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Son las 10:30 de un martes de primavera, y el cielo gris de Ferrol amenaza con lluvia. Falta media hora para que comience la misa en la concatedral de San Julián, en cuya sacristía se prepara Xosé Francisco Delgado, párroco de este templo de 1778 desde hace cinco años. Está tranquilo, mirando el cuaderno donde cada día anotan la llegada de peregrinos que piden las credenciales para emprender los 122 kilómetros que forman el Camino Inglés. Por ahora solo llevan 11 "Antes de la pandemia, llegamos a contabilizar más de 300 personas a la semana", comenta esperanzado en que este nuevo año Xacobeo traiga más visitantes.
Xosé hizo el Camino Inglés en el año 1993 y es una enciclopedia andante, sobre todo si se le pregunta por las historias en torno a Ferrol. Pronto se anima a hablar de la Edad Media, momento histórico en el que se originó el Camino con los ingleses, escoceses e irlandeses que llegaban con sus barcos al puerto de Curuxeiras rumbo a Santiago de Compostela. Hoy, son los italianos los más devotos de este recorrido. "Aunque no sé hablar italiano, me encanta chapurrear con ellos", dice con una gran sonrisa que se adivina bajo la mascarilla. "Les llama mucho la atención el rostro de la talla de San José, de la Parroquia del Socorro. Originalmente se talló para un Cristo de la Pasión, pero después se cambió de idea y se le añadió un niño. De ahí su cara de señor sufriente", desvela este religioso cuyas anéctodas no aparecen en las guías turísticas.
El ferrolano, que también es párroco de la Iglesia de Los Dolores desde hace 23 años –ahora en restauración–, cuenta que la iglesia primitiva de San Julián estaba junto al puerto, en el barrio de Ferrol Vello, hasta que en el siglo XVIII fue demolida por la construcción del foso del arsenal militar. En su lugar, se levantó en la ubicación actual la concatedral, perteneciente a la diócesis de Mondoñedo-Ferrol.
Del templo medieval es el famoso Cristo de los Navegantes, hoy refugiado en la Iglesia del Socorro. Xosé no puede evitar hablar de su famosa leyenda, esa que cuenta cómo la talla apareció oculta bajo un cargamento de sal en la bodega de un buque inglés que intentaba salir del puerto sin éxito. "Solo cuando este Cristo de estilo barroco fue entregado a la iglesia, el temporal cesó y pudieron navegar", explica el religioso, mientras acaricia la piedra de una antiquísimo altar de ánimas medieval, que tiene relación directa con los petos de ánimas y cruceiros del camino. Otra historia de tantas para descubrir conversando con Xosé antes de comenzar la liturgia.
Recorrer el Camino Inglés y no detenerse unos minutos en 'Casa Avelina' debería ser pecado. A pie de camino, este bar de carretera de Carral, donde confluyen los dos itinerarios de este peregrinaje, es parada obligatoria. Aquí se encuentran dos de los personajes más carismáticos, cuyo corazón no les cabe en el pecho: las hermanas Mari Carmen y Avelina. Basta cruzar su puerta para darse cuenta del cariño que irradian.
Para la pesada mochila, te ofrecen una banqueta; un café caliente para el que llega con frío; un cambio de ropa para el que le sorprendió la tormenta; unas botas que tienen en casa para el que destrozó las suyas por el Camino; o dos banquetas convertidas en una improvisada cama para un niño agotado. El peregrino aquí se siente como en casa y devuelve toda la amabilidad que recibe de las hermanas en forma de fotos, postales, cartas firmadas, regalos, amuletos o figuras de la Virgen de Fátima.
"Tenemos 7 libros con dedicatorias y 8 álbumes de fotos", dice Avelina con una amplísima sonrisa, mientras sostiene entre sus manos una pequeña libreta con la que empezó todo en 2017. "Fue una peregrina la que nos sugirió que tuviéramos algún sitio donde pudieran escribir sus agradecimientos. Y no teníamos nada más que esta libretiña. Después, un chico de Madrid, que repetía el Camino Inglés, sacó de su mochila un bonito cuaderno que trajo expresamente para nosotras", dice emocionada.
Cada foto y cada palabra que incluyen esos cuadernos te erizan la piel. Son ellas mismas las que comparten todos esos recuerdos con el recién llegado. Se saben cada nombre, cada ciudad de la que proceden y cada una de esas vidas que, de alguna forma, han dejado marca en nuestras protagonistas. Porque el Camino está plagado de historias emocionantes, de promesas por haber superado una enfermedad o haber aprobado un exámen importante; viajes de amigos, familias al completo y solitarios; incluso famosos, como Julia Baird, la hermana de John Lennon; o algunos de los actores de El secreto de Puente Viejo.
Son ellas, además, las poseedoras de la llave de la pequeña ermita de San Roque. "Fue construida gracias a las limosnas entre los años 1773 y 1866. Y se sigue conservando con la caridad de los peregrinos y visitantes", recalca Avelina. Frente a la ermita –en la que puedes tocar la campana–, hay un antiguo cruceiro junto a un roble centenario al que hay que abrazar para absorver su energía positiva. "En esta ermita se da misa dos veces al mes", comenta Mari Carmen, mientras sigue relantando anécdotas, como la de los médicos que le regalaron un delicado pañuelo de bolillos; o la pareja de americanos que confiaron en ellas para cobrar un décimo de loteria premiado con 120 euros y que destinaron a la ermita. Hablar con ellas implica olvidarte del reloj, dejarte llevar por su bondad y abrir tus sentimientos. Porque ellas lo hacen desde el primer momento.
Benigno Candal y Mari Carmen Frego llevan recibiendo peregrinos en Bruma más de dos décadas. Lo hacen en una antigua casa de agricultores, propiedad de la familia de Mari Carmen desde hace 200 años, que en 1999 se convirtió en el albergue Hospital de Bruma, siendo el primero público de todo el Camino Inglés. Lo dicen con orgullo, pero también con mucha humildad. Son gente de campo que han dedicado parte de su vida a acoger caminantes que llegan exhaustos tras recorrer los 28 kilómetros que separan Bruma de Betanzos, o los 33 km si vienen desde Coruña. "Menos morirse, aquí ha pasado de todo", dice entre risas este gallego nacido en el cercano pueblo de O Mesón do Vento.
Situado en una aldea con tan sólo "36 vecinos y 15 casas" que sufre una acelerada despoblación, el albergue se encuentra a escasos 30 metros de donde, en época medieval, existía un antiguo Hospital de Peregrinos medieval fundado sobre el 1140. Se cree que el emperador Carlos I descansó allí en 1520 durante su viaje desde Santiago a A Coruña. "Del hospital no quedan ni las piedras", lamenta Benigno, mientras señala una ladera conquistada por la frondosa vegetación de la zona. Frente al solar, señala otra casa con siglos de historia, reconvertida hoy en 'Casa Graña', el bar que recomienda el gallego a todo caminante que busca una reconfortante comida casera. "Antes de que abriera el bar, servíamos menús frente al albergue. Se juntaban más de 20 peregrinos y muchos se mojaban los pies en el arroyo que pasa por aquí y que nace a 300 metros. Era todo muy familiar", recuerda con algo de nostalgia.
Una vez dentro, esta pareja que lleva unida 46 años, muestra los espacios y servicios de este albergue. En la planta baja, Mari Carmen apunta hacia unas marcas donde hace años había un sobrao con una cama que la vio nacer; o la lareira, de la que aún conserva un horno de piedra. Las 22 literas –ahora solo 6 disponibles por la pandemia– prometen un merecido descanso en lo que antes era la cuadra de las vacas; mientras las duchas y los servicios de lavandería se sitúan en el edificio anexo. "Siempre ha sido nuestro hogar", recalca la gallega, siempre pendiente de la llegada de un nuevo huésped.
Han sido muchos los peregrinos que se han refugiado entre los gruesos muros de piedra de este albergue, "sobre todo italianos, alemanes y portugueses –en este orden–; y madrileños, andaluces y valencianos", cuenta Benigno, que a pesar de tratar con todos ellos, confiesa que, aunque ha tenido todo el tiempo del mundo, nunca se ha animado a aprender idiomas. "Sé cuatro palabras en inglés, y con el italiano me defiendo un poco más, porque hay muchas similitudes con el gallego, pero para lo básico", comenta. Lo cierto es que no importa el idioma en el que se comunique Benigno y Mari Carmen, ambos anfitriones dejan huella en todos los que les conocen gracias a su hospitalidad y sus sabios consejos sobre el Camino.
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