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Si no puedes tomarte la vida con humor, es mejor que des la vuelta. Una vez pasas esta pequeña prueba y cruzas la puerta, en este espacio puedes encontrar todo lo que requiere la supervivencia cotidiana, las tres cosas que te llevarías a una isla desierta o ese nosequé que siempre viene bien. Hablamos, por supuesto, de un abrebotellas con forma de conde Drácula, un felpudo con forma de Donut –víctima de algún hambriento–o un almanaque que te recuerda desde en qué año dio Ramón García sus primeras campanadas hasta el cumpleaños de Kim Jong-Un.
Esther y Álvaro, la joven pareja valenciana al mando, abrieron esta concept store en 2010, cuando no había nada del estilo por el barrio. "En inglés suena mucho mejor", bromea Álvaro cuando se le pregunta si es una tienda hipster, de regalos, o si se identifican con algún estilo concreto. "Somos muy selectivos con los productos que traemos y a la vez conseguimos una tienda ecléctica", comenta mientras enseña algunas de las novedades.
"Viene mucha gente a buscar elementos de decoración que casen con su estilo de vida y nosotros les ayudamos a ello", continúa Álvaro. Por ejemplo, explica, acuden personas que optan por dormitorios tech-free y compran allí los despertadores clásicos, mientras que otros piden accesorios de cocina originales –como su porrón pompero–, buscando la unión entre estilo y practicidad, para hacer las comidas más divertidas.
Los productos relacionados con la ilustración y la fotografía causan sensación, como las cámaras Polaroid –acompañadas por el papel para imprimir fotografías con el clásico marco blanco–, los colgadores de fotos con los que crear composiciones y las láminas, que tienen su espacio destacado. Las novedades llegan constantemente, varias veces a la semana. "Queremos que cada día sea una sorpresa", señala. Para facilitar los amigos invisibles, la pareja ha organizado un rincón con divertidas ideas por menos de 15 euros. Es difícil quedarse solo con una.
Una de las brujas de Disney, la antagonista de Merlín, pone nombre a este espacio ecléctico por definición. Aires transgresores, estética punk y ciertos toques freaksse mezclan en cuatro paredes por las que parece que no ha pasado el tiempo. Entre ellas se encuentran todo tipo de antigüedades. Todo tipo. Pipas de fumar, máquinas de escribir, lámparas, relojes, maletas que recuerdan a largos viajes en ferrocarril, lencería barroca, sellos, abrigos de pelo… o, por qué no, un traje de obispo. Nunca se sabe cuándo a uno le tocará celebrar una misa.
El espacio invita a romper la rutina con sus colecciones de fantasía. María Cervelló, el nombre real de Madame Mim, con quien puedes pasar horas, trabajaba en el mundo del cine y en 2012 abrió una tienda a la que se llevó su experiencia. "Quería crear un espacio con rincones cinematográficos, donde se pueden alquilar objetos, vestuario, atrezzo… una oferta que no había en Valencia", cuenta. Entre los artículos más especiales que María destaca está hay serie de conjuntos de pedrería de una vedete de los cincuenta, Lolita del Río, de alta costura hecha a mano en Valencia. También un proyector de 35 milímetros, "de los que son muy difíciles de encontrar", apunta.
Al fondo de la tienda, superado un pasillo a rebosar de espejos, hay una pequeña galería de arte con ilustraciones en blanco y negro, que a menudo utilizan como sala de exposiciones. Lo que puedas encontrar entre sus paredes está disponible para alquilar. Prendas de vestir, objetos de todo tipo, mobiliario y accesorios sorprendentes, que campan a sus anchas, van descubriendo poco a poco su universo. Todos tienen una historia que contar.
¿Y si regalamos arte? Llevar el diseño a los objetos cotidianos fue uno de los motivos que llevó a este par de valencianas a poner en marcha 'Pepita Lumier'. Cristina y Lucía, las cabezas al mando, colaboran con decenas de ilustradores y consiguen que cada semana el espacio parezca nuevo. Abrir una galería con los tiempos que corren puede parecer una locura, pero ellas querían hacer algo diferente, "un espacio cercano, que atrapara al público al que le gusta el arte pero que no puede gastarse miles de euros. Nosotras nos considerábamos ese público", explica Cristina.
En sus 60 metros de espacio expositivo, una empresa de alquiler de automóviles reconvertida, se dan cita reconocidos ilustradores valencianos, desde Paco Roca a Javier Mariscal, pasando por Paula Bonet –todo un boom de los retratos femeninos que inunda libros de poesía– y Carla Fuentes, junto a mucho talento nacional que una vez al mes organiza saraos.
¿Qué encuentra el visitante en 'Pepita Lumier'? Libros, cómics y originales de los artistas que dan vida a sus paredes. Pero la ilustración no solo está presente sobre las láminas. Lo está en bolsos, camisetas, cuadernos y chapas con divertidas interpretaciones de películas como Gran Hotel Budapest o Pulp Fiction. Un concepto que recuerda los espacios a la salida de los museos, donde las obras se funden con el merchandising. "Es también una forma de acercar el diseño a la gente joven. Igual no se pueden llevar una obra de tal artista, pero sí su camiseta o su tote bag", concluye la copropietaria.
Cosas bellas y artes. Cosas y bellas artes. O cosas, bellas, y artes. Da igual la combinación. En este espacio, el orden de los factores no altera el resultado. Los culpables de ello son Marcos y Joanna, una pareja que tras varias vueltas laborales se conoció estudiando Bellas Artes y con lo que tenían ahorrado decidieron abrir una tienda en la que sentirse cómodos vendiendo lo que les gusta. Y lo que les gusta son los (buenos) libros, los (buenos) vinilos y todo tipo de material artístico.
El resultado es un pequeño rincón en el que conviven lienzos, pinceles, óleos y ceras con otras disciplinas artísticas, donde la música tiene una fuerte presencia. Pero también con chupas de cuero Schott, con botas Dr. Martens, bombers Alpha y agendas de piel. En la entrada, del techo cuelga un móvil de los hermanos Marx y de las paredes decenas de láminas, que no dejan un hueco sin cubrir. Y mientras uno decide qué llevarse, Marcos va cambiando la banda sonora. "¿No has oído este disco? Mira, escucha", comenta con un visitante que rebusca entre los vinilos. "Te va a flipar", le insiste, aunque ya lo ha cautivado.
"Nuestro cliente no es nada moderno. Aquí ellos solo entran a hacer fotos", bromea. "Es alguien con inquietudes, que se deja aconsejar y, por lo general, no va a superfícies comerciales", describe tras el mostrador. Nosotros le preguntamos: "¿Qué puede encontrar uno en Kowalski?", y él responde desde el otro lado, cambiando la música: "Nuestras inquietudes". Cosas, bellas, artes.
En un rinconcito entre los bares de Russafa, una valenciana licenciada en Psicología decidió, junto a unos amigos, darle la vuelta al concepto de ropa de segunda mano. Con esta filosofía, que aboga por darle otra vida a las prendas y frenar el consumismo exacerbado, Mireia Llames dio vida en 2010 a este espacio a modo de showroom. "Fue una especie de experimento. Yo siempre he vestido con ropa vintage y dije ¿por qué no?" cuenta Mireia. "Entonces aún no se veía muy bien en Valencia, la gente miraba lo de segunda mano un poco raro", continua.
El lugar tiene poco que ver con lo que a priori es una tienda vintage. Nada de baules abarrotados, perchas a tutiplén y cajas entre los pasillos. Es un espacio amplio, muy luminoso, en el que los productos están colocados en burros y no hay más de cinco jerseys en un mismo montón. "No queríamos un espacio que agobiara", explica mientras enseña la trastienda. Sin embargo, de alguna forma conserva el encanto de Berlín, Londres o Ámsterdam. Quizá porque de estas ciudades es de dónde proceden la mayoría de sus prendas.
En 'Kauf Vintage' se une lo nuevo y lo viejo, lo de aquí y lo de allá. Entre la ropa de segunda mano abundan los jerséis de lana y las bombers, unos cuantos pares de Levis –501 es la etiqueta más repetida– o las Converse ligeramente desgastadas. Entre lo nuevo, diseño made in Valencia: ropa interior de aire minimalista y bolsos de croché hechos a mano, para un comprador que busca la moda de proximidad y respetuosa con el entorno.