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La capital asturiana presenta su candidatura para que su casco histórico cuente con el reconocimiento con el que ya cuentan los de otras ciudades como Cuenca, Salamanca, Córdoba o Santiago de Compostela. Algunos expertos consideran que "ya era hora de que esto sucediera"; otros, más escépticos, que "es un disparate". Sea como fuere, y como siempre sobran razones para volver al Principado, marcamos un recorrido por el Antiguo, por la Vetusta de Clarín, la ciudad de cuento de hadas de Woody Allen o la Muy Leal y Muy Heroica, para contemplar los principales monumentos que avalan la candidatura carbayona.
Tranquila y peatonal. Oviedo es una ciudad hecha para ser explorada a pie, y en dos días, el tiempo suficiente para tomarle la medida a su casco histórico (16 ha). Se encuentra elegantemente aprisionado por la muralla medieval, más imaginaria que real, puesto que de sus 1.400 metros de extensión apenas se conserva algún tramo. "Oviedo es una ciudad muy castigada por la Revolución de Octubre, la Guerra Civil y por un urbanismo depredador". Así lo explica Ángel Villa, investigador del 'Museo Arqueológico de Asturias'. "Aun así, tiene elementos excepcionales".
En su interior se conservan calles señoriales donde aparecen los grandes palacios de la nobleza asturiana entre edificios religiosos y otros que albergan museos interesantes y coquetos comercios. La vida aquí, en el Antiguo, late al ritmo de las plazas, llenas de alegría y de chigres, además de los bulevares donde aún restalla la sidra como antes en esta ciudad, que se resiste a abandonar la lucha por el trono más agitado de Asturias con Gijón.
La muralla muestra su principal rastro en la calle del Paraíso y nos ayuda a imaginarnos cómo hubiese sido ese Oviedo feudal, hoy conocido como Redondo, dominado por los reyes asturleoneses. Nuestra primera parada nos lleva a la plaza de Feijóo o "el origen de la ciudad". Según comenta el arqueólogo Ángel Villa, el monasterio de San Vicente se empezó a construir en el año 761, cuando el rey Fruela I, Máximo y el abad Fromestano se instalaron en un lugar desierto al abrigo de la sierra del Aramo: Oviedo.
"El edificio es una renovación del antiguo cenobio (siglo XI)", añade el arqueólogo, y su principal exponente es el claustro (siglo XVI), también reformado. Hoy, y desde 1952, el monasterio es sede del 'Museo Arqueológico de Asturias'. El visitante entra aquí en un viaje en el tiempo desde los primeros vestigios de los pobladores de la región, hace 300.000 años, pasando por el Neolítico, la cultura castreña, la huella de Roma o la medieval. ¿La mayor joya? "Mejor tres", responde Villa: "los vestigios de neandertales encontrados en la cueva del Sidrón", "las figuras del arte paleolítico de hace 15.000 años· y los restos humanos y materiales, en perfecta conservación y con más de 4.500 años de antigüedad, encontrados en Riosa. "Una de las minas de cobre más antiguas", añade el investigador.
Junto al monasterio de San Vicente se sitúa el de San Pelayo, otra de las puntas de lanza de Oviedo en su candidatura de la UNESCO. Fue el rey Alfonso II de Asturias quien mandó su construcción en la época medieval, en un principio dedicado a San Juan Bautista, luego a San Pelayo mártir. La fachada de la vicaría –de 1703–, de inspiración barroca, llama la atención del paseante como en el interior la reclama el claustro e iglesia levantada entre 1592 y 1600. Este convento de clausura es conocido como el de las Pelayas por las monjas que lo guardan.
Nuestro paseo por la Vetusta clariniense continúa por la plaza de la Corrada del Obispo, siempre animada por los ecos musicales del Conservatorio Superior, emplazado aquí, frente al Palacio Episcopal (siglo XVI). La Corrada conecta con el reino de la noche oventese precovid, cuyo nombre es el Antiguo, algunos paradores de folixa son la plaza del Paraguas o la calle Santa Ana, y su templo, la calle Mon. Esta estrecha y alargada callejuela en cuesta, de fachadas variopintas y coloridas, concentra decenas de bares y pubs que guían nuestra mirada al norte, para mostrarnos la silueta de nuestro siguiente destino con sello patrimonial: la catedral de Oviedo.
La catedral de San Salvador domina el skyline ovetense y aparece en la plaza de Alfonso II el Casto, el rey astur que la mandó construir entre los años 791 y 842 sobre las ruinas de la anterior iglesia demolida por los árabes. El templo es una superposición de estilos arquitectónicos. En el siglo XIV se empieza a levantar esta catedral de estilo gótico, demoliendo la anterior basílica románica y prerrománica, a la que se fueron añadiendo trazos barrocos e incluso rococós en la decoración interior.
Pero, además de por su atractivo visual y porque solo tiene una torre, la catedral es ilustre por albergar en su conjunto la Cámara Santa. Esta nave del prerrománico asturiano (siglo IX) guarda desde sus orígenes las mayores reliquias del Principado de Asturias. Hablamos de las cruces de la Victoria y de los Ángeles, la Caja de las Ágatas y el Arca Santa que contiene el Santo Sudario, o "pañolón de Oviedo", como se llama aquí.
La Cámara Santa es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1998, como lo es el Camino de Santiago, cuyo primer itinerario tiene en este lugar, justo delante de la Catedral de San Salvador, su "kilómetro 0". El rey Alfonso II el Casto, en el año 834 partió desde aquí rumbo a la capital gallega al ser avisado por el obispo Teodomiro del descubrimiento de la tumba del apóstol. De esta manera, es considerado el primer peregrino del Camino. Este punto marca el inicio del Camino Primitivo, eclipsado por el popular Camino Francés. Aun así, como dice el refrán: "Quien va a Santiago y no al salvador, visita al criado y no al Señor".
Sin apenas salir de la plaza de la catedral, nuestro itinerario por el Oviedo Redondo nos lleva a contemplar la iglesia de San Tirso. Aunque fue construida en el siglo IX, de su legado prerrománico solo se conserva el testero de la capilla. Rumbo a la plaza Porlier, aparecen con elegancia y sobriedad otros reclamos de Oviedo en su proyecto para seducir a la UNESCO, como son los palacios de Valdecarzana-Heredia (siglo XVII), de Camposagrado (siglo XVIII) y de Malleza Toreno (siglo XVII). En estos edificios impera el barroco como lo hacían en el Principado los grandes linajes asturianos que los mandaron proyectar.
La Casa Rúa (siglo XV) marca el inicio de su calle homónima y nos conduce hacia la parte más comercial del casco viejo. Este es uno de los edificios civiles más antiguos de Oviedo y de los pocos que sobrevivieron al gran incendio de 1521. Enfrente se encuentra el monumento a La Regenta, un ejemplo de la tradición escultórica de la ciudad, que cuenta con más de cien muestras, y el Museo de Bellas Artes, recientemente ampliado y renovado, un ejemplo de lo que es una espléndida colección pictórica. Cuenta con obras de Picasso, Goya, Dalí, Miró, Zurbarán, El Greco y de artistas autóctonos como Nicanor Piñole.
La calle Rúa desemboca en la de Cimadevilla y, esta misma, en la plaza de la Constitución. Pero antes de llegar, hay que saber que, si las moscovitas son de Rialto y los carbayones de Camilo de Blas, en Oviedo, los helados son de 'Diego Verdú', por lo que conviene hacer una parada dulce aquí. En la calle Sol se emplaza el ayuntamiento sobre la Puerta de Cimadevilla, que fue construido en 1622 y destruido durante la Guerra Civil, como buena parte de Oviedo. Hoy la casa consistorial reluce con su renovado aire barroco y a su lado destaca El Fontán, el Mercado de abastos más popular de Oviedo, que asoma tras la esquina próxima a la iglesia de San Isidoro. Este mercado tiene su cita jueves y sábados, además de domingo, cuando se celebra el rastro.
La última parada del Oviedo que quiere ser Patrimonio de la UNESCO nos conduce por la calle del Peso y la plaza de Riego, siempre animada por terrazas, hasta el edificio de la Universidad. Esta institución lleva sentando cátedra desde hace más de 400 años y tiene en esta obra su origen y principal baluarte. Fue inaugurada en la calle San Francisco en 1608 y aún hoy acoge algunos servicios centrales de la Universidad.
Ya sea mañana, tarde o noche, la fame y los aromas sidreros conducen al viajero y al oriundo hacia la calle Gascona. El "bulevar de la sidra" es otra de las puertas de entrada del Oviedo Redondo y un punto de referencia para un contacto estrecho con la gastronomía regional es el 'Tierra Astur'. Este restaurante lleva décadas apostando por el producto 100 % asturiano hasta convertirlo en una obligación. Apostamos aquí por un menú con los llamados Alimentos del Paraíso Natural, una marca de calidad certificada por el Principado para elevar a una categoría superior algunos productos agroalimentarios y pesqueros.
La propuesta empieza con una tabla de quesos con DOP como Afuega´l Pitu, Casín, Cabrales y Gamonéu acompañada por otra de chosco de Tineo (IGP) y unos culines de sidra. El chuletón de vaca asturiana a la brasa se hace fuerte como plato principal, especialmente maridado con el tinto crianza Finca de los Frailes, de la bodega del 'Monasterio de Corias' (DOP Cangas). El cierre llambión lo ponen unos frixuelos de escanda y ya de cada uno depende si aderezarlos con un relleno de miel, arroz con leche o nata y chocolate.
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