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Cantabria ostenta un récord desconocido por muchos. Ha registrado una de las mayores freak wave que se han visto en España o, lo que es lo mismo, una insólita lengua de agua con más de 26 metros de altura. El mar ha sido el campo de juego para tres generaciones de 'pingüinos' cántabros. Hoy te invitamos a subirte a la tabla y descubrir todas las posibilidades que esconde este paraíso, con los Picos de Europa como telón de fondo.
Corrían los años 60 y aquel omnipresente NO-DO dejó para el recuerdo una pieza anti-profética: "Según nos informan nuestros corresponsales, un nuevo deporte ha llegado a las costas del sur de Francia, el llamado surf o surfing, curiosa modalidad con origen en las islas Hawái y que consiste en deslizarse sobre las olas de pie en una tabla de madera. ¿Llegará alguna vez a nuestra amada patria semejante disciplina? No es España tierra propicia para las frivolidades", sentenciaba. Para lamento del reportero, las tablas no tardaron en poblar la costa cantábrica y, desde entonces, tres generaciones han vivido sus 'Años Salvajes' sobre el tubo de olas gigantescas. Cuentan que se han llegado a ver algunas de más de 26 metros de altura.
"Aquí ya hay abuelos que surfean", relata Arjuna Zapatero, fundador de la Escuela de Surf Buena Onda, en San Vicente de la Barquera. "Para la gran mayoría de nosotros, el surf es algo con lo que hemos crecido, algo así como una aventura a la que te entregas con tus amigos y que acaba por servirte para aprender sobre el poder del mar", explica. A sus 40 años, puede decir que lleva más de dos tercios de su vida cabalgando el irresistible mar Cantábrico.
De hecho, fue justo así como se forjó su amistad con Pablo de la Mora, con quien comparte negocio y una filosofía de vida. "Nos conocíamos de toda la vida, de vernos por la playa", recuerda de La Mora. "Era cuestión de tiempo que acabásemos metiéndonos en esta historia, queríamos fomentar el deporte y ganarnos la vida con lo que más nos gusta", añade. Los comienzos, allá por 1999, fueron austeros. Unas redes y diez tablas bastaron para comenzar su andadura como formadores de nuevos cazadores de olas. Actualmente les visitan surfistas del interior de España y parte de Europa. "Incluso tenemos un antiguo alumno que acabó montando su propia escuela", comenta Zapatero.
Su 'cuartel general' está situado en primera línea de costa en El Rosal, uno de los cinco spots que reúnen El Merón en sus 3,5 kilómetros de playa. En concreto, este enclave de arena blanca y aguas cristalinas se ha convertido en el destino perfecto para muchos por la gran cantidad y variedad de picos que ofrece. "Estamos en un beachbreak donde puedes encontrar desde olas divertidas y fáciles de surfear hasta izquierdas rápidas", indica De la Mora. "Eso ha contribuido a que hayamos formado a niños de 6 años y, por ejemplo, a una señora de 72", dice con orgullo. El único requisito imprescindible para recibir sus clases magistrales es olvidarse del postureo. "Aquí se viene a mojar la tabla", reivindica Zapatero y mira con complicidad a su compañero. Ambos reconocen que el surf profesional te exige mucho físicamente pero, aclaran que, si el objetivo es probar las sensaciones que produce el mar y divertirse un poco, basta con ponerle ganas.
Su entusiasmo les delata, pero este entorno privilegiado ni siquiera necesita apostolado. Los Picos de Europa ponen un paisaje helado a los 'pingüinos', apelativo por el que se conoce a los surfistas que, enfundados en sus trajes de neopreno, se imponen a la mar brava en pleno invierno. "Este paisaje es terapéutico", resumen pensando en Julio, uno de sus habituales, que viaja desde León a la escuela todos los lunes para desintoxicarse de la ciudad y contemplar las montañas nevadas. No es el único. De octubre hasta mayo, no dejan de rodar por Cantabria furgonetas cargadas de franceses (37 % de los visitantes extranjeros), ingleses (23,7 %) y alemanes (13,9 %). No hay mejor muestra de que los deportes de mar han supuesto un impulso para la comarca. "Hemos roto la estacionalidad del turismo en la zona", asegura De la Mora satisfecho.
Las grandes olas de la playa no son la única espoleta de esta explosión acuática. También los ríos y embalses mecen tranquilas unas tablas amplias, que parecen querer convertirse en tatamis flotantes. "De aquí no te caes ni aunque te tires de cabeza", exclama con desparpajo Natalia García de la Rasilla, profesora de yoga y Stand Up Paddle (SUP). "Es una gozada. El SUP te permite saltar a otra percepción en disciplinas que habitualmente se practican en suelo como el pilates, por ejemplo. El agua es un catalizador de energía y, además, te obliga a poner en marcha toda la musculatura estabilizadora del tronco y la columna vertebral para estar encima de la tabla, así que todas las posturas que trabajamos son mas eficaces", resume. "Los beneficios que se consiguen con SUP Pilates y Yoga son múltiples. El cuerpo se estiliza rápidamente y los dolores musculares desaparecen en pocas sesiones. También se hace un buen 'cardio', se queman muchas calorías", dice para animar a los escépticos.
Aunque ha practicado yoga desde que recuerda, no se planteó dedicarse profesionalmente a esto hasta su último embarazo. "Esperaba mellizos y llegó un momento que, si no hubiese sido por el deporte, habría sido incapaz de aguantar mi cuerpo", confiesa. Antes de eso, trabajaba en Madrid como diseñadora de joyas y, de pronto, el taller se convirtió en un lugar incómodo. "Me agobiaba la ciudad, estaba cansada de las prisas y de tratar de ahorrar desesperadamente, sin conseguirlo", recuerda. Así fue como ella y el padre de sus hijos, Guillermo Calvo, decidieron poner rumbo a Cantabria y construyeron su sueño: SUP Dreamers.
Hace más de un año que Natalia García de la Rasilla ha comenzado otra vida con su experiencia personal, Nata Zen, y en Unquera imparte clases de yoga y pilates todo el año, sin abandonar el SUP. Cuando el tiempo lo permite. Sus clases de yoga en el exterior, en la playa o sobre la tabla de SUP, hacen la delicia de sus alumnos y los peregrinos-turistas que se atreven a probar una experiencia en el camino, ya sea meditando sobre el agua en Palombera o en el espectacular El Sable, en la Tina Menor.
"Nosotros somos de esos que llaman 'neorurales'", dice Guillermo divertido. "Estábamos decididos a que las comunicaciones no nos limitaran", añade. Desde entonces, Calvo enseña esta joven disciplina en la ría de la Tina Menor, donde las aguas dulces del río Nansa se funden con el mar Cantábrico en una estampa inigualable, con vistas al Parque Natural de Oyambre. "Lo mejor de este deporte es que tiene muchísimas modalidades, de forma que se pliega a las necesidades de todo el mundo. Si buscas una experiencia tranquila puedes hacer una travesía por el embalse de Palombera y si lo que quieres son emociones fuertes, ven a coger olas de calidad en la playa o anímate a emprender un descenso por el río Deva", propone.
A diferencia de lo que sucede con las escuelas de surf, la mayoría de los clientes de SUP Dreamers son naturales de la zona (¡y mujeres!). "Aquí se aprovechan mucho los recursos naturales. Todo el mundo aprovecha los fines de semana para hacer senderismo, salir en piragua o cualquier otra cosa. No se trata solo de hacer deporte, sino de vivir experiencias al aire libre", explica García de la Rasilla. Fue así como nacieron iniciativas como Desafío Cantabria o Los 10.000 del Soplao, nos cuentan. "Nosotros creemos en el Valle del Nansa y no somos los únicos. Ayer mismo estuve con un francés, ya jubilado, que se ha venido aquí y va a montar un negocio de bicicletas eléctricas", ejemplifica. "Cantabria se está convirtiendo en un destino turístico deportivo y esto no va a parar de crecer, ya véreis", asegura Calvo con confianza.
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