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Casi tres millones de personas visitaron el Museo del Prado el año pasado, ¡ahí es nada! Muchos de ellos seguro que empezaron su visita adquiriendo uno de los hits de la boutique de la histórica pinacoteca (que está celebrando su bicentenario, por cierto) diseñada por Rafael Moneo, tan aficionado a las líneas curvas.
"En el Museo del Prado la tienda está concebida como un complemento de la visita. Nuestro objetivo es que sea un vehículo de imagen y además, una fuente adicional de ingresos. Es fundamental que el visitante sea consciente de que comprar un objeto en la tienda, además de un recuerdo de la visita o una forma de poder compartir ese cuadro o detalle con otras personas, es una forma de contribuir al Prado pues todo el beneficio de esa compra revierte en la institución", asegura Cristina Alovisetti, directora gerente del Museo del Prado.
Los artículos que reposan en sus estanterías y vitrinas son apetecibles para visitantes de culturas diversas y diferentes presupuestos, pero todos ellos, con mucho estilo y una calidad indiscutible. "Es fundamental que la línea oficial de productos esté cuidada. Nosotros, como Museo del Prado, no podemos hacer cualquier cosa y debemos centrarnos en el terreno del objeto cultural".
Por objeto cultural se entiende cualquier producto basado (no tiene por qué ser la reproducción per se) en una obra o un artista expuesto en la pinacoteca. Por ejemplo, "una joya inspirada en algún detalle de un cuadro, una línea infantil concebida como una entrada al arte a través de los animales que aparecen en El Jardín de las delicias de El Bosco, selecciones musicales en CD a partir de una época determinada, como una banda sonora de la exposición, documentales en DVD sobre un artista o sobre la historia del Museo en los que hemos participado en la producción… Concebimos nuestra actividad como una herramienta de marketing del propio Museo".
Para satisfacer los criterios de excelencia de los más rigurosos, el equipo del Museo del Prado no duda en acudir a los mejores proveedores y artesanos para crear artículos atractivos y novedosos como la firma de seda de Tailandia, Jim Thomson que ha creado un pañuelo sobre El Jardín de las delicias de El Bosco, la española Teixidors que ha tejido en sus telares manuales un pañuelo de lino que toma como referencia el ropaje de un personaje de El Descendimiento de Rogier van der Weyden o la Real Fábrica de Cristales de La Granja, que ha creado en exclusiva para el Prado frascas, botellas o jarrones basados en valiosas piezas del Museo.
"Hay que intentar seducir y ofrecer objetos diferenciales, sobre todo en las colecciones de arte clásico como la nuestra. A la hora de concebir una gama de productos es muy importante ser coherente y cuidar la imagen de la institución que es la marca de ese producto. Me parece un error de base confundir la obligación que tenemos de ir renovando y actualizando la oferta con buscar un titular en prensa por una ocurrencia y, de la misma forma, intentar competir con otras tiendas que están a pie de calle con exigencias de rotación de temporada y conceptos de moda, pero hay campo suficiente para trabajar y desarrollar".
Y ese campo que señala Cristina ha dado éxitos de ventas como la camiseta de El Caballero de la mano en el pecho de El Greco, un modelo que reproducen desde que abrió la tienda, el Playmobil de Durero pintando su autorretrato o el Libro del Prado, el primer coffee table book publicado por el Museo en edición de lujo, cuyo peso (unos cuatro kilos y medio) no amedrenta a los turistas. "El comprador de libros es un cliente más específico, porque viene buscando un título concreto o quiere completar la visita a una exposición con un título de contexto, de narrativa o ensayo, o algún que otro catálogo", puntualiza Cristina.
También acude a la tienda el visitante que busca la reproducción de su lienzo favorito, que allí se encuentra en múltiples formatos, desde el impreso en taco de madera hasta el de piezas de papel plastificado cuyo fácil montaje se realiza mediante unas 'X' especiales (el de Las Meninas de Velázquez alcanza unas dimensiones semejantes al real) o, incluso, está la opción de reproducirlo (en papel o lienzo) gracias a la impresión digital en alta resolución.
En este servicio, el cliente elige tanto el cuadro a reproducir como el material de impresión en un ordenador y en unos 20 minutos (dependiendo del tamaño de la obra seleccionada), lo tiene listo para llevar. Además, si después de dar una vuelta por el museo descubre una obra que le ha llamado la atención y no está dentro del sistema informático, solo hay que pedirlo.
La pinacoteca con más historia y prestigio de la capital está preparada para los siglos venideros, ejemplo de ello es que ya cuenta con referente online. "La venta en Internet es necesaria para atender al público interesado en las publicaciones del museo, para los que buscan reproducciones de calidad y para aquellos que han visto algo en la tienda y no se pueden desplazar fácilmente –finaliza Cristina–. Aunque en el caso de los museos la venta responde más a impulsos, el mercado de la compra online está en continuo crecimiento".
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