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El Capricho, un lugar ideado para el romanticismo y el refinamiento por la ilustrada María Josefa de la Soledad Alfonso Pimentel Téllez Girón, quedó marcado por un episodio tan duro como la guerra civil. La de Osuna, una mujer progresista en sus inicios, partidaria de la Constitución de Cádiz -le costó el exilio- y Miaja, un general cuya figura se revisa en los últimos tiempos, forman una pareja paradójica en un lugar como este.
Esa mezcla convierte la visita en apasionante, al tiempo que se descubre el ingenio de ingenieros anónimos que, mediante suelos hidráulicos, convirtieron el refugio en un lugar seguro para no perderse en caso de apagón. Entre otros secretos que vamos a descubrir.
Porque a unos metros, detrás de una puerta metálica, se accede al refugio bajo tierra, también conocido como la posición Jaca, donde se montó el cuartel general de las fuerzas republicanas. Un general fiel a la república frente a los compañeros sublevados tuvo que establecer el cuartel contra los bombardeos fascistas en el palacio de la mujer más interesante del siglo XVIII, en cuyos salones reinaron la cultura y el buen gusto.
Abundan más contrastes en otros aspectos: en estos jardines se ha rodado Un rayo de Sol de Marisol o parte de Doctor Zhivago y en el búnker, El Gran Amor del Conde Drácula, con Paul Naschy. Las primeras transmiten caramelo, amor y épica; la segunda, miedo con tensión sexual. Verónica, la guía que toca este sábado de otoño-invierno, recuerda los rodajes de las películas desde el jardín de estilo italiano, en el centro de la Plaza de los Emperadores de El Capricho.
“El jardín de la Duquesa de Osuna es del siglo XVIII, cuando las familias ricas y aristocráticas vestían sus fincas con follies o caprichos, al estilo del Palacio de Versalles. Había un laberinto, ahora destrozado por Filomena. Además de este jardín italiano rodeado de bustos de emperadores, tenemos jardín francés, parterres… y jardín inglés con vegetación frondosa encima del búnker. El palacio era de los banqueros Bauer y se lo queda el Gobierno de la Segunda República”, recita la guía.
De cómo pasó el palacio y la finca de los Duques de Osuna a los banqueros Bauer -de orígen húngaro y representantes de los Rothschild en España- es una historia que da para mucho, tanto por los herederos Osuna como los banqueros, muy poderosos pero de corto éxito en este país, amigos de Alfonso XIII y afectados por la crisis del 29. Al cabeza de la familia Bauer la guerra le pilla en un congreso Sionista en Ginebra. El parque fue utilizado por el Socorro Rojo como hogar infantil.
“El hecho es que estos túneles por los que ahora bajamos -explica Verónica- fueron levantados a partir de 1937, cuando se trasladó hasta aquí el Alto Estado Mayor, hasta 1939. Antes estaban en Sol, hoy sede del Ministerio de Hacienda y la antigua casa de Aduanas”, sigue el relato a la puerta de los sótanos.
Los bombardeos continuos en el centro de la capital convirtieron la zona en muy peligrosa. Eran los tiempos en los que a la Gran Vía se la conocía como la Avenida de los Obuses, escribieron corresponsales como Hemingway o Henry Buckley.
No quedan datos ni mucha información del búnker, cuyo diseño es precursor en modernidad e inteligencia para protegerse de la bombas -“sería luego muy copiado en los refugios antiaéreos de la II Guerra Mundial”, apunta Verónica mientras se abre la puerta y descendemos a 15 metros de profundidad-, pero se sabe que fueron ingenieros del Ejército de la Marina. “Por los pocos documentos que se han encontrado, entendemos que buscan un lugar más discreto y el Jardín de El Capricho en la Alameda de Osuna es más seguro y fácil de camuflar para los aviones por la vegetación frondosa”.
Además, es un lugar estratégico para moverse con facilidad, cerca de Barajas y de la carretera de Alcalá de Henares, donde había divisiones soviéticas y una base militar de apoyo al Ejército Republicano, abandonado por Francia e Inglaterra. En Alcalá estuvo el aeródromo Barberán Collar, base de los cazas Polikarpov I-15, los Chatos que defendieron Madrid.
No deja de asombrar la lectura de estas historias en los libros cuando se acaba de dejar atrás la Casa de la Vieja -uno de los caprichos del parque-, la Plaza de los Emperadores o el hermoso Palacio de la Duquesa de Osuna, que albergó el despacho de Miaja. Al parecer el general llegó a dormir alguna noche ahí -aún está en restauración- aunque tenía casa propia también en la finca de Torre Arias, a escasos kilómetros.
Ante poco más que una decena de visitantes -los grupos son pequeños y hay que reservar por internet- mientras conduce al grupo a los primeros pasillos del refugio, la guía añade como en este lugar se tomaron decisiones importantes, desde la estrategia de la Batalla del Ebro, a la de Guadalajara o la adhesión y entrega por parte de Miaja del Ejército Republicano al golpe del General Casado en marzo de 1939.
“Esto se construye en secreto, por eso queda poco rastro documental. Se recuperó -estuvo abandonado años y hubo hasta okupas aquí dentro- salvándose de un deterioro importante. Está vacío, no tuvieron que utilizarlo contra las bombas, pero en ningún documento se usa la palabra búnker o refugio”. Mientras la guía habla, empieza el paso por las diferentes estancias. La excavación se hizo en mina, sacando los metros cúbicos de tierra que se puso por encima, elevando la cota de altura que está por encima del búnker.
“Está construido de ladrillo, en jambas más hormigón armado; soportaba la caída de bombas de más de 100 kilos y tiene hormigón con acero. También está preparado para la guerra química, después de lo que había sucedido en la I Guerra Mundial. Hay dos puertas gemelas, una al lado del Palacio; la otra da afuera de El Capricho, cerca del abejero de la Duquesa de Osuna”. Lo cierto es que las puertas y sus escotillas evocan películas de sucesos extraños, como la famosa serie Perdidos -Lost- donde la escotilla de Desmond se convirtió en un símbolo.
Las estancias están conectadas entre sí por un tema de seguridad. Además de las dos puertas gemelas en ángulo recto, hay otras dos en zigzag “para que en caso de impacto de una bomba, se mitigara la onda expansiva”, apunta la experta.
Estaba preparado para albergar a unas cien personas durante unos 20 días o un mes; siempre fue un refugio antiaéreo. Nunca fue atacada esta posición Jaca, no se sabe si por desconocimiento de los sublevados o por buen camuflaje de los republicanos. Ante la primera puerta gemela, los expertos han supuesto que quizá existiera un pasillo que enlazara con el palacio, de forma que no hubiera que salir al exterior, ni siquiera en los pocos metros que separan la mansión de la duquesa de Osuna del búnker.
La primera estancia (un recibidor) se cerraba herméticamente, puertas estancas con mirilla de vidrio grueso, como la de los submarinos, idea seguramente de los ingenieros navales que lo diseñaron. “Quizá estuviera pensada para servir en una desinfección en caso de ataques con gas”, se explica a los visitantes. También hay un aljibe que permitía tener agua potable para resistir sin agobios.
Cada estancia, pasillo, habitación de la derecha o de la izquierda, cuenta con unos muy bien conservados suelos hidráulicos, de hermosos dibujos geométricos que hoy en día resultan elegantes (blanco y negro sobre todo). Todos son diferentes, “creemos que para facilitar la orientación y saber en qué estancia estabas si no había luz y tenías que alumbrar con una vela o una cerilla rápidamente; y las líneas rosadas de azulejos que rematan el zócalo de los pasillos quizá servían para saber que estabas en los pasillos”, desgrana Verónica, mientras el personal vagabundea un rato de cuarto en cuarto. Unos examinan los conductos de ventilación que hay en todas las estancias, otros piensan en las chimeneas -dos o tres- que permiten esa ventilación, situadas afuera, encima del búnker.
Durante todo el paseo por el lugar, la sombra de un posible ataque químico al estilo de los que marcaron la I Guerra Mundial, se mezcla con la idea de cómo sería la caída de una bomba encima del sótano. Ante un ataque con gas, casi más temido que el bombardeo, el lugar tenía ese sistema de filtración del aire que nunca hubo que poner a prueba.
“Todas las estancias conectan entre sí para que nadie se quedará aislado en un ataque; es un búnker moderno, precursor de los que se hicieron en Europa. La pena es que se construyó con tanto secreto que nos falta información”, vuelve a lamentarse la responsable de la visita, quien señala lo poco agobiante que es el lugar, tanto por la altura como por la amplitud de las diferentes estancias.
Únicamente una de las salas del final resulta tétrica. “Bueno, este aspecto que luce, tan oscuro y sucio es porque se pintó de negro para rodar escenas de Drácula y sus amores. En realidad era una sala de máquinas, tenían electricidad con dos generadores y combustible derivado del petróleo”.
En los últimos cuartos se nota algo la humedad y el óxido de las puertas. Lo asombroso es una despensa pequeña, la más pequeña de las estancias visitadas. No resulta fácil imaginar que en un cuarto tan chico pudiera almacenarse comida para mantener a cien personas un mes.
Es voluntario acceder a la parte alta de la otra puerta gemela, subiendo los 15 metros que hemos bajado al entrar, porque desde el exterior, encima del refugio y cerca de la casa de la abejas que tanto apasionaron y distrajeron a la Duquesa de Osuna, se alzan las chimeneas de ladrillo que permiten la ventilación del búnker.
La salida al exterior, de vuelta hacia el templete o la Casa de la Vieja, a los jardines y sus estanques por donde en algún momento navegaron las barcas que llevaban a damas con vestidos sedosos de tafetán, sombrillas románticas y abanicos de lenguaje misterioso, mientras escuchaban piezas barrocas o la poesía de alguno de los amigos de María Josefa de Pimentel, resulta deslumbrante. Como al principio, la sensación de poesía y belleza mezclada con bombardeos y armas químicas es turbadora.