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En la calle de la Serrería del barrio del Cabañal espera la arquitecta Gracia López Patiño. Su vocación por el estudio de las chimeneas industriales viene de mucho antes de que las eligiera como tema inédito para su laureada y premiada tesis doctoral: se fijó casualmente en ellas en una foto familiar sacada en los jardines del Turia. Ella descubrirá el significado de las viejas chimeneas que existen aún en pie, durante un paseo por el barrio donde se encuentran las más significativas.
Cabello rizado, sonrisa juvenil, especialista activa y perfeccionista, Gracia es, además, fundadora de la APIVA –asociación que defiende el patrimonio industrial de la Comunidad Valenciana–. Los blogs e innumerables páginas en los que participa profusamente atesoran historias y datos sorprendentes acerca de cómo estuvieron conformadas nuestras ciudades durante la Revolución Industrial.
Esta tierra de nadie, abandonada a su suerte, fue durante muchos años la zona de transición entre la ciudad residencial y la zona portuaria, concentrando todo tipo de nuevas industrias cerca de la estación de tren del Cabañal. De hecho, este distrito de los poblados marítimos se llama Camins del Grau, por los dos caminos históricos que conducían a los poblados marítimos y al puerto.
A las seis de la tarde, "la mejor hora para fotografiar chimeneas", bordeamos el emblemático Mercado del Cabañal y, dejando atrás los típicos bares de los alrededores, llegamos hasta el 74 de la calle Vicente Brull. Aquí hay una simple tapia tras la que está el solar sin edificar de lo que fue la industria de J. March, productora del popular vinagre 'El Salmón', cuyas bonitas botellas en forma de pez aún pueden encontrarse en anticuarios. También puede contemplarse, entrando a un parking vecino, el único recuerdo que queda de todo ello; una chimenea perfectamente conservada, más alta que los edificios que la rodean. Sus esquinas están bordeadas de ladrillos rojos y en su hermoso capitel tiene algo que parece ser un pararrayos, el último elemento que se colocaba sobre ellas.
En la esquina de la calle de la Serrería con la calle Mariano Cuber, se encuentra la regia chimenea de la fábrica 'Vidrios Belgor', que ocupaba toda la manzana y se ocupaba en hacer envases médicos, tubos fluorescentes y varillas de laboratorio. Es circular, una influencia de la escuela catalana. Un antiguo depósito de agua, que estuvo sostenido por los elegantes brazos de obra que han permanecido agarrados a la estructura de esta chimenea, ha sido sustituido por una barandilla metálica, dándole el aspecto de un minarete o de un faro. La base pudo visitarse cuando se recuperó, pero el acceso aparece ahora cegado.
A lo largo de su cuerpo, vemos unas abrazaderas metálicas que, se supone, la hacen más estable porque, sí... ¡se mueven! Imperceptiblemente desde abajo pero, desde arriba, el movimiento de las chimeneas industriales es ligero y constante debido a las fuerzas del viento, al que resiste gracias a su estructura. Como por el puerto salían al exterior los vinos y aguardientes valencianos, en el Grau se establecieron varias bodegas y destilerías exportadoras. Solo queda como testimonio de ellas la chimenea y las oficinas modernistas de la empresa 'Bodegas Garrigós', en el número 10 de la calle Serrería.
Junto a una tienda de regalos que la ha aprovechado para su nombre comercial, esta chimenea aparece como por arte de magia sobre la acera, caprichosamente encastrada en un cuerpo de viviendas y creando lo que, en lenguaje moderno, se llama "un contraste". Parte de las antiguas oficinas de las 'Bodegas Garrigós' sirven ahora como acceso al nuevo edificio colindante, creando en su interior un ambiente futurista inverosímil.
No podemos pasar por este barrio sin fijarnos en un edificio de 1913 que es obra del mismo arquitecto valenciano modernista que proyectó la monumental Estación del Norte de València. Se trata de la fábrica de Abonos 'José Campos Crespo', en el número 247 de la calle Islas Canarias. Convertida ahora en un centro deportivo, está decorada –como la estación–, con cerámicas de 'La Ceramo', bellísima fábrica de lozas del barrio de Benicalap.
Avanzamos apenas unas manzanas hasta el cruce con la calle Noguera para encontrarnos con una vieja fábrica abandonada de la que emerge, en su interior, una gran chimenea. Es la de la fábrica de 'Aceites Vidal', cuyo molino a vapor producía el aceite de cacahuete. Pocos saben que este popular elemento del almuerzo valenciano fue introducido en España a finales del siglo XVIII por un arzobispo de Valencia que había sido obispo en México. Su rápida expansión en la huerta hizo que el puerto de Valencia tuviera que canalizar los excedentes para su exportación, hasta que durante la dictadura de Primo de Rivera estableció medidas proteccionistas para la aceituna y el aceite de cacahuete cayó en decadencia.
Las fábricas y almacenes cercanos al puerto conformaban un tejido de construcciones semejante a los actuales polígonos industriales. En lo que era el Camino Nuevo del Grau, ahora avenida del Puerto, sobre el número 189, sigue en pie la fachada de 'Aceites Casanova', restaurada para servir de "funda" al edificio nuevo situado a sus espaldas. ¿Sabían que con los beneficios, el empresario Manuel Casanova fundó en 1932 la famosa productora cinematográfica 'CIFESA'?
Ahora comprenderán por qué sus películas se presentaban al son del himno regional valenciano. Encontramos su hermosa chimenea entrando por un callejón que lleva al parking del supermercado adyacente, completamente fuera de contexto. Está literalmente encastrada entre las viviendas de reciente construcción, gracias a la protección municipal que ha hecho posible mantenerla, aún en estas posturas de Tetris.
Pasamos ahora por el Parque del Gas Lebón, donde los restos de la antigua fábrica de gas del Camino Hondo del Grao, cerrada en los años 80, han sido integrados en un parque-jardín de 6.000 metros cuadrados con acceso para la movilidad reducida y todo tipo de comodidades para familias. Además de columpios y otros juegos, tiene unos divertidos bancos de cemento alineados, pintados de colores, con forma de una barca.
No es un diseño moderno, se trata de donde se apoyaban algún tipo de bombona durante su proceso de almacenaje. Pero lo que más llama la atención es la estructura metálica, construida en 1867, que sostenía uno de los gigantescos depósitos del combustible que permitía el alumbrado público de la ciudad. Como los niños del barrio ya jugaban entre los restos de esta instalación con peligro para su integridad física, se adaptaron para crear este original parque, que cuenta con todas las medidas de seguridad.
De pequeños, muchos se enamoraron de una sinuosa chimenea que se podía ver al otro lado del río. Tenía una ermita delante y su fábrica, que era de papel continuo, destacó ni más ni menos que en la confección de serpentinas festivas. Esta chimenea se conserva, solitaria, en la calle peatonal de Octavio Vicent Escultor, cerca de la ermita la Penya-roja, nombre de este barrio que antes fue otro camino al puerto. En esta chimenea –que recuerda las columnas de la Lonja– se inspiró Santiago Calatrava para el primer rascacielos retorcido del mundo, el Turning Torso, el más alto de Escandinavia. Fue diseñada cerca de 1903 por su mismo propietario, Luis Layana Alsina, quien empezó con un pequeño taller de librillos de papel y luego compró este terreno próximo al río, donde ya hubo un molino de harina y arroz.
No es una construcción de chimenea de tipo frecuente. Si de pequeños han tenido un juego de construcciones, imaginen que encajan por sus esquinas las piezas cuadradas, en escalón, formando una espiral. Algo que la hace especialmente hermosa son las piezas de ladrillo que simulan sogas girando con la estructura. ¿Un capricho? Sin duda no, pues en tiempos donde no había navegadores, cada chimenea que se levantaba servía de punto de referencia y definía a cada fábrica para distinguirla de las demás. Ahora luce para maravilla de los niños ante el patio de juego de un colegio y a escasos centímetros de unos edificios modernos. Aquí la excursión es más tranquila, alejados del tráfico.
Estamos cerca de la prolongación de la Alameda, el barrio chic de la ciudad. Es aquí donde encontraremos las dos últimas chimeneas de nuestra ruta, a la altura del número 38 de la prolongación de este paseo. Hace siglos, conducía desde el puerto hasta el desaparecido Palacio Real. Ahora lo jalonan los rascacielos, sedes de importantes empresas. Caminando hacia el río, avistamos los dos monumentos fabriles en una pequeña isla de césped arbolada. Estamos cerca de la zona donde Gracia se fijó por primera vez, por una fotografía, en las chimeneas: el popular parque infantil Gulliver.
La primera de ellas es conocida como la chimenea de la antigua 'Unión Alcoholera Española'. El color original del ladrillo haciendo formas ha quedado un poco deslucido por la restauración, pero su forma revela desde huecos dónde iban las vigas para su construcción a elementos para protegerla de la lluvia. Durante su edificación, cuando esta zona estaba completamente despejada, fue utilizada para lanzar desde ella un prototipo de aeroplano en los inicios de la aviación, en la que Valencia fue pionera. La segunda es conocida como la de 'Levaduras Danubio'. Alrededor de su fuste tiene una serie de cinchas para evitar que se agriete y peldaños metálicos para subir por ella. Si van a verla con niños, intenten que descubran qué hay escrito en las letras que trepan por su estructura: es casi imposible a no ser que tengamos un dron y una cámara, así que les damos la solución: "AMAT HERMANOS", destiladores de vinos, brandy, oportos y madeiras.
Ha caído la noche sobre la ciudad de Valencia. La podemos ver ahora bajo un nuevo prisma: el del esfuerzo de sus habitantes por prosperar y avanzar hacia el futuro sin olvidar algo que nuestros abuelos tuvieron siempre en cuenta: no dejar de lado la belleza por el progreso, ni siquiera en la construcción de algo tan básico e imprescindible como el conducto de los humos de sus fábricas. Ahora son un majestuoso recuerdo.
Para sacudirnos de encima el hollín de la ciudad visitamos una chimenea más, en El Palmar de Valencia, y así disfrutamos del maravilloso paisaje arrocero de la Albufera. Se trata de un antiguo secadero de arroz, donde aún se mantiene su instalación industrial. Pasando por los estrechos puentes de los canales, llegamos hasta el camino de la Trilladora del Tocaio, al lado del embarcadero, punto estratégico para el comercio de esta antigua isla.
Es domingo y dejamos el coche bajo la cubierta de un pequeño parking al aire libre. A campo abierto nos recibe la chimenea con su alegre franja en espiral tintada con ocre rojo. La base está encalada y decorada y tiene una fuerte cornisa que la protege. Es la única chimenea de todas cuya base he visto sin taponar y al meter la cabeza para curiosear se me vienen a la cabeza cuentos infantiles. También es buena idea aprovechar la visita para venir con los niños y dar un paseo en barca, visitar el parque natural de la Albufera o el Centro Piscícola de Recuperación de Flora y Fauna. O solo por ver el atardecer lleno de colores sobre el agua.
El recorrido completo por la ciudad toma unos 40 minutos en hacerse y la chimenea del Palmar está a 25 minutos yendo en coche. La Asociación de Patrimonio Industrial quiere incluir las chimeneas en sus rutas divulgativas así como poner el foco sobre los molinos de la huerta de Campanar y sobre la arquitectura industrial histórica de la Albufera.
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