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Hay dos tipos de valencianos: los que son falleros y los que no. Y dentro de este segundo grupo, hay tres subespecies. Una, la que se sale pitando de la ciudad el mismo día 14 a ser posible y no vuelve hasta que el servicio de limpieza ha recogido todas las cenizas. Dos, la que no se marcha (es un subgrupo que trabaja) pero se atrinchera en sus casas y despotrica todo el tiempo por todo lo que sucede durante dos semanas enteras. A los que componen este club, numeroso desde siempre, los falleros de raza los llaman aguafiestas y cosas mucho más feas. Ambos colectivos se odian a muerte y no hay reconciliación posible. Y luego está el tercer grupo, el de los festivaleros/disfrutones que vestidos de paisanos viven esta semana loca como si fuera la última.
Como este año las fallas han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad, vamos a centrarnos en este último tipo. Es ese valenciano que si ha invitado a un amigo de fuera a venir estos días, le guiará por vericuetos que no están en las guías y hará con él cosas que el de fuera no haría si hubiera venido en un viaje organizado, por ejemplo. En todos los manuales encontramos decálogos de lo que un extranjero(que puede venir desde Estocolmo, desde Lugo o desde el mismo Madrid) debe hacer durante los días de frenesí fallero pero no encontraremos el listado de las cosas que los valencianos NO hacemos, NO decimos durante las fallas. Así que hemos tenido que venir para contarlo.
Así que si alguien nos pregunta si vamos a ir a ver los “fuegos artificiales”, nuestra mente cortocircuita. Nosotros quedamos para ver el castillo (Castell en valencià), en la Alameda y por supuesto nunca se nos ocurriría ir solos en plan, voy a contemplar ese espectáculo de luces. A ver eso se va con gente. La Nit de Foc, que es como la llaman en los telediarios, es nuestra Cremá. Esa noche cenamos y luego, si eso, vamos a ver cómo se quema la falla. Y solo llora la fallera mayor, como es preceptivo, y alguna que otra/otro sentimental. Poco mas. No, no nos da pena, que es otra pregunta que nos hacen a menudo los de fuera. Cuando acaba, la noche sigue. Es la última y se aprovecha.
Para comer, cenar, merendar, tomar un cóctel entre traca matinal, y traca nocturna tenemos un sitio nuevo en pleno centro de la ciudad, Federal se llama, donde hay que tomar el sándwich de reuben pastrami y uno de sus postres caseros: la tarta blue moon, con arándanos, bizcocho de vainilla, y frosting (cremette con azucar glass).
De hecho, un numeroso grupo no se ha vestido nunca y nunca lo hará. Otro grupo numeroso lo hicimos de pequeñas, fruto de la inocencia y el amor por el disfraz, y luego ya nada. Nos vestimos de primavera, eso sí, porque en fallas hay 24 grados, que como todo el mundo sabe es una temperatura ideal para todo. Ahí nos instalamos ya hasta el verano y volvemos a ella en septiembre, hasta bien entrado noviembre. Un lujo, sí, lo sabemos. Por eso vivimos aquí y no en Rusia.
Pero verlas en los pasacalles (que no desfiles, como los llama cualquiera que no sea de la ciudad) con sus trajes luminosos, al ritmo de las bandas de música, que son una maravilla total, con el olor a pólvora que lo impregna todo, es un gusto para todos los sentidos. Y eso sucede a todas horas y en todas las calles, recorridos, recovecos. Merece la pena pararse a verlas un rato.
Quizá en otro momento del año podríamos comer churros (porras nunca), pero en Fallas pedimos buñuelos. Y punto. En las chocolaterías y en los puestos ambulantes, que escogemos con mucho cuidado, porque detectamos el olor a aceite de palma a la velocidad de la luz. Nos los solemos comer por la mañana (bastante antes de la hora del aperitivo, donde la cerveza al sol antes de la mascletá es otro clásico) o a media tarde.
Recomendación: Buñolería Fabián, en la calle Císcar 5, en pleno barrio del Eixample, que nos pilla de camino a todas partes. Las colas que se montan en esta buñolería, dentro y fuera del establecimiento son paradigmáticas, eso sí. Pero es una cola que merece mucho la pena, incluso el elevado precio de los buñuelos y del chocolate a la taza, merece la pena. Lo que NO hacemos bajo ningún concepto es comer en sitios ASÍ. ¿Pimientos fritos? ¿Con la de barras maravillosas que tenemos? ¿en fallas?
Y no, no lleva pimiento, ni chorizo. Eso es arroz con cosas. Esta es una batalla en la que ya no entramos. No hay discusión posible. La paella es a la vez el contenido y el continente. Cuando decís “paellera” para referiros al recipiente donde está el arroz os despreciamos un poco en silencio. Igual que si queréis tomarla por la noche. De hecho hay lugares infumables de arroces, en el centro y en la playa donde a veces vemos a hordas de turistas zampándose una paella con restos a las siete de la tarde. Y sentimos pena.
Pero tampoco somos muy de comer paella en fallas nosotros, así que vamos con otro plan. Podemos pasarnos por el Mercado Central y parar en UNO, que es uno de los puestos novísimos del mercado, el primer take away que se abre en este lugar mítico, que este año han lanzado una “caja fallera”. Nos la llevamos puesta para antes o después de la mascletá. Por 6,50, esto: dos medios bocadillos del día, con la materia prima del propio mercado, una bolsa de papas (que es como vosotros, los de fuera, les llamáis a las patatas chips), una bebida, una pieza de brownie o una fruta. Y la caja de cartón luego la reciclas. Es un buen plan, insólito hasta este año.
Hay gente que viene de fuera que sí va, pero nosotros no. Ni ahora en fallas ni el resto del año. ¿O todos los madrileños del mundo mundial han visitado el Prado en los últimos 15 años? Pues eso. Pero el museo es interesante, ¿eh? Y diferente, y está en las guías. Y los de fuera van a veces a visitarlo. Lo que pasa es que como nosotros lo tenemos ahí todo el año pues acabamos no yendo, que nos liamos, y un día por otro… y ya no hay manera.
Más cosas: las fallas, los monumentos falleros para ser exacto, están en todas partes, en todas nuestras esquinas, plazas, callejones. Y se queman el 19 por la noche, claro. Pero hay una que NO va a quemarse este año y que es especial y que está en el Centre del Carmen, un centro cultural y museístico en plena Ciutat Vella. Se llama Renaixement (Renacimiento) y el año pasado formó parte del Burning Man, el festival de arte al aire libre que tuvo lugar en el desierto de Nevada. La historia de esta falla es apasionante y demuestra que la tradición se puede revisitar sin problemas.
Está pegada a la ciudad, sí, pero que es un lugar que no se visita en fallas bajo ningún concepto.La tenemos ahí el resto del año y entonces sí, nos la recorremos arriba y abajo. Si eres de cualquier lugar de centroeuropa y tienes muchas ganas de mar, porque allí donde vives siempre hay tres grados bajo cero, venga, te acompañamos un rato. Ojo, no puedes comer en CUALQUIER sitio de arroces. Mejor comes en Casa Carmela que lleva cien años haciendo paella a leña, con leña de naranjo, que según los expertos es la mejor por varios motivos: el humo de ese tipo de árbol le da un aroma especial a la paella; proporciona fuego constante y mucha llama y permite su control más que otras leñas. Y el último, es la leña con la que se prepara la paella valenciana desde hace siglos.
El delirio empieza YA.
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