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Cuando uno escucha "senyor pirotècnic… pot començar la mascletà" debe ponerse a temblar. Literalmente. La frase que da el pistoletazo de salida, responsable de la pirotecnia, la pronuncia la fallera mayor, embajadora de la fiesta valenciana por excelencia. Una vez encendida la mecha, es cuestión de segundos que la plaza del Ayuntamiento comience a vibrar por culpa de la pólvora.
Con los años la fiesta se ha ido masificando, con sus pros y sus contras. El año pasado fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y su vocación es la de internacionalizarse más cada año. En realidad, pese a las tropas de turistas, disfrutar de la fiesta es sencillo. Solo hay que saber colocarse y tirar de un buen guía fallero. Si no conoce a ninguno en la ciudad, no te preocupes, lo harás en cuestión de minutos. Déjate caer.
Se dice que hay muchos tipos de falleros y visitantes pero distinguiremos dos: los que soportan las aglomeraciones y los que no. Para los primeros, los de sangre fallera, no hay nada como vivir la mascletà desde el suelo o desde el balcón del Ayuntamiento, que desde hace dos años sortea pases dobles.
Si quieres meterte en la piel de un valenciano en sus días grandes, atrévete. Si tener a varios miles de personas cerca no es tu concepto de plan agradable, existen una serie de alternativas con menor densidad por metro cuadrado y copa incluida, para evitar la deshidratación y ver la fiesta desde otra perspectiva. Por cierto, si tienes los oidos sensibles no te olvides de unos tapones: la altura no amortigua el estruendo. No digas que no te avisamos.
i lo que quiere es celebrar una buena fiesta con la excusa de la traca, tenemos a tu hombre: Luis Ibáñez. Propietario del catering la 'Seu', con varios años de experiencia en la restauración, tiene una serie de balcones en los que se montan juergas. El resto del año, los espacios son oficinas, incluso hay una peluquería, que en marzo reconvierten en miradores.
De ellos destacan el de la calle Marqués de Sotelo, un quinto piso en un edificio modernista con tres balcones en la zona de la traca final, la más potente. Este espacio tiene capacidad para 70 personas y se puede reservar completo o por plazas.
En el lado opuesto de la mascletà, justo frente a los primeros petardos, en un luminoso primer piso, está la segunda estancia, donde por las noches y las mascletás nocturnas (todo un espectáculo de colores) organizan cenas amenizadas con una banda o DJ, a gusto del comensal, y barra libre de copas. Como responsable del catering, se encarga de que nadie se vaya con hambre y sirve un cóctel de quince piezas, frías y calientes, para chuparse los dedos mientras suben los decibelios.
En la acera contraria al balcón del Ayuntamiento, a una altura considerablemente superior a los moños de fallera, se encuentra el 'Ateneo Mercantil de Valencia'. El edificio, un club de comerciantes del siglo XIX, reformó su azotea para convertirla en el ático 360º, una terraza de ambiente chill out ideal para tomar una copa cuando la temperatura acompaña, lo que en Valencia significa el 90% de las tardes del año. Los valencianos lo llaman "día de fallas" y con ello se refieren a un día soleado en el que el termómetro sube a 20 ºC y va bajando hasta los 10 ºC. El ideal para patear la ciudad y después hincarle el diente a un buen arroz.
En origen, el 'Ateneo' solo estaba abierto para socios, pero la terraza -la más alta de Valencia- ofrece un espacio interesante para los visitantes en el que poder cervecear mientras disfruta la traca con unas vistas inmejorables. En lo alto de la terraza hay un espacio más pequeño que ofrece una panorámica de la ciudad digna de postal. Con y sin fallas.
Durante la espera (se recomienda entrar de una a dos horas antes en la plaza del Ayuntamiento) aquí puede llevarse a la boca pinchos de tortilla, de jamón ibérico, tablas de quesos, probar alguno de sus 30 gin-tonics o pasarse a los combinados de vodka que preparan en la barra superior. Pero cuando el hambre apriete (créanos, lo hará) puede bajar una planta y comer en el restaurante del club mercantil, con menús de cocina mediterránea que varían a diario. El carpaccio de ternera, el tabulé y las ensaladas con tomate valenciano (tomate de verdad) son una buena opción para quitarse el gusanillo y poder seguir la excursión fallera antes de la merendola de buñuelos (sabemos que no es de piedra).
En el antiguo hotel 'Londres', un referente que alojaba a las estrellas de la cultura cuando eran más estas las que visitaban la ciudad que los turistas, podemos encontrar dos propuestas con distintos ambientes para este espectáculo. Entre máquinas de escribir, vespas, antiguas consolas de arcade en versión salón de juegos y pósters que para los nostálgicos no necesitan presentación, se encuentra un salón con capacidad para unas 200 personas, que permiten reservar para unas 60 (reina la premisa de que es mejor estar cada uno a sus anchas) con posibilidad de catering externo.
La cadena hotelera 'Casual', que rediseñó todo el edificio para tematizarlo y decorarlo con estética vintage, hace en estas ocasiones de embajador de la terreta y da a probar una serie de productos valencianos, entre los que la horchata gana por goleada.
El segundo ambiente, para clientes del hotel o grupos pequeños (de entre 15 y 30 personas por seguridad), es una azotea a la que la organización da una vuelta de tuerca y acondiciona para eventos. En ella se graban anuncios, videoclips, se realizan shootings y todo tipo de producciones audiovisuales aprovechando el skyline que deja ver desde el Micalet hasta la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Mascletà, bebida fresca y picoteo rodeado de objetos antiguos: el sueño de cualquier hipster.
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