede llamarlo como le apetezca) es uno de los más grandes, meticulosos y bien provistos establecimientos dedicados a las viñetas en este país y una parte esencial de la cultura comiquera barcelonesa: dos plantas a reventar de material geek.
El Glups es una extensión de esa religión, con ilustraciones del legendario historietista Daniel Torres y menús ad hoc: buenas hamburguesas (la especial Roco Vargas es excelente) y unos langostinos en panko con salsa teriyaki bastante conseguidos.
Para rematar la ruta, Babèlia, otro de esos espacios para matar la gula urbanita. Ladrillo visto, ambiente cálido y un volumen de conversaciones apto para los oídos más sensibles. La librería barcelonesa se ha convertido en otro de esos lugares obligados para respirar cultura sin tener que recurrir a las grandes franquicias del sector.
En la original carta del establecimiento, lleno de referencias literarias, son famosos los sándwiches: el Homero, el Cervantes, el Baudelaire y uno de los favoritos de la casa, el Parker, sencillo pero notable, con beicon, tomate, lechuga, mostaza y mayonesa.
Villarroel, 27
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