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Lo vas a querer todo. Lo advertimos. Según vas descendiendo las escaleras que conducen al Taller de Vaciados de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y ves colgados modelos anatómicos de media cara de hermosos hombres y mujeres, manos, pies o máscaras, surge el arrebatador deseo de poseer tanta belleza. Esa que te traslada a un pasado filosófico y político idealizado, de vaporosas túnicas y discusiones sobre el canon ideal.
La apoteosis llega en cuanto descubres el maravilloso espacio en el que las estatuas clásicas vuelven a la vida, serenas y majestuosas. Es como entrar en otra dimensión, en la que piezas que has admirado en distintos museos del mundo, de pronto están al alcance de tu mano.
Ahora que artistas, arquitectos y decoradores las incluyen compulsivamente en sus proyectos, mezclando clasicismo y modernidad, te descubrimos este taller donde todo es único. Desde su directora a los técnicos artesanos que tienen como misión que no desaparezca este oficio con siglos de antigüedad. Desde los escaparates de Loewe a las lujosas habitaciones del nuevo 'Four Seasons' en Madrid, los bustos clásicos son un objeto de lo más deseado.
"Es un privilegio y una obligación mantenerlo, pues el vaciado de esculturas a través de moldes de escayola es una técnica centenaria que da como resultado una obra única, aunque no sea original, porque se hacen a través de un trabajo manual y artesanal. Poseer vaciados era algo excepcional en la Europa del Renacimiento, solo las grandes familias nobiliarias o el papado se podían permitir estos museos de vaciados que eran un síntoma de estatus", nos cuenta Estrella de Diego, la académica que dirige Vaciados y Reproducciones, entre yesos y escayolas, mientras una Isabel II niña casi asiente contemplando la conversación y un fauno danzante de Pompeya sonríe mordaz.
A su lado, Ángel Rodríguez lija con sumo cuidado las juntas de una réplica del busto de Bruto, cuyo original está en los Museos Capitolinos (Roma). La intervención sobre la pieza de escayola hace que no haya dos iguales, como defendía Warhol cuando se refería a la imposibilidad de la copia exacta. "Ya lo decía Benjamin en el 36 a propósito de la reproductividad mecánica, cuando aparece la diferencia entre una obra original y una obra única. Una obra puede ser única, aunque no sea original como es el caso de los vaciados. Y el aura es por lo artesanal, por lo vernáculo, y por el trabajo artístico que se lleva a cabo cuando se acaba la pieza", explica de Diego, que es también una notable comisaria y escritora de Arte.
Terminar un Bruto lleva horas de trabajo, que Ángel realiza con gusto porque supone continuar con el legado de su padre, el escultor Miguel Ángel Rodríguez, que fue jefe del Taller, y a quien se debe la reproducción en bronce de la estatua de Carlos III -que realizó junto con Eduardo Zancada- de la Puerta del Sol entre otras, al que acompañaba a los estudios de escultores y académicos cuando era pequeño. "Para mí es una misión que no desaparezca la técnica que nos han dejado los escultores antiguos. Con el 3D se está perdiendo la forma tradicional de ejecutar un molde, porque no se toca la pieza, se hace un archivo fotográfico a su alrededor y si la ampliación tiene defectos no se corrigen. En cambio, una persona se da cuenta y lo puede corregir" advierte el técnico.
El actual jefe del Taller, Antonio Martín, pone en práctica para Guía Repsol el proceso original que desde 1752 se lleva a cabo en la Academia con el fin de formar a artistas para que pudieran copiar modelos 'de antiguo'. Aquí se conservan moldes de más de un siglo de antigüedad de esculturas de Pompeya y Herculano, de mármoles del Partenón, del Belvedere del Vaticano. Hoy en día sería impensable que dejaran hacer una copia de la Venus de Milo, pero en este taller poseen el molde del original. Uno de sus muchos tesoros, al alcance de cualquiera que quiera tenerlo en casa. Porque el taller se puede visitar y encargar o llevarte lo que más te enamore, a partir de 30 euros en adelante.
"Usamos moldes rígidos de escayola a la italiana, que funcionan mejor para liberar los enganches de barbilla, nariz, orejas cuando vertemos la escayola. Antes, se aplica un desmoldeante para que no se quede pegada una escayola con la otra. Se cierra el molde, lo atamos con una cuerda y lo vamos dando vueltas sobre un banco acolchado para que el molde no se deteriore, que tiene que ser lo más cilíndrico posible con el fin de que ruede bien, porque la escayola debe posarse sobre el molde con medios giros, hasta que ha endurecido y lo vamos desensamblando pieza por pieza", explica Martín. El molde de Baco mira de reojo sabiendo que el próximo va a ser él. Acaban de recibir un encargo porque quieren al dios del vino para decorar un set de cocina.
Las esculturas de vaciados del museo procuran una idea del privilegio que suponía obtener permiso para sacar los moldes y su valor en la formación de artistas que copiaban los modelos clásicos. "Los primeros vaciados que se utilizaron fueron los de Gian Domenico Olivieri –escultor y fundador de la Academia de San Fernando– que había en Palacio. Así empezó la Academia, dibujando el Hércules Farnese y la Flora Farnese, la Ariadna del Belvedere y una serie de esculturas de la Villa Medici que destacan entre los 35 vaciados que trajo Velázquez y que han jugado un papel muy importante en la formación de los artistas españoles", explica José María Luzón, Académico delegado del Museo.
Vaciados únicos de fragmentos de la columna de Trajano o de la Puerta del Paraíso de Ghiberti que realizó Mengs, quien donó parte de su colección a Carlos III, se pueden admirar en el museo. Un placer muy recomendable. En el taller, Paula Alonso con el cincel en mano remata la Cabeza de Miguel Ángel, una escultura de 1565 que se conserva en los Museos Capitolinos en Roma. Licenciada en Bellas Artes y técnico en esculturas, trabaja con tanto gusto que genera el deseo de poseer la pieza. "Es una oportunidad de realizar un oficio como se ha hecho desde hace siglos, el placer de trabajar con las manos, tocar los materiales que han formado parte de la historia, porque la gente no sabe que las esculturas se han copiado desde hace cientos de años. Es como abrir una puerta a un mundo que está a puntito de extinguirse pero que todavía estamos aquí conservando. Además, es un regalo muy exclusivo" cuenta Paula sonriendo bajo la mascarilla. Como concluye Estrella de Diego: "Una obra de arte no es solo un Matisse".