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Vaya, vaya, aquí no hay playa… Ya lo cantaban The Refrescos a los cuatro vientos hace unos años y, obviamente, razón no les faltaba. Y aunque ante la ausencia de costas en la capital no hay mucho que podamos hacer, sin embargo, sí hay varios lugares de la ciudad en los que, al menos, podrás sentir que has huido del asfalto sin poner un pie fuera de la city. Tal cual. Así que, si aún no te ha llegado el turno de las codiciadas vacaciones, toma nota porque estos tres oasis urbanos te interesan. ¡Y mucho!
Si un jardín botánico es de por sí una delicia, imagínatelo aderezado con buena música, comida, bebida y ambientazo. No suena mal, ¿verdad? Pues esto es lo que viene proponiendo el festival Noches del Botánico desde que se puso en marcha en 2016, logrando convertirse ya en uno de los imprescindibles del estío madrileño.
Y no sabemos si será la vegetación del Jardín Botánico (el de la Universidad Complutense, ojo), su microclima, el ambiente o un poco todo, pero, una vez allí, tienes la sensación de haber salido de Madrid y estar, de pronto, en una especie de fiesta en el campo.
"Nada más ver este lugar, supimos que era el sitio perfecto para un festival de música al aire libre", nos cuenta su director artístico, Julio Martí. "Musicalmente, nos gusta que sea multidisciplinar, por eso traemos a artistas con una carrera muy consolidada, y también nuevos talentos, de géneros como blues, jazz, rock, flamenco... Este año hemos programado un total de 30 shows".
Y, sí, su cartel musical siempre pone los dientes largos, pero es que además esto no va solo de música. "Queremos que sea una experiencia veraniega completa, es decir, que junto a los conciertos, haya un montón de cosas que hacer, para que cada tarde vengan 3.000 personas a pasarlo bien", añade.
Por eso, aparte del escenario principal, hay otro más pequeño para los artistas teloneros y dj's, así como una zona de food trucks (de hamburguesas, piadinas, pizzas o, incluso, uno 100 % vegano), otra con puestos de libros y música, e incluso una con césped para echar el rato. Total, que el plan ideal es ir cuando abren las puertas (19.30 h.) y, una vez allí, dejarse llevar hasta que empiece el concierto. Si lo tienes en mente, que sepas que esta edición dura hasta el 29 de julio.
En el caso de este cinéfilo oasis urbano, el Autocine RACE, ya no es solo que te permita escapar del mundanal ruido (gracias a su céntrica, pero convenientemente apartada ubicación), sino que casi, casi ¡hasta sientes que cambias de época! Y todo, cortesía de la ambientación cincuentera que se marcaron sus creadores cuando lo pusieron en marcha en esta enorme superficie diáfana (de 25.000 m2), sin edificios pegados y totalmente al aire libre.
Preside el recinto una pantalla gigante que se ve desde cualquier lugar, ya sea el interior de tu coche –que para eso es un autocine–, las terrazas de los espacios de manduca con que cuenta el recinto o la zona con más de 150 hamacas que han puesto en primera fila para la época estival.
"Con ellas –las hamacas–, además de autocine, somos cine de verano, así que puedes aparcar el coche y disfrutar de la proyección al fresco", nos explica el gerente, Raúl Retamero. Y son una gozada total. Como también lo es ir antes de la proyección del clásico o del estreno de turno para divertirse por allí, siempre al ritmo del rock & roll que sale de los altavoces.
"La idea es que la gente pueda venir a disfrutar de la comida y del espacio al aire libre antes de la película. A veces también hacemos eventos y además ¡admitimos perros!", apunta. Junto a los food trucks de comida y palomitas, tienen un 'Diner', como los de las pelis americanas, cuya cocina, antes de la proyección, es un no parar de perritos, pizzas, nachos y hamburguesas (muy rica la Margarita y, mejor todavía, con uno de sus batidos de Oreo).
Quizá te interese saber que, si durante la película el cuerpo te pide alguna otra cosa, puedes llamar a un teléfono interno para que te lo acerquen donde estés (por un euro más, eso sí) y no tengas que perderte nada de nada. Nos declaramos muy fans.
Si creías que las únicas veladas musicales en mitad de la urbanita flora madrileña son las del Botánico, es porque aún no has oído hablar de las del Olivar de Castillejo, un jardín histórico con más de 100 olivos y otras tantas especies centenarias.
"¡Qué olivos tan frondosos! Es un sitio como que te relaja, ¿no?", le comenta uno de los asistentes a su acompañante. Y es que eso es justo lo que sientes cuando cruzas el umbral de esta especie de burbuja de paz y tranquilidad, a solo unos pasos del bullicioso Paseo de la Castellana.
Tan bucólico entorno sirve de telón de fondo para las referidas Noches del Olivar, un ciclo de conciertos, en este caso, mayoritariamente de música clásica, que dura hasta el 15 de septiembre. En una zona del olivar se levanta un mínimo escenario donde, dependiendo del día, es posible embelesarse con un recital de piano, un cuarteto de saxofones, un dúo de violines…
Los conciertos empiezan a las 20.00 h. y duran una hora. En teoría, ya que con los bises suelen alargarse hasta cerca de las 21.30 h., momento a partir del cual se pone en marcha una romántica terraza, ubicada allí mismo, para tomar un piscolabis.
"Poder picar algo entre estos olivos es una pasada. Es un sitio muy bonito, muy especial", comenta Alejandro Alburquerque, responsable de dicho espacio dentro del olivar. "Nuestra carta es breve, hemos seleccionado unos cuantos platos fresquitos y veraniegos, como poke de salmón, burrata, tacos…", señala. Si quieres tener mesa, según nos cuenta, debes reservar con antelación, aunque si no lo logras, siempre podrás darte una vuelta por este apacible jardín, a la sombra de pinos y olivos.