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El ambiente de los sábados por la mañana en Haría bulle con un ir y venir de gente curiosa paseándose por el pueblo o buscando el motivo de esa congregación de visitantes, su mercadillo artesanal. Desde 2004 se ha convertido en visita obligada por los turistas al ser declarado por el Patronato de Turismo de Lanzarote con el Premio Distinguido del Turismo en la categoría de Ocio y Eventos de Interés Turístico.
En la Plaza León y Castillo, bajo la sombra de un paseo de árboles, se colocan poco más de una veintena de puestos rodeados, a su vez, por bares y algún restaurante, donde arrancar el día tomando el desayuno o el aperitivo a media mañana. Todo eso amenizado con la banda sonora que deja una tradición de la isla que le da un toque especial al evento: suele haber algún músico tocando en los mercadillos.
Lejos han quedado aquellos días que, como cuenta Eulogio, la artesanía se usaba para crear los útiles necesarios para la casa y el campo. “Llegaban las señoras y la mercancía y te duraba ni cinco minutos porque todo el mundo necesitaba las cestas”, asegura en el taller de su casa, porque Eulogio ya no va los sábados a vender sus productos. Ahora, la cestería para él es un hobby que le mantiene entretenido, aunque en la isla sigue siendo un referente de maestro artesano.
La cerámica popular canaria, que servía también para los útiles del hogar, sigue teniendo su punch en el Mercadillo Artesanal de Haría. A través de Aquilino Antonio Rodríguez conocemos las técnicas ancestrales con las que se trabajaba el barro y que él mismo sigue usando para cumplir con su objetivo: “Yo ahora mismo tengo tres funciones: recuperar, pasado; conservar, presente; y difundir, futuro”.
Lleva más de 40 años dedicado a esta labor en la que el barro y el fuego juegan un papel fundamental. Las vasijas de Aquilino, más allá de su utilidad, desprenden la belleza de su historia. “También doy cursos de tres horas donde haces una pieza pequeña para conocer el barro, que es especial, y una pieza más grande para conocer la técnica de urdido. A la semana, hacemos un fuego y la cerámica que tú haces es para ti”, explica sonriendo en un lateral de su mesa, para garantizar que lo que uno se gasta en su curso lo amortizas con tus propias piezas.
Victoria Sintes, alias Pluma, también trabaja la cerámica centrándose en ocarinas y esculturas que simbolizan la fertilidad. Aunque, para ella, su labor está más vinculada con los rituales ancestrales que celebra en la cueva en la que vive en Lanzarote desde hace unos años, donde ha preparado su hogar y su lugar de trabajo.
Muchos artesanos de Haría han sido adoptados por la isla, como Fernando González, llegado de Plasencia (Cáceres) hace 16 años. Antes se dedicaba al mundo de la noche, cuando gestionaba un pub y decidió cambiar la música y el ajetreo de la noche por las artesanías que realiza en macramé y plata. “Siempre me ha gustado el trato con el público y eso lo mantengo con este trabajo”, asegura sonriente atendiendo a locales y extranjeros que se acercan a su puesto.
Diseños de pajaritas originales, carteras, adornos hechos de crochet o sombreros diferentes ocupan los tenderetes del mercado, donde incluso hay un agricultor que vende las verduras de su huerto, porque aquí también hay espacio para el producto gastronómico local. Como el puesto de ‘Mama Trina’, que vende mojos, almogrote, mermeladas, licores… Todo envasado en tamaño normal y en lotes más pequeños, adaptados para el equipaje de mano en el avión pensando para los turistas.
Unos metros más allá sorprende la joyería de Mario Franceschin, un venezolano que lleva más de tres décadas en la isla de los volcanes. La influencia de Lanzarote se aprecia en los diseños de su joyería, siendo el uso de minerales de la isla y piedra volcánica la personalidad de su trabajo. “Todo es plata y oro e, incluso, mezclo ambos. El diseño depende de la inspiración del momento, pero hay cosas que son más comerciales, que se venden siempre y que repito más; y luego hay otro tipo de trabajo que son piezas únicas”, afirma mostrando algunos anillos maravillosos.
La mañana está soleada y, con el buen tiempo, los ánimos para admirar el trabajo de los artesanos y comprar son otros. Hay mucho movimiento pero sin llegar a ser agobiante, como sucede a veces en el mercadillo más grande de la isla, el de Villa Teguise, los domingos, donde se concentran más de 400 puestos juntos. Aquí, en Haría, los artesanos superan a duras penas la veintena. Es íntimo, pero forma parte de esa exclusividad que solo puede darte el trabajo personal y hecho a mano de los vendedores.
La armonía que envuelve al conjunto de Haría también impregna la voluntad de comprar de los asistentes. Es ese tipo de belleza que repara y que todos querríamos llevarnos a casa. Cualquier compra en Haría permitirá guardar un recuerdo indeleble de Lanzarote. Siempre y cuando no sea comida, obviamente.
‘MERCADILLO ARTESANAL DE HARÍA’ - Plaza León y Castillo, 6-8, Haría. Lanzarote. Sábados de 10:00 a 14:30 horas.
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