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Los madrileños tienen grabada en su memoria colectiva la afición por observar la vida de la ciudad cómodamente sentados. ¿Quién no ha pasado alguna calurosa noche de verano en un banco charlando con los vecinos bolsa de pipas en mano? ¿Quién no se ha sentado en uno de ellos con los compañeros del colegio para tontear? ¿Quién no se ha quedado apoyado en un banco para leer los mensajes del móvil mientras se espera a alguien? ¿A quién no le ha venido bien sentarse en uno de ellos dentro del pipían del barrio mientras la mascota corretea con sus colegas caninos? ¿O quién no se ha aposentado para tomar los primeros rayos del sol de la primavera? Por estas y otras muchas razones, nos aprovechamos de esos bancos -a los que pocas veces prestamos atención y que tan socorridos y agradables nos resultan- para proponerte una serie de paseos por Madrid.
Los bancos son las islas donde los peatones, tras una larga caminata, se paran y se sientan en busca de su funcionalidad y, ahora los bancos van a seguir siendo decorativos para las ciudades y funcionales para los ciudadanos, aunque se tenga que mantener la distancia social de dos metros. En estas primeras salidas a la calle, los bancos pueden convertirse en nuestros mejores aliados no solo para las personas mayores, cuya salud y resistencia es más frágil y necesitan descansar más a menudo, sino también para retomar una limitada actividad social. O como metas volantes de una ruta a pie a buen paso.
Toda actividad social se produce de manera espontánea debido a la coincidencia espacial entre personas que deambulan o que permanecen en los mismos lugares como, por ejemplo, sentarse en el mobiliario urbano. Saludarse agitando la mano, con un movimiento de cabeza, con un cruce de miradas tras la mascarilla o con un "Hey ¿Qué tal todo?" a viva voz serán ahora las formas corteses a seguir cuando nos encontremos con un amigo o vecino (aunque no hayamos hablado nunca con él) porque, a pesar de todo, seguiremos necesitando calor humano.
Como ha indicado el cineasta David Lynch, tras la pandemia el mundo será diferente, "más espiritual, amable y unido". Al hilo de esto, es curioso ver los resultados que un estudio realizó en los famosos Jardines de Copenhague en el que se reveló que los bancos más usados del espacio fueron los que se situaban en el camino principal del jardín, desde donde se disfrutaba de una buena visión de las zonas más activas. Por el contrario, los menos usados eran aquellos asientos instalados en las zonas más tranquilas del pulmón verde de la ciudad danesa.
Madrid cuenta con unos 68.000 bancos públicos situados en plazas, avenidas y calles en distritos tan dispares como Salamanca, Vallecas, San Blas, Tetuán o Centro. Bancos de todos los tipos: de fría piedra, de madera, de hierro… que definen a una ciudad tan ecléctica y multicultural como Madrid y que nos servirán en este paulatino desconfinamiento para crear unas atípicas rutas en las que tomaremos los bancos como referencia.
La propuesta es la siguiente, haremos una ruta por las calles donde haya más bancos, de este modo, en uno que esté libre, nos podemos sentar para ver la gente pasar, admirar la arquitectura colindante o, simplemente, tomar conciencia de la nueva realidad a la que nos enfrentamos. Y, atención, porque estas zonas que destacamos son un simple ejemplo, porque una idea muy apetecible es descubrir los bancos que tenemos más cerca de casa.
Cuentan que, en el siglo XIX, existía un servicio de alquiler de sillas para que los viandantes se sentaran tras recorrer el paseo de Recoletos. Sus bancos de madera situados a ambos lados del Paseo son perfectos para disfrutar de la arquitectura neoclásica de los palacios ubicados a lo largo y ancho de esta vía, como el del Duque de Elduayen (en el número 25); el de la Duquesa de Medina de las Torres (en el número 23); el del Marqués de Salamanca (en el número 10) o el del Marqués de Alcañices, también conocido como del Duque de Sesto (en el número 13). Aunque también se puede ver la estatua dedicada a Valle-Inclán o simplemente, ver el agua correr en su emblemática fuente.
Se impone una parada en la enorme plaza de Colón del arquitecto Antonio Palacios, donde se unen Recoletos, Castellana, Goya, Génova y Serrano. Seguro que nunca te habías fijado en las hileras de bancos de tablillas desgastados por la lluvia y el sol, que se ocultan detrás de las tres macroesculturas de hormigón dedicadas al Descubrimiento, obra de Joaquín Vaquero. Ni en que hay olivos. Un buen pasatiempo, además de observar detenidamente las esculturas de Colón y el rostro de Julia de Jaume Plensa o la estatua de Blas de Lezo, es jugar a descubrir todo aquello que era invisible a tus ojos.
Los bancos de la calle Serrano hasta ahora servían para hacer una parada entre compra y compra. No era extraño ver a los señores sentados custodiando paquetes mientras que las acompañantes entraban en los comercios más ligeras de estorbos. Mientras que las tiendas sigan cerradas, los bancos bien pueden servir de zona de descanso si recorremos el carril bici que transcurre por la famosa y exclusiva calle del barrio de Salamanca.
Unos bancos en los que merece la pena parar son los situados delante del Museo Arqueológico Nacional (MAN) para contemplar su espléndida fachada con las esfinges tumbadas y las estatuas dedicadas a Alonso Berruguete y Diego Velázquez. Convertida ahora en un museo de escaparates, que son un reflejo sociológico del barrio, da gusto poder pararse sabiendo que no hay posibilidad de transpasar el umbral.
Sin músicos callejeros amenizando el paseo, casi sin coches circulando, con las macro tiendas low-cost cerradas, sin bulliciosos turistas… Recorrer la Gran Vía puede ser una experiencia como la del protagonista de la película de Amenábar Abre los ojos. Antiguamente, la Gran Vía tenía bancos contados y, según dicen las crónicas, hasta había cola para sentarse.
Hoy, la arteria más famosa de Madrid cuenta con 143 bancos, 33 de madera y 110 de granito, con un diseño geométrico que evocan los tiempos en los que había asientos de descanso. Lo más destacado es que algunos funcionan como chaise longue. Perfectos para tomar el sol o reposar con las piernas en alto tras una larga caminata.
Pasear una de estas mañanas es como colarse en el famoso cuadro de Antonio López con una Gran Vía desierta y parada eternamente a las 6,30, hora que marca el veterano reloj. Con las amplias aceras que surgieron tras la remodelación en 2018, da gusto pasear sin rumbo dirigiendo la vista a las alturas hasta encontrar al ave fénix de Mariano Benlliure del fabuloso edificio Madrid- París en el número 32. O al Romano del nº 60, obra de Víctor Macho, que desde 1930 vigila a los transeuntes mientras sostiene un pequeño templo sobre su cabeza en lo más alto de este ejemplar art decó.
Si quieres visitar un Museo pero no puedes, esta es la solución. El Museo Arte Público de Madrid es un espacio expositivo de esculturas al aire libre muy apreciado por los madrileños. Este Museo, situado bajo el puente que une la calle Juan Bravo con el paseo Eduardo Dato, no se rige por las estrictas normas de los convencionales. Aquí no hay que pagar entrada, no tiene horario de apertura y cierre y se podrán tocar las obras cuantas veces se quiera.
El Museo acoge obras de escultores como Eduardo Chillida, Marcel Martí, Pablo Serrano, Alberto Sánchez, Joan Miró o Francisco Sobrino. Piezas de gran tamaño de 17 artistas, que pueden contemplarse sentados en alguno de los bancos instalados en el área. De piedra blanca y corta altura son casi una escultura más, que revelan en su diseño los años 70 en los que inauguró. Si no has estado nunca o has pasado cientos de veces sin detenerte, ya va siendo hora de que te acerques a conocerlo y sientas el privilegio de poder estar en ese rincón repleto de arte de la Castellana.
Las calles peatonalizadas son una alternativa apetecible para dar los primeros paseos posconfinamiento. No hay que estar pendiente si viene algún vehículo y permiten mantener la distancia de seguridad obligatoria. La calle Carretas es un ejemplo de ello. Aunque por ahora no podemos entrar en alguna de sus tiendas o comprar una porción de pizza o un helado, sí podemos sentarnos en algunos de los bancos situados a lo largo y ancho de esta calle que, en el siglo XIX fue famosa por albergar el mayor número de librerías y tiendas de ortopedia de la ciudad y por ser además, junto con la de Montera, las primeras calles pavimentadas y empedradas con acera.
El nombre de Carretas se debe a las carretas que se colocaron a modo de defensa durante la guerra de los comuneros en el siglo XVI. En su día a día es una de las más bulliciosas de Madrid pues conecta dos de las plazas más populares del centro.
Hace cuatro años, el Real Jardín Botánico reformó su perímetro exterior para devolver el esplendor a su verja del siglo XVIII. Aunque ahora no se puede entrar a la institución para verlo en todo su esplendor primaveral, sí nos podemos sentar en alguno de los bancos de diseño vanguardista a contemplar (aunque sea tras una reja) los árboles y las plantas del histórico jardín.
Justo enfrente está CaixaFórum y, aunque ahora el espacio expositivo está cerrado al público, en su explanada de entrada cuenta con varios bancos desde donde contemplar su magnífico jardín vertical. El impresionante tapiz vegetal (que sobrevive sin tierra, solo necesita agua y nutrientes) fue diseñado por Patrick Blanc, botánico francés e inventor de esta técnica, con la que ha creado jardines verticales por todo el mundo.
No hay nada mejor que caminar sin rumbo fijo para descubrir rincones con algo especial. Por ejemplo, en la calle Valverde poco hay que ver (salvo en el número 24, la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales que organiza unas interesantísimas charlas sobre diversos temas científicos) pero tiene un rincón especial, tres bancos de piedra bajo sendos árboles frondosos que protegen del calor del verano, ponen color al gris del asfalto, el hormigón y el ladrillo sucio, protegen del viento en invierno y dan sombra y refresco en los meses de verano, y mitigan la contaminación acústica y atmosférica. Además, ahora que el contacto físico entre las personas es inexistente, será mejor ir pensando en las propiedades terapéuticas que tiene abrazar un árbol (arboterapia se llama) que van desde cargarnos de buenas vibraciones hasta aliviar determinadas dolencias.
Mucha gente se queja de que lo que ha hecho durante el confinamiento ha sido comer y, con el consiguiente e indeseado aumento de peso. Pues bien, esa hora de alivio que vamos a poder disfrutar para pasear, puede venir muy bien para adelgazar. Cuando se camina se queman entre 4 o 5 calorías por minuto por lo que, desde ahora, si solo comes una ensalada, se puede usar esa hora de des confinamiento para mejorar el tipo. Recorrer una vía urbana cuesta arriba, como la calle Atocha, ayuda a quemar aún más calorías. Un buen sitio donde sentarse a tomar aliento es en los bancos situados junto a la estatua El abrazo, de Juan Genovés. El monumento está inspirado en el lienzo que el propio autor pintó y que se expone en el Museo Reina Sofía.
Nunca el saber popular italiano había sido tan certero. Ahora no es el momento de volverse locos y salir a la calle sin tomar las medidas higiénicas necesarias. El Covid-19 sigue estando ahí fuera y mejor llevar con nosotros un equipo básico que echar a la mochila:
- No pueden faltar los guantes de látex, la mascarilla y el gel desinfectante. Hay que seguir en todo momento las recomendaciones del Ministerio de Sanidad. hay que extremar las medidas de higiene antes y después del paseo. El lavado de manos es ahora nuestro mantra.
- No se te olvide llevar un espray con desinfectante (20 ml de lejía, de 3-5%, con 980 ml de agua) y pañuelos de papel para desinfectar el banco donde te vayas a sentar.
No está de más echar protección solar para evitar quemaduras porque tras un mes de confinamiento la palidez es importante, aunque se recomienda recibir los primeros rayos sin filtros por la carencia que has tenido.
- Las gafas de sol y una gorra con visera pueden ser de ayuda si salimos durante las horas solares más potentes.
- Usa zapato cómodo (hemos estado mucho tiempo en zapatillas) y, cuando llegues a casa, déjalo en la puerta y para desinfectarlo con nuestro espray desinfectante.
- Deja las galas para otra ocasión. Utiliza ropa cómoda, de esa que no te importa que se estropee con el uso o los lavados frecuentes. Nada más llegar a casa quítate la ropa para lavarla en agua caliente y, nunca, sacudirla.
- Hacerse unos selfies en plena liberación puede ser muy tentador pero que no se te olvide limpiar el smartphone antes y después de llegar a casa.
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