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Son tiendas centenarias, tiendas que conservan la actividad y la belleza con las que fueron diseñadas siglos atrás. Lugares que dignifican la historia comercial de Barcelona, resaltando el know how de antaño pero adaptado a los nuevos tiempos. La mayoría de los establecimientos exhiben una belleza modernista o incluso pre-modernista que se mantiene intacta gracias al mimo y el empeño que han recibido generación tras generación de propietarios. Representan un patrimonio de valor incalculable que nos transporta a otra época a través de sus fachadas, mobiliario e incluso de la propia actividad comercial. Cuchillerías, guanterías, cererías, sombrererías... negocios impensables en pleno siglo XXI que funcionan como si fuera el primer día.
Calle de la Princesa, 11
Para los que buscan una experiencia mágica y llena de ilusión, este local inaugurado en 1895 es el escenario ideal. Nos recibe Rosa María Llop, maga y actual propietaria: "Se trata del primer negocio dedicado al ilusionismo de España y único en su actividad hasta los años 50". Rosa nos explica que para no despertar los demonios de la abolida Santa Inquisición se conmutaba la palabra magia por otras como "escamoteo, ilusionismo, juegos de habilidad..."
Además de todo tipo de objetos insólitos, mágicos y de broma, los clientes se toparán con la reproducción gigante del mago Partagàs, que dejará boquiabiertos a los más pequeños. Los más valientes pueden cruzar la cortina de terciopelo de la que cuelga una tenebrosa mano. Porque es ahí dentro, en la trastienda, donde se dan a conocer, de mano de los taumaturgos, los secretos mejor guardados de cada truco.
La tienda, fundada por Joaquím Partagás hace más de 120 años, se conserva prácticamente idéntica salvo los rótulos de la entrada. La fascinación que suscitó entre sus clientes propició que, a falta de herederos, fuera uno de sus habituales compradores, Carles Bucheli el mago, quien continuó con el negocio hasta 1981. Tras un periodo de incertidumbre, el negocio fue rescatado por sus actuales propietarios, promotores también del Teatro Museo Rei de la Magia, local cercano en el que se realizan espectáculos y se imparten clases de magia para niños y adultos.
Calle Baixada de la Llibreteria, 7
La cerería Subirà brilla con luz propia desde el año 1909. Se emplazó en una antigua tienda de telas, La Argentina 1847, de la que aún se conserva su estilo lujoso pre-modernista, los grabados del siglo XIX, una señorial escalinata central doble y sus dos esculturas femeninas negras de forja que alzan las típicas lámparas a gas del modernismo que llegaban importadas de París por la compañía de gas francesa.
Su actual propietaria, Pilar Subirà (3ª generación), nos pone en antecedentes: "Date cuenta que cuando esta tienda abrió sus puertas, las velas eran artículos de primera necesidad. En esa época, el colegio de cereros era tan importante como el de médicos o el de abogados". Estaban colegiados y obtener el título de maestro cerero era todo un acontecimiento. El abuelo de Pilar, maestro cerero en Vic, se trasladó a Barcelona, junto con su mujer y siete hijos, para reflotar el negocio de cerería de la familia Prat, sin herederos tras la Guerra Civil.
El negocio ha sobrevivido a la modernidad, a una expropiación y a un incendio en 1969, que calcinó parte de la tienda. En la actualidad podemos encontrar inciensos, velas con más de 100 aromas distintos, cirios pascuales y bautismales, velas personalizadas y pintadas a mano, rellenar el envase que queramos decidiendo color y aroma, así como adquirir todo lo necesario para la fabricación artesanal de velas: mechas, ceras de abeja, ceras vegetales y parafina.
Rambla de les flors, 83
Se trata de una panadería familiar inaugurada en 1906 por la familia Serra, que se convirtió por casualidad en pastelería cuando una vecina de la época (recordemos que antaño no abundaban los hornos en las casas particulares) utilizó el negocio para hornear un dulce de origen valenciano, el pa cremat. El resultado fue desastroso. Para demostrar que el problema no era del horno, el panadero, también valenciano, repitió el dulce y lo puso a la venta. Visto el éxito, terminaron por contratar a un pastelero: Antoni Escribà. La historia es tan dulce como sus creaciones, puesto que diez años más tarde ese joven se casaría con Josefina Serra, la hija de los propietarios. Y así, hasta cinco generaciones de Escribà.
La pastelería Escribà que hoy visitamos es la primera sucursal del negocio familiar y está emplazada en la rambla, ocupando el local modernista que fuera una antigua fábrica de pasta, 'Casa Figueras', fundada en 1820. Se conservan los mosaicos originales de Maragliano donde se lee el nombre de la antigua fábrica, los vitrales modernistas (obra de Granell i Rigalt), los trabajos de cobre de Lacambra, los emplomados de cristal de Bohemia, hierro forjado, los mármoles, maderas... Hasta una escultura de Bernador, pinturas de Boix y una imagen de mármol de la Purísima en su interior.
Sin duda es un lugar donde el arte y el buen gusto se combinan tanto en el continente, como en el contenido de sus aparadores donde se pueden degustar exquisitas piezas de pastelería: labios de chocolate, brochetas dulces, pasteles, bombones exquisitos... Todo ello creación de uno de los grandes referentes de la pastelería catalana: Christian Escribà.
Calle Santa Ana, 27
Victoria Alonso, la actual propietaria de este negocio inaugurado en 1905 por la familia Muñoz Barrera, nos confiesa orgullosa que, las cosas como son, de guantes y abanicos sabe más que nadie. Y es que, como nieta de fabricante de guantes e hija del anterior propietario, lleva desde los 14 años entre mitones, abanicos y complementos.
Asegura que la tienda es como un hijo más. "Yo misma me encargué de decapar y restaurar todos estos muebles. ¡Hasta un premio del ayuntamiento me gané!", cuenta. Tanto la fachada de madera, con las características formas curvas y relieves florales típicos del modernismo, como el mobiliario del interior, se mantienen intactos y la tienda forma parte de una de las rutas modernistas que se programan desde el Ayuntamiento de Barcelona.
Desde hace más de 110 años que aquí se venden guantes, abanicos y algún que otro complemento como toquillas, mantillas, chales o peinetas. Victoria nos apunta que tiene abanicos de todo tipo, desde tres euros hasta los 3.000. Este último es una pieza única con una reproducción de un cuadro de Sorolla pintado a mano por el pintor Santa María. Su ideal es ofrecer un amplio abanico de precios y calidades. Prefiere el producto español y el de proximidad, pero también trabaja con artículos extranjeros.
Calle del Call, 2
Negocio familiar que data del 1924 y que ya cuenta entre sus trabajadores con la cuarta generación Obach. Anteriormente era una somberería femenina. Pol Obach, el bisnieto del fundador, nos recibe amablemente y nos cuenta la leyenda: "Se dice que mi bisabuelo tenía una cabeza muy grande y que, al no encontrar sombreros de su talla, decidió abrir una sombrerería".
Desde que se inauguró la sombrerería se conserva prácticamente de origen. El rótulo de la fachada es original, pintado a mano. Los escaparates son modernistas con madera de caoba y, todo en su interior, te hace recordar que el pasado está vivo y presente. El mueble más antiguo es el mostrador de roble que ya pertenecía a la antigua sombrerería femenina y se especula que pueda tener cerca de 200 años.
La fórmula mágica del negocio es la especialización y el trato personal al cliente. Tienen un stock de más de 10.000 entre sombreros, gorras, boinas, pamelas, barretinas... Desde el clásico Borsalino hasta los reputados sombreros Panamá de paja, que rondan los 600 euros. Sólo en los escaparates exhiben unas 130 opciones. Sorprende que el interior está despejado de artículos, todo está perfectamente ordenado en los centenarios muebles con espejos que, una vez asesorado por los expertos, dejan que te veas desde diferentes perspectivas. Algo que seguramente convenció al mismísimo Fellini, al que recuerdan con especial cariño por comprarse una barretina.
Plaza del Pi, 3
Si te pidieran que cerrases los ojos y que imaginaras una cuchillería que se conserva prácticamente intacta dese el 1916, ¿cuántos tipos de artículos serías capaz de imaginar en ella? La respuesta correcta nos la ofrece Luis Torrente, uno de los actuales gerentes de la cuchillería Roca: "Más de 7.000 tipos de objetos y unas 32.000 unidades, aproximadamente".
En esta cuchillería, ubicada en el corazón de la ciudad vieja, podemos encontrar prácticamente todo lo relacionado con objetos de corte: cuchillos de toda índole y tamaño, cientos de tijeras, alicates y corta uñas de inimaginables modelos, cuberterías, navajas de afeitar y todos los complementos necesarios para el afeitado, navajas de supervivencia, navajas multiusos... Y cuando dice multiusos, Luis no se queda corto. "Hasta hace poco tuvimos una navaja para coleccionistas con más de 200 usos", presume.
El fundador de este centenario negocio, Ramón Roca, se formó como maestro cuchillero en Cataluña y decidió perfeccionar su oficio en Francia y Alemania. A su vuelta, mandó traer de París un yunque específico que aún se exhibe en la tienda para fabricar las que serían las primeras navajas de afeitar y bisturís confeccionados en el país. La tienda se convirtió en un referente y fue pasando de padres a hijos hasta que en el año 2000 fue traspasada a un grupo de reconocidos cuchilleros que continúan honrando esta tradición milenaria y manteniendo la tienda en plena forma ofreciendo calidad y un taller para afilar cualquier herramienta.