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"No hay nada más horrible que sentarse durante dos o tres horas delante de un menú degustación de un cocinero malo y en una silla incómoda", según Albert Raurich, ex jefe de cocina de 'elBulli' y actual chef de 'Dos Palillos', en Barcelona, esta sería la declaración de principios que llevó a los valencianos de 'Andreu World' a amueblar restaurantes de todo el mundo.
"Queríamos demostrar que sentarse en una silla cómoda, ante una mesa igual de cómoda era una parte fundamental a la hora de comer en un restaurante. Creemos que sentarse a gusto es importante", apunta Jesús Llinares, el responsable de esta empresa valenciana (e internacional) especializada sobre todo en sillas. De ellos es por ejemplo la icónica Smile, de 2006, que puede encontrarse en buena parte de esas salas que ellos pueblan con sus diseños.
De aquel taller de ebanistería en el que trabajaba el fundador, Francisco Andreu Martí, en 1955, a que los comensales del restaurante Agern, en la Gran Central Station de Nueva York, o los de 'Azurmendi', en Bilbao, se sienten a degustar los menús en sus sillas de calidad, han pasado 60 años, "muchas aventuras, muchas ideas nuevas y muchos diseños", apunta Llinares. Y pese a su devoción por las sillas, no se han quedado sentados, ni quietos, ni tumbados: con sus muebles singulares, sofisticados a veces, pero naturales siempre, no solo han llegado a templos gastronómicos españoles como el 'Ikea' de Vitoria o el 'Marques de Riscal' en Elciego (Álava), entre otros. "En nuestras sillas, en nuestras mesas también se sientan, por ejemplo, las cabezas pensantes de emporios como WhatsApp o Twiter, en California".
Fabrican solo con maderas que vienen de bosques certificados, vigilan la cadena de custodia, y están en permanente evolución. En 2005 para celebrar los 50 años de vida publicaron Chairs, una obra que recorre la historia del objeto al que se ha dado más vueltas de la era moderna. Se unieron a él destacados diseñadores, escritores, arquitectos y creadores de prestigio internacional. Sus páginas invitan a disfrutar y revisar el concepto de la silla. "Decidimos no quedarnos anclados solo en 'hacemos muebles de diseño'. Queremos que cualquier cliente de uno de los restaurantes que tienen nuestros muebles aprecien el buen entorno, lo confortable de nuestras sillas o nuestros sofás. O la luz de las lámparas", destacan sus creativos.
Y de su periplo por los restaurantes del mundo nació su último proyecto: un cofre libro que se llama Comer bien sentados con una selección de restaurantes de diversas ciudades de España (Valencia entre ellas) y del mundo entero, donde están sus sillas, sus banquetas, sus mesas, o sus sillones. Y donde los chefs reflexionan "sobre lo importante que es sentarse bien, sentirse bien. Una buena comida y un buen asiento".
La filosofía del libro, muy visual, podría resumirse en esa cita del principio, de Albert Raurich, durante muchos años de jefe de cocina de 'elBulli'. Raurich preparó muchos menús de ese tipo en 'elBulli' antes de abrir su propio restaurante en Barcelona, el 'Dos Palillos'. Quería que las sillas de su local además de cómodas fueran sencillas. Las ideas de esta empresa, que intentan ir más allá del puro diseño y confección de muebles surgen de una máxima: cargar de cultura la marca.
De ahí los libros, (como el que publicaron de diferentes autores, Historias para leer sentados) las letras dedicadas, las exposiciones, el cuidado. Y esta última propuesta, que pretende destacar los restaurantes que usan sus productos. Para eso quieren hacer una guía al año con lugares emblemáticos. "Consideramos que el arquitecto prescriptor del restaurante pone en valor esos muebles que hacemos como hace 60 años, pensados para que duren, con calidad, resistentes al uso… El propietario se da cuenta de todo eso".
"Hay dos tipos de cocina, la buena y la mala. ¡Yo me siento con la buena!", apunta nada más abrir el libro, el citado Albert Raurich.
Que es algo que suscribirían, sin dudarlo, los responsables de los dos restaurantes elegidos de Valencia por esta singular guía: 'Ma Khin Café', ubicado en el Mercado de Colón; y 'Riff', en pleno barrio del Eixample. Los dos, situados a menos de 500 metros y regentados por chefs de fuera, que llevan media vida en Valencia. Llegaron por casualidad a esta parte del Mediterráneo, se engancharon a ella y ya no pueden dejarla.
Ambos comparten con los responsables de su mobiliario que "el hecho de sentarse es la antesala de algo que va a pasar". Una reunión, una entrevista, un encuentro, un concierto, ver una película, decenas de escenas de nuestra vida y recuerdos perdurables en la memoria acontecen sentados, la importancia de esos momento es directamente proporcional a la calidad del asiento usado, no es lo mismo la tabla apoyada en dos ladrillos que puede servir para tomarse en bocata en la obra de una casa que la butaca que uno elige con cariño para que después perdure en el salón de la misma.
"Como tampoco se puede comparar el taburete del plebeyo con el trono regente porque en esto del sentarse también hay clases, ni el asiento de aerolínea de bajo coste en un ruta de turismo de playa con los espléndidos asientos en primera clase de una línea aérea de Oriente Medio", apuntan las líneas de esta guía.
Cada asiento, insisten, tiene su razón de ser y en la restauración sucede lo mismo. Está claro que las cadenas de comida rápida buscan la rotación y por tanto nunca usarán una silla excesivamente placentera para no alargar la visita de los clientes, igual ocurre en los bares, en las ciudades más turísticas se aprecia ese consumo rápido por la altura de sus asientos: las mesas altas y los taburetes le ganan terreno a las mesas y sillas normales para buscar un cliente de tapa y cerveza frente a otros que se apoltronan toda una mañana consumiendo solo un café. Justo lo contrario que sucede en un restaurante gastronómico donde el comensal invierte su tiempo y su dinero y quiere sentirse bien, y por tanto apreciará la comodidad. "Cuanto más importante sea la ocasión o más galardones tenga el restaurante mejor debería ser el asiento", declaran.
Es el nombre de la bisabuela del chef anglo-birmano Steve Anderson. La historia de esta mujer y de su marido, el bisabuelo, está contada de manera tierna en la carta de este restaurante de comida asiática y mediterránea, situado en el Mercado de Colón, un edificio modernista de los más emblemáticos de la ciudad creado en 1916 por el arquitecto Francisco Mora. Tras mucho tiempo en desuso, hace unos 15 años cobró vida.
Tras la fachada colorista del mercado, el 'Ma Khin Café' se muestra sobrio y, sin embargo, nada frío. Un espacio contemporáneo, con un lenguaje estético muy significativo, en el que está bien presente el pasado colonial de los tiempos de la bisabuela. El interior es luminoso, confortable y práctico, con maderas rústicas, mimbres y objetos de otras culturas que se ensamblan con materiales de vanguardia. Un gran espacio abierto y transparente, sin divisiones, con una fachada acristalada que da al exterior (no a la calle, sino al bajo del mercado) con un discreto reservado y con la cocina a la vista de todos.
Para Steve Anderson, por supuesto, comer bien sentado es prioritario. "Eso y comer bien. Tan importante es una cosa como la otra. Y como yo no soy experto en decoración pero delego bien, el interiorismo lo lleva a cabo Laura Alandes (una diseñadora valenciana afincada en Nueva York), a la que puse en contacto con Andreu World, una empresa de cercanía a la que hay que tener en cuenta. Ya trabajé con ellos en 'Seu Xerea' –el primer restaurante que puso en marcha hace 25 años cuando llegó a Valencia–. Me gustan sus muebles de calidad tanto en el diseño como en la fabricación y, también, en el servicio posventa".
Steve era profesor de química en Londres y llegó a la ciudad para aprender español hace un cuarto de siglo. "Como Valencia engancha, me quedé. Me interesaba mucho la cocina. Mi madre era muy buena cocinera y aunque era médica cocinaba siempre para su familia", apunta. Siempre que puede hace lo mismo. Cocina para los suyos, da clases en su restaurante y le sale muy bien el birryani, arroz indio con cordero al curry.
Para este chef "la experiencia que ofreces en un restaurante es sensorial. No únicamente la comida o los platos. Los sabores, el espacio, el equipamiento, todo cuenta para poder ofrecer excelencia en la gastronomía".
En 'Ma Khin Café' se sirve Colonial Asian Food que, tal y como explica su creador, se trata de "una propuesta con marcado origen oriental pero capaz de incorporar el producto local en perfecto equilibrio. Una cocina que, al igual que sucedía en las colonias, acaba incorporando lo mejor de dos mundos aparentemente muy distintos".
De todas las posibilidades de menús, mi favorito es este, el Taster, para compartir:
¿Qué te llevarías de este restaurante si tuvieras que marcharte mañana?, le pregunto. Duda un instante. "Pues cuando cerré el 'Seu Xerea' lo dejé todo menos las sillas de Patricia Urquiola, las Nude (también de Andreu World). Y de aquí me llevaría las fotos de mi bisabuela en Birmania, de 1906".
Hace poco estuvo en la ciudad Isabel Coixet para participar en una charla sobre cine y vida. Solo tuvo una petición concreta: comer en el 'Riff'. Una amiga que vive en Valencia se lo había recomendado varias veces. Salió encantada de la experiencia.
Al frente está el chef de origen alemán Bernd H. Knöller, que llegó a esta parte del Mediterráneo hace casi 30 años, se prendó y se quedó a vivir. Primero puso en marcha una pizzería, luego el restaurante 'El ángel azul', que tuvo en su día mucho predicamento y, finalmente, el 10 de septiembre de 2001, el 'Riff' (arrecife en alemán).
Este "arrecife" se levanta en el centro del barrio del Ensanche, obra del interiorista Andrés Alfaro Hoffman, con una estética limpia y elegante, sin cuadros ni decoración superflua, "para que el comensal se centre en el plato". En los que destaca el producto. "Valencia es un paraíso en eso, en pescados, en verduras y carnes, gracias a un clima suave y cálido", aclara el chef. Él y su equipo acuden todas las semanas a comprar a la lonja del pescado del puerto de Valencia y, a diario, al mercado central, dos lugares ante los que cayó prendado nada más llegar.
De su cocina sale el ceviche valenciano, la mojama casera y una multitud de arroces audaces, como el arros brut, el meloso con guisantes y lotinas o el de jamón ibérico y setas. Y para degustar todo eso, claro, "las sillas tienen que ser cómodas, bellas y definitivamente atemporales".
Alfaro, el citado interiorista, es su consejero desde hace 16 años, cuando entró a diseñar el restaurante y lo dotó con el mobiliario de Andreu World, que permanece incólume, duradero y moderno. "Lo único que me rompe el corazón –dice exagerando este chef– es no tener terraza. En esta ciudad eso es un crimen". Por lo demás, este es uno de los pocos –quizás el único de ese nivel– que sobrevivió a la crisis. "Y eso se lo debo a los clientes habituales, a los de siempre, a los que ya venían a la primera pizzería que monté en Valencia. Siempre me he preocupado de saber sus gustos, así que supongo que me lo agradecen volviendo. Los padres venían con los niños y ahora esos niños y niñas vienen con sus parejas", apunta contento.
En el libro Comer bien sentados se añade un divertido cuestionario a algunos chefs. Estas fueron las respuestas del restaurador del 'Riff':
Claramente sentado.
En una silla sobre todo cómoda y agradable.
En el distrito de Kreuzberg, uno de los vecindarios favoritos de Berlín.
Comida china de alto nivel como la del restaurante 'Tim Raue' (Berlín).
Con mi adorada mujer, un querido amigo y mi fabulosa hija Nora, de seis años.
Hasta que nos echen y Nora duerma entre dos sillas.
Pese al apego al mobiliario de su restaurante, Bernd se llevaría de su restaurante, si tuviera que salir corriendo de un incendio "mi independencia, mi creatividad y mi flexibilidad, porque eso me ha salvado la vida".
El restaurante 'Azurmendi', en Bilbao; las Bodegas 'Portia', en Burgos; 'Mextizo', 'Caballa canalla' o 'Dos Palillos', en Barcelona; 'Paco Roncero Taller', '47 Ronin' o 'Dos cielos', en Madrid; 'El Burladero', de Sevilla, o 'Ikea', en Vitoria, son los establecimientos seleccionados en el resto de España, donde los chefs conversan sobre cocina y diseño. Todos, con un denominador común: valoran mucho dónde se sientan, a qué mesas y con quién. Tal y como declara el chef de 'Azurmendi', Eneko Atxa, "el mobiliario de un restaurante tiene que ser algo que te olvides de que existe: para una cena quiero una silla tranquila que no me acuerde de ella".
El resto del mundo también ha sido explorado por estos creadores. Por eso, podemos encontrar sus modelos Smile, Smart, Nub, Manila, Ronda, Zarina, entre otros, en París, Londres, Singapur, Manama (en Bahréin) o Copenhague. Y en Berlín, en el restaurante '5-Cinco', regentado por el chef español Paco Pérez, que también tiene muy clara la relación entre el diseño interior y el paladar: "Los espacios han de transmitir lo que somos y hacemos. El reflejo de nuestra cocina tiene que ser el diseño interior, la iluminación, la vajilla que se usa… Todo forma parte de la experiencia gastronómica".