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En el mercado matinal de Sant Francesc Xavier, en Formentera, cuatro artesanos montan sus puestos frente a la parroquia de la Plaza de la Constitución. Ocupan un pequeño espacio en esta céntrica calle plagada de boutiques y tiendas de souvenirs. Sus artesanías son únicas, auténticas y todas hechas a mano. Todas conectan con el paisaje de esta isla que fue enamorando a cada uno de ellos hasta convertirla en su hogar y forma de vida.
Afincado en la isla desde 2001, las joyas de Tito Solari tienen un estilo muy personal. Quien le conoce sabe que sus piezas son únicas, poderosas, nunca pasan desapercibidas. Fabrica cadenas, anillos y brazaletes robustos, pero de líneas limpias y elegantes, todas forjadas a mano. “Compro la plata en pepitas, la fundo y con ella hago los lingotes, los estiro, fabrico el hilo, las láminas y doy forma a cada joya”, cuenta este argentino de Santa Fé cuyo taller se encuentra en La Mola.
Tito llama a sus clientes por su nombre. Tiene fieles que van todos los años a adquirir una nueva pieza cuyo precio oscila entre los 140 y 800 euros -según el peso que marque la báscula de Tito- aunque hay pedidos que superan los mil euros. “Si quieres algo realmente original, Tito lo tiene”, dice Petra, una de las más asiduas a este puesto de Sant Francecs. “Y si no, te lo personaliza”, añade mientras muestra en su muñeca el brazalete que compró la temporada pasada. Hoy duda si llevarse una cadena o uno de los anillos con forma de corales.
La "fuerza ancestral de la naturaleza" -sobre todo el mar- y las formas del cuerpo humano inspiran el trabajo de este argentino cuyas joyas describe como de diseño moderno pero con elementos tradicionales. También en la técnica encuentra otra fuente de creatividad: “Entro en el taller y según la herramienta que vea -un martillo, un percutor o un alicate- me inspiro para modelar unas formas u otras”.
Grandes piedras preciosas lucen engarzadas en muchas de sus obras: turquesas, amatistas verdes, labradoritas, rubíes, topacios azules…. “Viajo mucho en busca de piedras para dar color a mis joyas”, cuenta el artesano, que adquirió las últimas en la India. También tiene piezas de plata bañadas en oro, y otras en bronce antioxidante y antialérgico, una opción más económica.
Además del puesto que monta cada domingo y miércoles en La Mola o el de Sant Francesc que visitamos hoy, Tito vende sus artesanía a través de Instagram, siendo España e Italia sus principales mercados, aunque también ha llegado a hacer envíos a países como Japón o Paraguay. “Llevar una de mis piezas es llevar contigo un pedazo de Formentera, una conexión tangible con su luz, su mar y su alma…”, concluye el maestro artesano.
Justo frente al tenderete de Tito, se encuentra Julie Aubrun, concentrada en los finos trazos que dan forma a unas fresas que pinta en acuarela. Sus ilustraciones son pura esencia mediterránea, lienzos que hablan de la biodiversidad de las Islas Baleares con una libre interpretación de los colores.
Expone un caballito de mar, una langosta, un fedrí -o pez verde- y un calamar, además de limoneros, plantas de cereales -los Forments, que dan nombre a la isla-, posidonias y la famosa higuera de la isla, Na Blanca d'en Mestre, entre otros dibujos que aluden a la fauna y flora de Formentera.
Nacida en Nancy, al norte de Francia, la artista llegó a la isla el invierno de 2012 enamorada de un marinero. Antes vivió en París, Marsella y Barcelona, aunque fue Formentera su gran inspiración, la que le despertó un lenguaje naturalista que hoy plasma en sus delicados dibujos. “Primero pinto una capa más aguada de acuarela para luego continuar en seco”, cuenta la francesa sin soltar ni un segundo el pincel.
Julie mima al máximo los detalles, cuida la armonía de los colores y el grosor y movimiento de cada pincelada. “Mis obras tienen un aire victoriano pero modernizado”, dice con una gran sonrisa, mientras muestra unas grandes ilustraciones de las que se siente más orgulla: las recetas.
“Dibujo platos típicos de las Islas Baleares a través de sus ingredientes”, anuncia. Hay de varios tamaños y quedan ideales colgados en una pared: Caldereta de Menorca, Frit mallorquí, Calamar a la Bruta, Bullit de Peix o la popular Amanida payesa son algunos de ellos. Su taller se encuentra en La Mola, y todos los domingos y miércoles acude al mercado de artesanos, además de vender a través de su tienda online a cualquier parte del mundo.
Gustavo Fernández y Florencia Sotés son el alma de 'Amaicha', un pequeño taller de joyas de autor situado en un antiguo palomar de La Mola que trabaja la plata y el oro con piedras naturales de forma totalmente artesanal. Ambos argentinos -él de Buenos Aires y ella de Mar de Plata-, se conocieron en Barcelona y en 2006 se mudaron a Formentera donde plasman el entorno de la isla en cada una de sus creaciones.
“Vivimos en un paraíso. Es imposible abstraerse de lo que nos rodea, de la naturaleza, el campo, el mar… Basta dar un paseo para encontrar la inspiración. Por esto todo lo que hacemos es orgánico, no utilizamos plásticos ni cristal, sólo metales preciosos y elementos naturales como corales o piedras del mar”, cuenta Florencia, que ayuda a Gustavo en los diseños de cada joya. Ambos decidieron bautizar el proyecto como 'Amaicha', aludiendo a un lugar mágico de la provincia argentina de Tucumán, donde los maestros artesanos fabrican piezas únicas ligadas a sus raíces indígenas.
Florencia sostiene entre sus manos un anillo hecho con plata y marès, la piedra típica de las Baleares, en la que van engarzadas pequeños zafiros. “Trabajamos una joyería contemporánea en la que conjugamos lo rústico con lo lujoso”, desvela la argentina, que también elabora piezas en oro pero bajo encargo y siempre con presupuesto cerrado.
En su puesto, exhibe también pulseras con formas de hojas de higuera, anillos con cardumen de peces, colgantes de cactus o corales y otros elementos de la naturaleza. Dan ganas de llevarse todo a casa. Trabaja con perlas cultivadas y le gusta dar movilidad a las joyas con piezas móviles, lo que implica un mayor trabajo. El precio de cada pieza no sólo depende de la cantidad de plata o piedra semipreciosa, también del esfuerzo que hay detrás. Encontramos piezas sencillas desde 40 euros y otras más elaboradas y exclusivas que superan los 500. Y todas hablan de Formentera.
Margherita Rossi pone color a la Plaza de la Constitución con sus alegres diseños hechos a ganchillo. De su puesto ‘Blue Moon’ cuelgan bikinis, crop-tops, faldas, ponchos y chales de intensos colores: turquesas, verdes y amarillos, inspirados en el verano de Formentera. La italiana nacida en Medicina, cerca de Bologna, juega con su pequeña Emma, que entre carcajadas intenta dar sus primeras puntadas con la aguja.
Casada con Jesús, un valenciano, Margherita descubrió la isla en 2009, cuando viajó para trabajar en un restaurante y aprender español. Formentera la cautivó y dejó la universidad para volver. Con los recuerdos siempre en su mente de cómo su abuela y bisabuela trabajaban el ganchillo, la italiana comenzó a coser como hobby, hasta que se sacó el carné de artesana y lo convirtió en su forma de vida.
Trabaja sólo con tejidos naturales, hilos de puro algodón que compra a la tienda noruega Drops, de gran calidad. Para los tops de los biquinis, utiliza hilos más finos con colores degradados, de fácil secado que no se deforman al mojarla; mientras que para otras piezas, elige hilos más gruesos y con brillos dorados.
“La braga de los biquinis no son de ganchillo”, apunta, “la hacemos de una sola pieza, al corte y sin costuras. Toda de algodón, para que sea mucho más cómoda y la puedas combinar como quieras”, cuenta la italiana, que también expone gorros, llaveros, bolsos y otros detalles infantiles que comenzó a hacer para los pequeños de la casa, Emma y Nahele. Gustaron tanto, que ahora los vende junto al resto de sus alegres prendas.