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El concepto de estilo mudéjar hace referencia a las iglesias y palacios cristianos hechos con técnicas y repertorios decorativos que recuerdan a los de la arquitectura hispanomusulmana. Madrid es una de las ciudades que tiene más edificios de este estilo, pese a que muchos fueron derribados; la razón reside en que el neomudéjar se adaptaba muy bien a la arquitectura industrial, por su rápida construcción y sus bajos costes. Para conocer un poquito más acerca de este estilo, la capital alberga cinco lugares especialmente recomendables.
El conjunto neomudéjar más grande que existe hoy día es Matadero de Madrid (1925), para el que Luis Bellido construyó numerosos pabellones y un centro de administración –la casa del reloj–. Arrancamos aquí nuestra ruta. El proyecto se inspira en los mataderos alemanes que solían caracterizarse por su "disciplina casi militar, precisión y orden", así como por su "perfecta instalación y el excelente y racional funcionamiento", según se lee en documentos oficiales de la época.
Sin embargo, Bellido y su equipo consiguieron superar al modelo alemán, ya que la crítica de aquel entonces llegó a hablar de una "expresión arquitectónica feliz", en la que se habían cuidado con esmero "los detalles más insignificantes" y "la ejecución de todas las fábricas". Nacía así un lenguaje arquitectónico nuevo para los grandes establecimientos de carácter industrial, en el que confluían funcionalidad, economía constructiva y belleza.
Bellido había apostado por el lenguaje revival de la época, el Neomudéjar, a través de las acentuaciones ornamentales y un proceso constructivo estrictamente artesanal –en el que el ladrillo visto cobra un papel primordial–, apostando por los materiales autóctonos, piedra berroqueña en zócalos, mampostería descubierta al exterior, elementos de sillería artificial en algunos puntos, azulejos en impostas y cornisas, así como por los colores entonados al modo clásico de la arquitectura castellana.
Bellido participaba de esa forma en el principal debate arquitectónico de su época: la búsqueda de un estilo nacional o castizo, que pudiera servir de guía para su generación. En Matadero Madrid lo castizo convive con los modernos adelantos, siendo un símbolo de la renovación arquitectónica de los años 20, papel que, sin duda, mantiene hoy día, tras la posterior reforma.
Sean los toros santos de tu devoción o no, una ruta por la arquitectura neomudéjar de Madrid no puede evitar contemplar una parada en la Plaza de Toros de las Ventas, uno de los edificios más representativos de este estilo en España, que destaca por su belleza ornamental. El que es el último edificio construido en estilo neomudéjar en Madrid es digno heredero de la anterior plaza de toros ubicada en Goya, primer ejemplo de esta arquitectura. Su arquitecto José Espelius, quien lo proyectó entre 1919 y 1931, optó por un ladrillo visto sobre una estructura de metal, una decoración a base de azulejo cerámico, y arcos de herradura. Muestra una bella composición con arcadas al estilo árabe (califales, trilobuladas y polilobuladas), enmarcadas con elegantes alfices de trama en ladrillo. Sin duda, la azulejería de ricos colores y brillos, que reproducen los escudos de las provincias españolas, llamará tu atención por encima de todo.
Edificio protegido como Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1994, fue levantado por petición del torero José Gómez, Joselito, quien tuvo la idea de construir una plaza monumental que albergase el mayor número de espectadores y que además abaratase el precio de las entradas. Y así fue, con una capacidad actual de 23.798 espectadores, es la tercera plaza del mundo con más aforo, por detrás de la Monumental de México y de la venezolana Ciudad de Valencia; el ruedo es el segundo mayor en el mundo en cuanto al diámetro, con 60 metros, detrás del de Ronda.
La arquitectura neomudéjar era también muy socorrida a la hora de edificar conventos, así como instituciones educativas y piadosas. Realizadas por De Emilio Rodríguez en 1886, –uno de los mayores exponentes del Neomudéjar–, y financiadas por Lucas Aguirre y Juárez, las Escuelas Aguirre, se encuentran en la calle de Alcalá, a escasos metros del Retiro. Desde 2008 acogen la sede de la Casa Árabe, tras un trabajo de remodelación y actualización de sus espacios interiores; previamente habían albergado también la Sección de Estadística del Ayuntamiento de Madrid.
A primera vista podemos observar el delicado trabajo ornamental de la fachada y de la elevada torre, de tres cuerpos de 37 metros de altura, con óculos y relojes, rematada por un mirador de cristal. Esta última luce una decoración de sebka, técnica que consiste en la alternancia de niveles y el tramado del ladrillo para lograr salientes y entrantes en el mismo. Sin embargo, su peculiaridad reside en el conjunto de espacios que albergaba, muy innovador en aquella época: gimnasio, biblioteca, museo, patio, sala de música y observatorio meteorológico.
Dejamos el barrio del Retiro y vamos rumbo a Chamberí, concretamente al número 10 del Paseo de Eduardo Dato, donde se levanta la iglesia de San Fermín de los Navarros, un templo neogótico en su interior y de inspiración neomudéjar en el exterior, obra de los arquitectos Carlos Velasco y Eugenio Jiménez Corera, construido entre 1886 y 1890.
La fachada principal tiene arco apuntado rodeado por un alfiz de granito, y a los lados los escudos de Navarra y de España. Encima podemos contemplar una hornacina con forma de arco de herradura, donde se aloja la imagen de San Fermín realizada en 1958 por Fructuoso Orduña sobre el original de Francisco Font y Pons.
Los ladrillos, algunos de ellos esmaltados en verde y blanco, forman algunos dibujos a lo largo de la fachada, al estar puestos de forma ajedrezada. La construcción cuenta además, con una torre bastante alta en el centro, con un reloj en la zona inferior y un segundo cuerpo con cuatro arcos en herradura de frente para poner el juego de campanas y con dos áreas ajardinadas, si bien la de la derecha es de propiedad privada.
Su autor, Juan Bautista Lázaro, combina ladrillo claro con otro más oscuro, logrando así formas muy imaginativas y decorativas, mezclando el neomudéjar con el gótico –presente en los arcos ojivales dobles de la primera planta– y el estilo arabizante. Este modo de construcción de ladrillo se denomina a la catalana y consiste en combinar piezas macizas y huecas en aparejos de espiga o plano, para crear estructuras abovedadas de crucería en ladrillo de gran eficacia, que deja vistos los aparejos incluso en el interior.
Lázaro, además, se sale de la norma habitual y fabrica el interior de la capilla (no está abierta al público actualmente) en ladrillo visto, apostando por el neomudéjar y abandonando el neogótico que solía ser el estilo predominante para interiores en las iglesias madrileñas construidas a finales del siglo XIX y principios del XX.
Es en 1859 cuando se usa el concepto neomudéjar por primera vez, con motivo del discurso de ingreso del arqueólogo José Amador de los Ríos en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Suele considerarse el único estilo específicamente español por ser la síntesis de todos los estilos que convivieron en la península desde finales de la Edad Media; de hecho en el mudéjar se entremezclan lo románico, lo gótico y lo renacentista. Entre finales del siglo XIX y principios del XX se construyen muchísimos edificios y monumentos que se engloban bajo ese estilo, debido al afán dar vida a un arte nacional. Todos ellos se identifican como ejemplos de la arquitectura neomudéjar.
Si bien el mudéjar se remonta a técnicas y repertorios decorativos de la arquitectura hispanomusulmana, los edificios cuentan con elementos típicos de la tradición cristiana, como fachadas simétricas, patios y plantas de cruz en las iglesias. El uso de materiales blandos, como ladrillo, cerámica (de colores llamativos), estuco y azulejo es su característica principal. El ladrillo visto suele utilizarse para hacer complejos juegos decorativos que cubren superficies enteras con motivos geométricos regulares, demostrando así sus enormes posibilidades prácticas y decorativas. Los arcos de herradura se alternan con los polilobulados, ojivales, peraltados y de medio punto. En interiores encontramos bóvedas de crucería o artesonados de madera.