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Corrían los años 80 cuando el ingeniero químico y empresario Enrique Montoliu compró un terreno para hacer realidad su sueño de tener una casa valenciana con naranjos. Pero no una casa cualquiera, sino una de estilo renacentista, como las que había visto en Carcaixent, Alzira o Nàquera. Tardó 10 años en conseguirla, pero en 1990 logró terminarla y comenzó a dar forma al jardín. Aunque no sabía de paisajismo, empezó a plantar especies autóctonas, asesorado por Juanjo Todolí, especialista en la materia, y hoy La Albarda es un ejemplo de respeto e integración con el paisaje y el medio ambiente circundantes, así como con la historia y la cultura de la zona.
En la actualidad, el Jardín de L'Albarda ocupa 50.000 m2 que recrean los antiguos jardines renacentistas valencianos, muy influidos por la cultura árabe. La simetría y la profundidad son dos de sus características esenciales y las fuentes y el agua tienen un protagonismo esencial. Su diseño y su gestión le han convertido en un referente de la jardinería mediterránea. En la mejor muestra de cómo, con especies autóctonas y un mantenimiento adecuado a la escasez de recursos hídricos, es posible crear un entorno de gran diversidad, en el que empaparse de la belleza de nuestra flora en cada una de las estaciones.
Una belleza que sorprende al visitante nada más cruzar la puerta y tomar la avenida principal. Bordeada de cipreses, conduce directamente a la casa, una preciosa villa de estilo palladiano, cubierta de hiedra, con escalinatas a ambos lados. Por ellas se accede a una amplia terraza con espectaculares vistas al Parque Natural del Montgó. Frente a la fachada principal encontramos un gran estanque rodeado de árboles de cuidadas formas, que dan un toque de armonía al conjunto.
Aunque el edificio es una residencia privada y no se puede visitar, dispone de una cafetería para tomar un refresco o un tentempié. También se puede comprar mermelada elaborada con flores y frutos del jardín o disfrutar, sin más, de las vistas, aromas y sonidos de este refugio de tranquilidad, una irresistible tentación para quienes buscan alternativas de ocio y relax más allá del sol y la playa.
Desde la casa se puede tomar cualquiera de los senderos que salen al paso, adentrarse en la frondosa vegetación y dejarse sorprender. Porque La Albarda es un jardín de jardines, que esconde muchas sorpresas. El propio Montoliu nos descifra los secretos de este laberinto vegetal, en el que encontramos un jardín silvestre con un riachuelo alimentado por aguas subterráneas junto al que crecen alisos, helechos, granados y carrascos, entre otras especies. Siguiendo su curso, llegamos a un espeso bosque de suelo de rodeno, mineral que destaca por su alta capacidad de absorción de agua, en el que puede verse el árbol más viejo del lugar, un alcornoque de 80 años, y un lentisco de más de 10 metros.
Cerca de allí, hay una montaña artificial, formada por miles de kilos de piedra caliza cubiertos de plantas, con una pequeña cascada y un estanque. Esta rocalla, que se funde a lo lejos con el Montgó componiendo un lienzo perfecto, supuso que la Universidad Politécnica de Valencia le otorgara, en el año 2002, el Premio Magister de Paisajismo. Otra parada imprescindible del recorrido es el umbráculo, que alberga en su interior palmeras, helechos y otras plantas tropicales. En él destacan su diseño y su suelo empedrado, construido a semejanza de las calzadas portuguesas.
Los pasos de Montoliú, que no puede evitar agacharse para eliminar los brotes de vegetación invasiva, en un recinto donde la renuncia a los pesticidas obliga a un estricto control, nos llevan al paseo de los jazmines. Allí nos detenemos para admirar un magnífico trencadis (mosaico de cerámica quebrada), del polifacético artista valenciano Cento Yuste, que reproduce animales característicos del lugar.
El itinerario, entre setos de mirto, pasa también por el jardín valenciano árabe, con sus imprescindibles naranjos y limoneros, y por el vergel renacentista, cuyas balaustradas de piedra travertina desembocan en una plazoleta con bancos y una gran fuente, donde el rumor del agua invita a hacer un alto en el camino.
"Nuestro modelo a seguir es el de la National Trust, fundación con más de un siglo de historia y 2,5 millones de socios, que posee el 5 % del territorio del Reino Unido", explica el presidente de FUNDEM, quien lamenta el escaso interés que hay en España por preservar el patrimonio natural. "En la actualidad contamos con un millar de socios, en su mayoría extranjeros, y aunque tenemos terrenos en custodia en Valencia, Castellón y Alicante, necesitamos muchos más para continuar comprando y salvando territorio. Nuestro objetivo a corto plazo es salir de los límites de la Comunidad Valenciana y extendernos por toda España". Con el fin de recabar nuevos apoyos, en la Feria Internacional Iberflora, que se celebrará en Valencia el próximo octubre, tendrá lugar una mesa redonda organizada por FUNDEM e Iberflora, en la que participará como invitada la prestigiosa organización conservacionista británica.
En la particular cruzada de FUNDEM en defensa de la naturaleza y contra el cambio climático, la educación ambiental es una gran aliada. El Jardín de L'Albarda cuenta con animales de granja, una colmena de abejas de cristal, gallipatos… y organiza actividades para colegios destinadas a concienciar a los escolares.
Desde la fundación promueven también actividades culturales, como visitas a jardines o lugares naturales de interés, y conciertos que llenan de magia este lugar único donde las rosas del Himalaya conviven con las de los prestigiosos rosalistas Ferrer; San Ero se deja seducir por el canto de los pájaros y cada rincón es un descubrimiento.
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