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Cuenta Ana Laborde, la coordinadora de la restauración del Pórtico de la Gloria por Patrimonio, que al principio, tras reabrir en 2018, a algunas personas así les sucedía. Iban directas al fondo de la nave catedralicia, donde destaca esta obra -datado su inicio en 1665- de José de Vega y Domingo de Andrade. Representa la culminación del barroco, la demostración de que el Santiago Apóstol del Vaticano ha ganado la partida a Teresa de Jesús como patrón de España. Ha dominado a los moros infieles en la batalla de Clavijo -si es que ésta existió-, ha patrocinado su expulsión, mientras que la de Ávila escribía y pensaba únicamente.
Con estos antecedentes, Vega y Andrade -sobre todo este último, que tuvo que ver también con el exterior de la catedral- tuvieron claras órdenes y sugerencias de la Iglesia para que el altar del santo impactara a todos los peregrinos venidos de cualquier rincón de Europa. Si el maestro Mateo se arrodilla hacia el altar, según la tradición pidiendo perdón por haber realizado un pórtico tan hermoso, seguro que se hubiera postrado ante tal magnificencia ostentosa. O caído de espaldas.
El baldaquino tiene a las cuatro virtudes -Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza- que muestran a los líderes moros, cabezas inclinadas prontas a ser cortadas, derrotados por Santiago para liberar España. Aunque hay un esfuerzo notable por parte de diferentes instancias para ir rebajando el tono a aquello de “Santiago Matamoros” y “Por Santiago y cierra España”, la imaginería y el contexto de la época son imposibles de cambiar. Hay que observarlo todo desde el prisma de hace cuatro y cinco siglos.
Tras la pandemia se puede subir y observar la nave desde la espalda del Santiago, pero la tradición de abrazarlo se ha pospuesto. Al menos por ahora. El gesto significaba el final de la peregrinación y es altamente simbólico.
Con ecos internacionales, como el que recoge el escritor neerlandés Cees Noteboom en El desvío a Santiago: “Estoy detrás de la anquilosada espalda de la escultura del apóstol, que observa fijamente la iglesia desde la locura dorada de la Capilla Mayor [...] Veo tres veces su concha, una de oro detrás de la cabeza como la aureola de un nuevo Poseidón, la segunda vez en su resplandeciente espalda dorada que se me permite tocar y como en ese momento no hay nadie que quiera tocarla, puedo mirar la iglesia por encima de sus poderosos hombros”.
Pues bien, si logras subir a la espalda del Santo, aprovecha para observar desde su altura la magnífica nave catedralicia hasta el fondo y los órganos, otras piezas a las que hay que dedicar muchas miradas. A derecha y a izquierda. Su misión es tan elevada como la del botafumeiro -o más-. Protagonizan “la misa mayor de los peregrinos y es verdaderamente un momento de comunión”, recoge Jean-Christophe Rufin, uno de nuestros peregrinos favoritos.
En los años jacobeos, como este 2021 y el que viene debido a las circunstancias de la pandemia, la misa del peregrino tiene lugar hasta cuatro veces al día. Es recomendable madrugar, la de las nueve y media de la mañana es la que menos afluencia tiene. Pero es tan especial el momento que vivimos tras el covid que la coyuntura puede cambiar en cualquier momento. Conviene informarse al llegar, porque es un ritual que no hay que perderse.
Las Hermanas Comendadoras de Santiago son las responsables de mantener los oficios en la catedral y ayudar a los sacerdotes. Aquí va otra recomendación clave: en la actualidad (año 2021) esta orden cuenta con una hermana modesta y angelical -y no son palabras huecas-, de nombre Magdalena, que tiene como don una voz maravillosa. Y un rostro que dibuja su ánimo espiritual.
Es mejor informarse de cuándo canta la hermana Magdalena por los párrocos o en la tienda de la catedral. La superiora o alguna de las otras hermanas insisten en la humildad y no os lo dirán, porque cada una tiene su don, como cuenta la madre superiora. Pero si mientras paseas por las naves, el pórtico o bajo el baldaquino, una voz te toca el corazón, esa es la de la hermana Magdalena cantando.
Desde la parte de atrás de la catedral, camino de las alturas de los tejados, se observa la grandiosidad de la nave mayor y al fondo el fastuoso barroco del altar mayor, que recordemos que sustituyó al románico que databa del siglo XII. Las 36 columnas salomónicas, redecoradas y con pámpanos, fueron la base para el baldaquino de Santiago a caballo blanco, las virtudes y el escudo de España.
Los colores de esas columnas, su verde agua y su dorado, han dejado perplejos a restauradores y santiagueses, que difícilmente imaginaron este resultado, tapado tras siglos de humos de incienso y humedad. Otras imágenes, como Santa Salomé, la madre del apóstol Santiago y de Juan, amiga de María y -según los evangelios- una de las testigos de la crucifixión con María Magdalena, han adquirido nueva luz.
Es clave levantar la mirada y fijarse en la estructura montada -desde el siglo XVI- para mover el enorme botafumeiro, cuyo momento de encendido y balanceo representa la cumbre de la misa del peregrino. Es glorioso, aunque su encanto desciende, para algunos, cuando los guías explican que su origen se debe a que los sacerdotes tuvieron que idear un sistema para anular el olor nauseabundo de la masa de peregrinos durante las misas. Cargado con unos 400 gramos de carbón e incienso, su viaje por encima de las cabezas de los fieles es hipnotizador.
Cuando no está en funcionamiento se guarda en el museo catedralicio, otro lugar que conviene no perderse, pero en otra etapa. Los datos de la catedral referidos al botafumeiro impresionan: está bañado en plata, pesa 62 kilos vacío y mide 150 centímetros. Fue en 2006 cuando se le añadió ese baño de plata. La maroma que lo sostiene, que está atada al crucero de la catedral, es de material sintético. En el pasado estaban hechas de cáñamo o esparto. Y hubo más de un accidente, como el datado en 1499, poco después de la visita de los Reyes Católicos, en el que el gran incensario salió despedido por la Puerta de Platerías en presencia de Catalina de Aragón. Era un 25 de julio y la hija de los Reyes Católicos y primera mujer de Enrique VIII no parece que percibiera ningún presagio en el hecho.
Tal vez por su aspecto decadente y algo decrépito, la capilla del Pilar es uno de esos lugares donde, después de sentirse tan aplastada por tanta ostentación barroca, una puede encontrar un momento de delicada sensibilidad. Aunque su diseño es barroco, del mismo Domingo de Andrade que protagonizó el Altar Mayor, fue más comedido y ha dejado un lugar especial.
Ya sea por el trabajo que la humedad y el tiempo han realizado en el lugar, la distribución de la luz, el leer que la obra fue acometida por Andrade cuando ya estaba mal de salud..., es preciosa; los mármoles y jaspes mezclados con los colores pintados y los dorados, resulta un refugio excelente para parar unos minutos. El Pilar compite con la Corticela, la capilla de origen prerrománico donde los estudiantes de la Universidad de Santiago depositaban papeles con sus deseos ante Jesús en el Huerto. Volvió a reabrir en mayo, tras su restauración.
Debajo del Altar Mayor del santo, bajando unas pocas escaleras bien accesibles para todos, se encuentra la cripta-sepulcro del Apóstol Santiago. Que sus restos sean o no los del hijo de Salomé es una controversia entregada a la fe de cada uno. También están los de sus discípulos Teodoro y Atanasio. El arca o cofre que recoge los restos (1890) es de plata fundida y cincelada. Para estar a solas en un lugar mítico para tantos católicos conviene madrugar.
Si por casualidad tienes la suerte de quedarte más de un día en Santiago de Compostela -cosa que realizan miles de personas tras la peregrinación- y puedes dedicar a la catedral más tiempo que la visita turística habitual, conviene no perderse ni el Museo ni la Biblioteca. Sus archivos -claves para la historiografía del sitio y de la restauración- y algunos de los tesoros que esconde, dan para otro par de horas de lujo.
Y de los sótanos, a las alturas. Hay un recorrido por los tejados de la catedral que merece la pena. No solo por las vistas sobre el Obradoiro, sino por la Torre Norte en sí misma. Acabada su restauración en el año 2015, ahora es una posición privilegiada para entender cómo y por qué escogieron los monjes este lugar para establecer el templo.
Esta Torre Norte, también conocida como la de la carraca, tiene instalado este instrumento fantástico que forma parte del imaginario infantil de cualquier niño de este país. La carraca suena los Jueves y Viernes Santo. Tiene forma de aspa o cruz de San Andrés, como señala Jaime Mera, el director de relaciones exteriores de la Catedral, cada vez que tiene que subir hasta aquí. Está hecha de madera de castaño y pesa 200 kilos. Desde 2010, a esta carraca se debe que cada Semana Santa se recupere la tradición de volver a hacerla sonar en Semana Santa. Durante cuarenta años no se usó.
Aunque no esté en la fachada principal, en esa plaza del Obradoiro que tan pronto sirve de salón-descanso del peregrino al final del viaje, como de paseo para el trenecito de la ciudad, es imprescindible no perderse la Puerta Santa. Y esto es algo más habitual de lo que parece. No hay más que subir por la parte derecha de la fachada para acceder a la parte exterior más simbólica y de mayor interés de los jacobeos. Sus dos hojas representan la vida y muerte del Apóstol y se abren solo los años santos, como el 2021, cuando el 25 de julio cae en domingo.
Cada fin de año previo al año santo, la noche del 31 de diciembre del 2020 por ejemplo, una procesión encabezada por el arzobispo se dirige a la puerta y, con un martillo de plata, da tres golpes para tirar el muro de piedra que se ha colocado para este ritual. La puerta permanecerá abierta hasta el 31 de diciembre siguiente, pero en la ocasión del 2021 también se alargará al 2022 por primera vez en la historia a causa de la pandemia.
Al lado de la Puerta Santa se encuentra la tienda de regalos de la Catedral, cada vez más cuidada y con piezas y reproducciones que van más allá de las copias chinas. Incluidos libros, guías, rosarios, retratos y recuerdos de todo tipo, capaces de salvar una situación de esas en las que una ya no sabe qué llevar de regalo ante la abundancia de tópicos en lugares como este.
Por último, aunque sea difícil poner un punto final, la recomendación para un the end inolvidable sería pasear por los alrededores de la catedral por la noche. Con niebla, lluvia o estrellas, la situación es mágica. Y aquí, el término mágico, tan sobado habitualmente, alcanza todo su significado. La plaza de Platerías, las leyendas que cada uno de los rincones o plazas que rodean el edificio son tan increíbles que merece la pena escuchar tus pasos resonar en los adoquines. Aunque sea de madrugada.
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