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Entrar en 'Espiral de Virutas' es empezar a sentir todo tipo de sensaciones positivas. Ver los múltiples colores de la madera y admirar las caprichosas geometrías de sus vetas; oler el perfume de las especies más fragantes o tocar las suaves superficies de la madera una vez lijada. "Eres compacta como el pan o la madera" decía Pablo Neruda en uno uno de los versos de Sonetos de Amor.
Si el poeta supo describir la materia, Marta sabe cómo sacar lo mejor de ella. "Comencé a finales de los años 90, de una forma casual. Me encontré un trozo de madera y, con un destornillador, empecé a tallar una rosa. A partir de ahí me dediqué a estudiar y a realizar talleres de ebanistería. Poco a poco conocí las técnicas, el uso de las herramientas y los diferentes tipos de madera y cómo trabajarlas. Descubrí un mundo de grandes posibilidades".
Sus primeros trabajos se centraron en el arte. Esculturas potentes caracterizadas por la belleza de la madera y por el movimiento de las piezas, ya que algunas de ellas tienen la base redondeada para poder "jugar" con ellas como si se tratara de un elemento decorativo.
Sobre la mesa de su taller de Valdemorillo descansan gubias, formones, escofinas, limas, sierras o cepillos… leños que pululan de acá para allá hasta que su corazón se seca –"un proceso que puede durar hasta dos años", puntualiza Marta–; recortes de madera en cubos y estanterías que, en un momento dado, pueden servir para hacer cualquier cosa y, por supuesto, las piezas de menaje (saleros, cucharas, cucharones, platitos, paneras…) capaces de convertir la mesa y la cocina en un espacio aún más acogedor.
"Siempre ha habido una cuchara de madera en las casas –dice Marta–. Y me gusta hacer piezas distintas, únicas". No es de extrañar que sus enseres de madera llamen la atención cada vez que el stand de 'Virutas de Madera' se instala en la Feria Mercado de Artesanía de la Comunidad de Madrid que cada año se desarrolla en el Paseo de Recoletos de la capital en fechas pre navideñas.
Pero ¿qué tienen de especial sus piezas de menaje? Una de las características principales es su tamaño. "La madera que está en nuestras vidas nos ayuda a vivir, a tratar las cosas de otra manera. Por eso me gusta ese tamaño que lo puedas coger bien con la mano, es cómodo, lo vas a usar y va a tener un desgaste. Es un ser vivo que, si lo cuidas bien, va a estar contigo para siempre y, cuando presentas los alimentos en madera, es algo diferente". Con lo de "cuidar bien" Marta se refiere a no meterlo en el lavavajillas, a lavarlo con estropajos de fibras vegetales y a frotarlo periódicamente con aceite de oliva o cera alimentaria.
La dureza del cerezo, de la encina o del wenge, el color amarillento del naranjo, la fragancia del palisandro, la elasticidad del abedul, la oscuridad del ébano… Marta trabaja con todas las variedades de maderas imaginables, desde las autóctonas hasta las más exóticas. "Engancha mucho trabajar con la madera –asegura la artesana–. Cuando pruebas diferentes clases quieres conocer más y te das cuenta de las barbaridades que se está haciendo por ahí como la utilización de maderas protegidas de origen africano o amazónico. No nos damos cuenta de que los árboles mejoran el aire que respiramos y alimentan nuestros suelos".
Por eso, Marta surte su almacén de forma responsable. "Me gusta mucho usar recortes. Por ejemplo, todas las maderas tropicales que tengo son restos que guardo como un tesoro". Y no duda en visitar carpinterías para pedirles sus remanentes o recuperar madera de muebles viejos. "Intento reciclar todo lo que puedo porque talar un árbol causa un impacto muy grande si no se repobla el bosque con árboles jóvenes. Seguir dando vida a esa madera es lo mejor que puedes hacer para que así nos acompañe durante toda nuestra vida e, incluso para que acompañen a los que vienen después".
Así, cabeceros de cama, mesas o sillas fabricados hace décadas, que hubieran acabado destruidos en vertederos, en sus manos se convierten en alguno de sus funcionales utensilios como floreros para flores secas en madera de naranjo, saleros en madera de padouk, un centro de mesa en nogal español, cucharas, cucharillas y cucharones en cerezo, abedul o castaño; platos de haya o arce, cuencos de madera de castaño… En definitiva, piezas exclusivas donde se aprecia la belleza de los colores naturales. "La veta va surgiendo sobre la marcha –asegura Marta–. Te la da el momento, hacia donde ha ido creciendo el árbol… Unas veces te encuentras unos colores y otras, otros".
En 'Espiral de Virutas' se guardan incluso los pequeños recortes de troncos con nudos, que ya de por sí son muy bellos, con los que Marta crea cuadros de madera en los que combina, si se presta a ello, algún material (siempre encontrado) como por ejemplo, hierro. "Con todo ello creo collages en los que juego con el espacio, el dibujo y la escultura. Y, como en todo lo demás, todos ellos son únicos y diferentes".
Además, Marta no solo nos propone objetos para embellecer nuestras paredes o mesas, también a nosotros mismos. En su línea de bisutería se pueden encontrar colgantes, pendientes y el hit de 'Espiral de Virutas': los anillos. Muchas parejas incluso se han casado con sus alianzas. Suaves y cálidas joyas de madera maciza realizadas de manera artesanal y a medida combinando dos o tres maderas diferentes: olivo y nogal español; naranjo y nogal; olivo y cerezo; ébano y raíz de olivo… "Si se prefiere otra combinación se puede realizar", comenta Marta. En definitiva, cuando la madera es trabajada con cariño, respetándola, se convierte en algo especial que nos conecta con la Tierra y eso es algo en lo que el taller 'Espiral de Virutas' es experto.