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Es quizá porque José González Carazo, nuestro guía, nos ha señalado la modestia exterior de la iglesia -"construida con materiales baratos y ladrillos árabes rojizos de dos tamaños, con la imagen de San Antonio de los Portuguesas en lo alto"- lo que lleva a la visita a lanzar exclamaciones al entrar en la Capilla Sixtina de Malasaña, como la califican los amantes de la hipérbole. Está cubierta de arriba abajo de pinturas al fresco, pero es la cúpula lo que lleva al personal a abrir la boca.
González Carazo, hermano de la Hermandad del Refugio de Madrid que gestiona la Iglesia por designación real desde 1701, ya nos había contado que el lugar fue un hospital levantado en 1604 por un grupo de nobles y comerciantes portugueses, cuando Portugal pertenecía a la corona española. Lo que buscaban los miembros del influyente Consejo de Portugal era un lugar para cuidar de sus compatriotas.
En 1624 se levanta la iglesia sobre la capilla del hospital “por un jesuita lego, Pedro Sánchez, y en los primeros años, la modesta iglesia permanece sin frescos”. Ocho años después, Vicente Carducho pinta el retablo mayor, Angelo Nardi los dorados del sagrario y Manuel Pereira, la talla de San Antonio. Durante aquellos años iniciales, el pintor Eugenio Cajés realizó a las santas portuguesas Isabel y Engracia en los altares laterales.
Es difícil continuar la historia sin relatar que San Antonio de los Alemanes, primero San Antonio de los Portugueses hasta que los lusos se independizan en 1640, le debe mucho de su arte a tres reinas bien diferentes: la regente Mariana de Austria, madre de Carlos II el Hechizado, un rey cada día más interesante para los investigadores; a la segunda esposa del Hechizado, Mariana de Neoburgo -una mujer tremenda, que merecería capítulo aparte por su carácter e historia- y a María Amalia de Sajonia, la mujer de Carlos III.
“Sí, las reinas juegan un papel importante en este lugar -cuenta nuestro guía de la Hermandad-. Fue Mariana de Austria, madre de Carlos II, quien en 1668 se hace cargo del hospital y la iglesia y con ella pasa a llamarse San Antonio de los Alemanes”. Cuando su hijo se casa con la Neoburgo, las tensiones entre nuera y suegra influyen también en los artistas que pintan el recinto.
Todo se suma a la peculiar situación de la humilde iglesia, porque al estar siempre bajo la protección real, aquí se trae a los mejores pintores de la monarquía, quienes decoraban El Escorial o los palacios reales. Entre 1661 y 1668, Juan Carreño de Miranda y Francisco Rizzi realizan los frescos de la cúpula, la Apoteosis de San Antonio, donde el patrón de Portugal asciende al cielo rodeado de ángeles.
Cuenta González que los ángeles fueron realizados por Luca Giordano, “porque parecía que San Antonio colgaba un poco en el aire”. Quién haya visitado El Escorial y levantado la mirada en la gran escalera o en la bóveda de la basílica, reconocerá los cielos de Giordano en San Antonio de los Alemanes.
Y es al prolífico y gran pintor de Nápoles a quién se deben luego los estupendos frescos que rodean la capilla de los Alemanes, con los milagros de San Antonio, cuyo relato e ilustración hacen las delicias del público. “El milagro del asno que se arrodilla”, “El recién nacido que habla”, “El pie reinjertado”, “La predicación de los peces”... San Antonio, a quién se le atribuyen otras bondades como la de ayudar a encontrar novio a las mozas o la de devolver las cosas perdidas con padrenuestros, se convierte en un santo aún más agradable bajo la mano de Giordano y sus pinturas.
Y aquí hay que recordar que el pintor fue fichado para la corona española, por el enfermizo Carlos II y Mariana de Neoburgo, esa reina alemana que fingió once embarazos y fue criticada por los madrileños por ser autoritaria, pelirroja, bruja influyente en su marido y conspiradora en la sucesión de Carlos II. Ganó Felipe V, tras la Guerra de Sucesión, quién inauguró la dinastía Borbón en España. Por debajo de la cúpula también se admiran las alegorías de las virtudes -con vestidos de gasa transparente sobre sus pechos que han sobrevivido a las censuras de siglos- y reyes santos de España.
En la sacristía hay que pararse a admirar las pinturas de Francisco Carducho, que inicialmente estaban en la Iglesia. Y si hay tiempo, conviene dar un paseo por las salas que recogen los trabajos de la Hermandad del Refugio, quien desde 1701 administra la iglesia y lo que fue el hospital atendiendo las necesidades de más de un centenar de personas diarias.
La Hermandad nació con la misión de ayudar a los pobres de la capital, llena de mendigos o personas necesitadas. Junto a algunos cuadros notables en las salas se pueden observar elementos como una cuna donde se dejaba a los bebés (“no se admiten criaturas mayores de cinco años”) o la plantilla de madera del huevo que servía para averiguar si por su tamaño pasaba o no. La frase conocida era “Si pasa, no pasa”. Si el huevo pasaba era demasiado pequeño y los hermanos lo rechazaban según la tradición.
Cada noche dos hermanos del Refugio y un sacerdote salían por las calles de la ciudad para repartir pan y un huevo duro, siempre bajo la aprobación de los monarcas españoles. Tanto los Austria como los Borbón han sido miembros de la Hermandad, incluidos Felipe VI y la reina Leticia.
Y otro dato a tener muy en cuenta: la iglesia cuenta con un órgano y una organista más notable aún, la señora polaca Marta Misztal Bloch, que es también maestra de capilla. Para los amantes de la música sus conciertos benéficos son especiales.
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