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Si un monarca cambiaba su residencia de verano de una ciudad a otra -de San Sebastián a Santander o a Mallorca, por ejemplo- la nueva capital de veraneo recibía un empujón económico, unido al poder político. Allá donde iba la corte se movían empresarios, cortesanos, gentes influyentes y también los medradores con pocos escrúpulos. Por eso, durante siglos (décadas en época más reciente), aquellas ciudades o villas que eran tocadas por la varita mágica de un rey o una reina para residencia de verano, de primavera, de otoño o de invierno, recibían un regalo consistente en más desarrollo económico y cultural. Como mínimo.
Siguiendo esa tradición, hay ayuntamientos que ya en el XIX se dedicaron a construir un palacio nuevo, restaurar algún castillo o edificar una gran villa para regalar a los monarcas, con el fin de que estos trasladaran su corte veraniega a la ciudad. Unas tuvieron más éxito, otras se convirtieron en palacios fantasma, donde la infanta Isabel (la Chata), la reina regente María Cristina o los Alfonsos (Alfonso XII y Alfonso XIII) pasaron una sola noche. O ninguna, pues se quedaron en mero proyecto.
La ruta por los palacios que un día aspiraron a ser viviendas de sus majestades, recibir sus favores como lugares de descanso, es hoy un activo hermoso, otra forma de conocer la historia, partiendo incluso de su aparente fracaso: Los reyes nunca durmieron en este castillo o palacio. Es un anzuelo curioso.
Construido entre 1908 y 1912, fue la residencia veraniega de Alfonso XIII. Actualmente alberga la Universidad Menéndez Pelayo, un centro de convenciones y un museo. Hubo un tiempo, dieciocho años, en el que los Borbón veraneaban en Santander y convirtieron a esa ilustre ciudad del norte en reclamo para la aristocracia española, que aún hoy elige el norte para veranear. Alfonso XIII marchaba a Cantabria con toda su familia en cuanto comenzaba la época estival, para disgusto de San Sebastián, que había sido el lugar elegido por su madre, la regente María Cristina. Desde que llegó la democracia, alberga a la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y se ha convertido en un centro de referencia para cursos y encuentros de verano. En sus alrededores, el turismo crece con minizoológico o una réplica de la carabela de Colón. Estuvo años abandonado.
Esta Real Casa de Campo perdió su trono cuando Alfonso XIII y su esposa, la reina Victoria, decidieron que preferían Santander. Bueno, era una forma de salir de la sombra de la reina María Cristina, que había mandado edificar el Palacio de Miramar a la muerte de Alfonso XII. Pero la Familia Real amaba los baños de Donosti desde los tiempos de Isabel II. Tuvo una cierta larga vida, más de treinta años en los que la reina madre y viuda, la austriaca y tímida María Cristina, veraneó allí. Aunque al trasladarse Alfonso XIII a la Magdalena, perdió influencia política y económica. Los jardines del palacio, hermosos y de vistas estupendas, y el palacio están abiertos. En verano se celebra los cursos de la Universidad del País Vasco.
Construido en el siglo XVIII, alojó a Fernando VII en 1814 y a Isabel II y su madre en 1840. Era una de esas residencias donde los reyes paraban al ir a la capital del Turia. Pero tuvo otra historia bien interesante: durante la Guerra de la Independencia con Napoleón fue residencia del mariscal Louis Gabriel Suchet, tras su toma de Valencia el día 14 de enero de 1812. Su estancia finalizaría el 5 de julio de 1813, al salir de España los franceses. Está en el corazón de Valencia, frente al convento de Santo Domingo. Fue levantado en el siglo XVIII por los condes de Cervelló, señores de Oropesa, aunque sólo la fachada se conserva con su aspecto original. Rehabilitado, ahora es museo, Archivo Municipal de Valencia y Biblioteca Municipal Serrano Morales.
En los inicios del siglo XX, la poderosa burguesía y empresariado catalán desplegaron todas sus armas para atraer a los monarcas, aunque no con un éxito duradero. A esa época pertenece el Palacio Real de Pedralbes, de la incluyente y culta familia Güell. Reconstruido entre 1921 y 1926 fue residencia real en la capital catalana desde 1926 y hasta la llegada de la Segunda República. En la actualidad, alberga las oficinas de la Unión por el Mediterráneo.
Construido en 1928 y ampliado en 1970, fue el pabellón oficial de la Casa Real Española durante la Exposición Universal de 1929. Le traemos a este lugar, pese a que sigue en funcionamiento como en sus orígenes, aprovechando que pasamos por Barcelona, porque sus jardines, en la Montaña de Montjuich, bien merecen una visita y es una de las residencias reales con historia diferente.
Quizá deberíamos haber empezado esta historia por el Palacio de Sobrellano en la muy cántabra villa de Comillas, pero la necesidad de seguir un cierto orden itinerante de las residencias reales de vacaciones y su escaso uso en el siglo XX por las circunstancias históricas, nos han hecho dejar al Palacio de Sobrellano para el momento de toparnos con la burguesía y el empresariado catalán. Sobrellano es ese lugar, levantado con mucho mimo e interés por los catalanes que rodeaban al marqués de Comillas -empezando por los Güell, los notables- en el que Alfonso XII y Alfonso XIII nunca durmieron ni echaron una siesta. El palacio fue construido entre 1881 y 1888. Fue el primer edificio de España en utilizar la luz eléctrica, ya que el primer marqués la mandó instalar para la visita de Alfonso XII, aunque finalmente se alojó en la casa de Ocejo, ya que la instalación no estuvo terminada a tiempo.
Se llamaba Antonio López y López, I Marqués de Comillas. Como tantos otros, el marqués de Comillas y sus descendientes lograron, vía matrimonios y vía asociación empresarial –a menudo era la misma jugada-, coaligarse con las potentes familias de industriales y comerciantes de Cataluña y País Vasco. Logró posicionarse en la corte de Alfonso XII y Alfonso XIII, pero no logró que en Sobrellano durmiera ningún rey. En la actualidad hay visita guiada y el palacio se utiliza para algunas convenciones y actos amplios.
No es de los más conocidos y sí de los más interesantes. Triunfa entre los románticos porque en él se refugió Alfonso XII tras la muerte de su amada María de las Mercedes y antes de que le casaran con la austriaca María Cristina, de la que ya hemos leído en las residencias anteriores. Fue pabellón de caza, pero su grandeza se la debe a la curiosa, caprichosa e interesante Isabel de Farnesio, la reina esposa de Felipe V, el fundador de la dinastía Borbón en España. El edificio, ubicado en Navas de Riofrío (Segovia), destaca por su unidad de estilo y por su aspecto lineal, ordenado y armonioso, que resuena con el eco clásico de los palacios romanos. A pesar de su singularidad y la belleza de su entorno, rodeado por más de 600 hectáreas de bosque de gran biodiversidad, fue un palacio sin huéspedes durante más de cien años, lo que hace que sea uno de los Reales Sitios gestionados por Patrimonio Nacional menos conocidos por el gran público, pero de los más especiales. Es pues otro palacio de poco uso monárquico, salvo por el duelo de Alfonso XII.
Por último y aunque no encajen en esta selección que os hemos hecho para revisitar la historia de castillos y palacios de otras formas, merece la pena -muchísima- pasarse por el Palacio Real de Aranjuez, una belleza increíble y con una historia bien hermosa y por el Castillo de Belmonte, que quiso ser residencia de la emperatriz Eugenia de Montijo -ella así lo decidió- pero nunca lo logró.