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"Quizá esto quede un poco sobrao, pero quien elige uno de nuestros trabajos puede tener claro que su rótulo va a ser el mejor de la calle". Con esta seguridad aplastante se expresa Diego Apesteguia cuando habla de sus rótulos y murales. Y no es para menos, teniendo en cuenta que 'Rotulación a mano', su negocio, ganó en 2016 el Premio Nacional de Artesanía en la categoría de Emprendimiento: "Por su recuperación de técnicas y estilos clásicos en la rotulación de comercios, creando piezas visuales únicas y artísticas".
Pero empecemos por el principio. Aunque de chaval, según nos cuenta él, fue grafitero, eso de las artes plásticas y la artesanía no fue lo suyo -al menos profesionalmente hablando- hasta hace apenas unos años. "Mi formación venía de la psicología y luego me dediqué bastante tiempo al tema del marketing y la comunicación", explica. Sin embargo, como a otros tantos, la crisis de 2008 le llevó a reinventarse y ahí es donde comenzó su idilio con la rotulación artesanal.
"Empecé con murales y rótulos de este tipo, algo que estaba casi muerto por aquí. Sin embargo, cuando comenzó la moda hipster parece que volvió un poco el gusto por lo clásico, así que se me ocurrió meterme en ello y fui a formarme en Estados Unidos e Inglaterra, con Dave Smith –que es el gran master de todo esto–. Luego ya traje esas técnicas a España, donde apenas nadie se dedicaba a ello", relata.
Y así fueron las cosas, hasta que allá por 2012, arrancó con su negocio, primero en casa, luego en un local de Malasaña y, desde hace un par de años, en un amplio y luminoso espacio diáfano en el barrio de Puerta del Ángel. Ahí es donde él y su compañera, Ira Senatos, dan rienda suelta a su creatividad rotulera para todos aquellos que buscan darle un toque artesano, cuidado y con cierto regustillo vintage al cartel de su local. Y quien dice "cartel" dice murales, pizarras, rótulos, ventanas… "El hecho de usar para todo ello materiales clásicos, como oro, vidrio o pintura ya tiene una carga simbólica importante. El empleo de estos materiales y nuestra forma de usarlos hace que, de por sí, transmitan ya una idea de establecimiento tradicional", comenta Diego.
Tal como indica su nombre –'Rotulación a mano'–, en este negocio hay una parte que se realiza manualmente, pero claro, "estamos en el siglo XXI y hay que ser pragmático, así que también usamos mucho la tecnología, por ejemplo, en las pruebas de color, en los fotomontajes para ver cómo quedará…".
Estas pruebas y fotomontajes son lo que hacen una vez que ya han realizado el boceto del trabajo en cuestión que les hayan encargado. Después, el proceso sigue "con el cálculo de los vidrios, el despiece, si hay que hacer algún trabajo en frío… A continuación aplicamos ya los metales (pan de oro, plata, cobre) y llegamos, por fin, a la fase de pintado, ya sea con pincel para cosas finas, o con rodillo para otras más grandes, como los fondos". Si el cliente quiere, también se encargan de instalarlo, por cierto.
Dicho todo ello, no cabe duda de que la mejor carta de presentación de este negocio es, a día de hoy, sus propios trabajos, de los que puede verse ya una buena muestra por distintas zonas de Madrid (amén de en su siempre actualizada ventana al mundo, que es su cuenta de Instagram). Pero el camino hasta aquí ha sido largo, apunta Diego, quien no duda en señalar su proyecto en la pastelería 'La Duquesita' como clave en este proceso. "Cuando este espacio centenario se renovó de la mano de Oriol Balaguer, nos encargaron el rótulo y eso fue, sin duda, un punto de inflexión para darnos a conocer en Madrid", recalca.
Junto a este proyecto, hay por la capital muchos otros que llevan su (ya casi) inconfundible sello, como el mural de la cervecería 'La Virgen 154', en José Abascal; la ventana de 'Gran Clavel', en Gran Vía; los rótulos de oro en 'Galerías Piquer', en la zona de El Rastro, y 'Le Bistroman Atelier' (1 Sol Guía Repsol) en Ópera, o la pizarra de 'La Bicicleta', en Malasaña.
Su clientela principal proviene de la hostelería, de las peluquerías, barberías y de los estudios de tatuajes, es decir, establecimientos que están a pie de calle. Aunque no solo. De un tiempo a esta parte, sus trabajos, que se diferencian del resto, según nos cuentan, por los materiales de primera, las técnicas, el diseño y su conocimiento de tipografías y arquitecturas, han empezado a dar el salto del ámbito comercial al particular.
En estos casos, normalmente se trata de piezas más pequeñas o adaptaciones de rótulos que, en ocasiones, alguien encarga porque ha visto en algún comercio y le ha gustado. "Digamos que en los trabajos para particulares, se mantiene la estética, pero cambian la escala y los mensajes, que pueden ir desde frases locas que se le ocurren a alguien, por ejemplo, para una pedida de mano, hasta la letra de una canción para el cabecero de una cama", concluye Diego. Y, la verdad, el resultado en estos casos, tampoco podría molar más.